› Por Rudy
Vivimos tiempos, lector. Algunos dirán que son tiempos difíciles, en los que las personas monologamos a los gritos y creemos que estamos polemizando. O les hablamos a “perfiles”, imaginando que son nuestros semejantes. ¿No era que éramos personas, o eso es algo que se acabó, y solamente quedó nuestra sobra virtual, nuestro “perfil”, como en aquel cuento de Ray Bradbury “Vendrán lluvias suaves” en el que una casa funciona sola, sin necesidad de las personas que la habiten?
Otros hablan de tiempos posmodernos, donde, al decir de Discépolo, unas cuantas décadas antes de Baudrillard, “todo es igual nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Todo vale, “no debe haber límites”, mienten algunos mientras se hacen los transgresores, protegidos por los mismos límites que dicen transgredir. “Se acabó la historia y ganamos”, nos dicen mientras nos venden mentiras carísimas.
Otros añoran el Medioevo (me refiero a la Edad Media, no a la mitad del presidente de Bolivia), esos tiempos en los que el “derecho consuetudinario” le permitía cobrar al señor feudal peajes que ya no son, pero eran, El “derecho de pernada” que les permitía iniciar sexualmente a todas las jóvenes o no tan jóvenes de su feudo, y el clero les garantizaba el paraíso a cambio de algún favor territorial, económico o ambas asimetrías a la vez.
Otros viven en el futuro, lo ven apocalíptico o bien mecanizado, pero en cualquier caso prometen cheques para otro tiempo sobre lo que no pueden pagar en efectivo hoy, llámase dinero, política o amor. Vivir en el futuro quizás sea la manera más práctica de no llegar nunca a ese futuro, si llega a implicar descuidar el presente (presente sin duda necesario para que pueda haber futuro).
Y en medio de toda esta confusión temporal, verbal y subjuntiva aparecen los derechos, los de autor, los de consumidor, los de regulador, los de “poderoso que quiere seguir siéndolo”, y así podríamos seguir enumerando intereses que se ponen en juego, incluso en el mundo de lo virtual, en el cibermundo, en ese universo donde, como dice el chiste, “amén” quiere decir “enter”.
Hay quien habla de “derechos” y otros de “bronca porque ríen satisfechos”; hay de todo.
Y en el medio, nosotros, ¿quiénes, quiénes? Los humoristas, que tratamos de entender y transmitir todo lo que pasa, con lo que creemos que podemos hacer, originalmente... chistes.
Hasta la semana que viene, lector.
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