› Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Terrible, verdad? No, no me diga que a usted no le pasa nada, que todo le da igual, que da lo mismo el que labura todo el día como un buey, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley, porque no le creo. Usted es nuestro lector, nos conocemos desde hace 26 años, y ya nos adivinamos. Y usted no es de hierro. Ni de vidrio. Ni de teflón. Ni de tungsteno enriquecido.
A usted las cosas no le rebotan, ni le refractan, ni le reverberan, ni le resbalan, ni le “re” nada. Y usted, estos días, seguro que está conmovido, como lo estamos nosotros, por esta semana convulsa y arrebatadora, como suelen ser las semanas previas a los actos electorales.
Vemos campañas negativas: afiches, debates, tuits, pegatinas, insultos retroactivos a los tatarabuelos de los candidatos opuestos. Fotos en los que se los muestra de bebés aceptando una coima de la niñera. Videos en los que se los muestra en situaciones inequívocamente equívocas, teniendo relaciones sexuales con su loro, introduciendo cosas donde no deben ser introducidas (por ejemplo, metiendo proyectos de ley terribles en el Congreso), durmiendo en sesión, paseando por el Caribe y mandando a su clon al Congreso, proponiendo el aniquilamiento de los sapos sospechosos de estar en el narcotráfico, cazando dinosaurios, invirtiendo una suma estrafalaria de dinero estatal para revivir a los dinosaurios al solo efecto de cazarlos y volver a extinguirlos, mostrando que se llevan bien con la suegra. De todo.
O, peor que eso, las campañas a favor, las positivas.
El candidato haciéndole un caño a Messi, explicándole a Einstein la relatividad, psicoanalizando a Freud, diciéndole “no” a Angelina Jolie (o a Brad Pitt, según el gusto de cada uno/a), votando a favor de la ley de identidad de número (una persona puede ser todas las personas que sienta que es) cambiándole los pañales sucios a quien lo solicite, donando sangre, orina y sudor. Y lágrimas. Lo vemos mostrando un origen humilde, un pasado pionero, un presente heroico y, como dirían Les Luthiers, varios futuros venturosos. Para él y para todos nosotros, siempre y cuando lo votemos. Lo vemos condenando todo lo que condenaríamos, y favoreciendo todo lo que queremos, querríamos o quisiésemos.
Y también los vimos debatir. Entre ellos. O con los perfiles, los mensajes, los tuits de los otros.
Y vimos a los faranduleros apoyar, denostar, enaltecer, defenestrar, alabar, vilipendiar, aplaudir, floripondiar, comerse crudos a sus referentes del caso.
Todo lo vimos. Lo escuchamos. Lo tocamos. Lo olfateamos. Lo degustamos. Ninguno de nuestros sentidos quedó fuera de esta campaña, mientras internamente luchábamos por decidir con nuestra cabeza, o lo que así creíamos, para tomar la propia decisión sufragante.
Y nos acostumbramos. Nos acostumbramos a tenerlos en nuestros canales, diarios, celulares, radios, en nuestra familia, en nuestras comidas y bebidas, en nuestra cama. Todo el tiempo. Nos hicimos adictos a la campaña. ¿O no?
Y ahora, de repente, nada. Veda. No se puede.
Síndrome de abstinencia total.
He visto personas salir a la calle semidesnudos, gritando: “¡Spots, spots, espacios cedidos, espacios cedidos, debates, debates, promesas, ilusiones, mentiras, algoooo!”. Y nadie hizo nada por ellos, porque en estos días no se puede.
A riesgo de ir preso, me acerqué a un pobre desesperado y le dije: “Le prometo que el lunes vuelven... aunque sea algunos”. No sé si habrá calmado su “sufragium tremens”, pero era mi deber intentarlo, como ciudadano. Y si me paraba la policía, le iba a decir que “llevo algunas ilusiones conmigo, pero son para consumo personal”.
Estamos en veda, lector. No le prometa a su mujer o a su marido que lo/a va a amar para toda la vida, o que se va a separar de él/ella, porque hasta mañana a la noche no se puede. No le diga a su hijo que le va a regalar un auto, ni a su padre que desde el lunes será un correcto estudiante de ciencias aleatorias, porque no es legal. No les diga a sus pacientes que con esa pastillita se va a curar, ni a su amante que es la última vez que le pasa esto (que es la primera no se lo cree nadie, es una vieja consigna electoral). No alardee con que usted hace (o conoce donde hacen) las mejores empanadas, pizzas, ravioles o zapatillas. No prometa que “desde mañana hago dieta”.
Hágalo, haga todo eso, si quiere, pero no lo prometa. Porque estamos en veda electoral.
Nos vemos la semana que viene, lector (no lo tome como promesa, sí como deseo).
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