› Por Rudy
Hola lector, disculpe la molestia, lo estamos llamando de Telecómica, o de Moviúnica, o de Narcifón. Me llamo Rudy Rudyevich Rudischenko, mucho gusto, lo estoy llamando desde Vladivostok, Liberia. Sólo quiero demandarle unos minutos de su amable atención para ofrecerle una oferta que usted no podrá rechazar.
No, no somos de la mafia, ni son entradas para ver El Padrino, pero si usted acepta nuestra propuesta, podrá conseguir estas entradas, o entrar a la institución que más desee con un importante descuento, ya que con tal de sacarle unos mangos más, la compañía me permite ofrecerle el oro, el moro, la chancha, los veinte, la máquina de hacer chorizos, mensajes ilimitados e incomprensibles, cartas de amor a su pareja, una pareja en caso de no tenerla, o una pareja menor en caso de que usted ya tuviera una (aceptamos a su ex como parte de pago por sólo 3,50 pesos por día), felicidad, paz, amor, sexo, mate y rock and roll.
Por supuesto que todo esto se lo estamos prometiendo por teléfono, o sea que le estamos prometiendo palabras, que siempre pueden ser confusas, o bien, que se las lleva el viento. Pero, para su seguridad, esta conversación está siendo grabada, por lo tanto cualquier cosa que usted diga podrá ser utilizada en su contra o, al menos, a nuestro favor.
Usted se preguntará qué le estamos ofreciendo en concreto, ya que, más allá de promesas vinculadas con el combo, aún no le hemos propuesto nada. Justamente de eso se trata. Le ofrecemos “nada”, pero una “nada” más cara que la que le estamos dando hasta ahora, una nada de la que usted no podrá quejarse porque, si se queja, se estará usted quejando de nada.
Quiero pensar que estoy hablando con el titular de la línea, porque semejante oferta no se la puedo hacer al suplente ni al director técnico. Bueno, en tal caso, le pido a usted que reflexione. Piense si el celular que tiene hasta ahora alcanza para satisfacer todas sus necesidades y deseos. ¿Verdad que no?
Mire:
n Seguro que alguna vez llamó a una chica para invitarla a salir y ella le dijo que no, o que sí, ¡pero sin sexo!
n Seguro que alguna vez ese hombre que le pidió su número y prometió llamarla, finalmente no lo hizo, o lo hizo tres décadas más tarde, y porque se equivocó de número.
n Seguro que alguna vez usted necesitaba que su madre, padre, novio, esposa, tía, acreedor, socio, cliente, jefe, paciente, no se comunicara con usted, y esa vez... ¡ring, ring, estás preso!
n Seguro que alguna vez lo llamaron para decirle que se cancelaba algo que usted quería hacer, o que no se cancelaba algo que usted no quería hacer.
n Seguro que alguna vez el celular llamó cuando usted estaba en el lugar, el momento o con la persona equivocada y se le armó algún bolonqui.
¿Se da cuenta de lo que le digo, lector, se da cuenta? ¡Su antiguo celular no resuelve todos sus conflictos, ni colma sus deseos, ni satisface sus necesidades básicas! Por eso le ofrecemos uno nuevo.
¿Usted nos pregunta si el nuevo va a resolver todo eso? ¿Quién lo sabe, lector, quién puede predecir el futuro? ¡El futuro no existe, son los padres! Si nosotros de verdad pudiéramos vaticinar exitosamente lo que va a pasar, no estaríamos vendiendo celulares, ¿me entiende?
Pero, en cambio, podemos hacer conscientes sus conflictos presentes, con lo que ya le ahorramos unas horas de sesión. ¿Sabe usted lo que cuesta una hora de sesión? ¡Más o menos lo mismo que una hora de llamada de celular, lector! Por eso, ¡ya, ya, antes de que usted compre, le estamos regalando una hora gratis! ¿Se da cuenta, lector? ¡Usted ya ganó, usted ya ganó, todavía no nos dijo ni que sí, ni que por supuesto, ni que de acuerdo, y ya le regalamos una hora! Somos generosos, lector, somos generosos.
No, no nos diga que le estamos haciendo perder tiempo, lector, porque el tiempo va y viene, no es como el dinero, que se queda siempre en nuestro bolsillo. Piense que el tiempo que está perdiendo usted, lo pueden estar ganando sus hijos, o nuestros hijos, o nosotros, pero alguien siempre gana el tiempo que otro pierde.
Bueno, lector, llegó el momento en el que usted nos diga que sí, que acepta nuestro nuevo celular, para quererlo y acompañarlo en la riqueza y en la pobreza hasta que un nuevo modelo los separe, o bien –porque en estos somos democráticos– díganos cuándo, en el lapso de los próximos 10 minutos, lo podemos volver a llamar.
Gracias, lector, y si le gustan nuestros chistes, puede tomarlos con ringtone, con un mínimo recargo. Ha sido un placer. Lo vemos el sábado que viene.
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