Sábado, 4 de octubre de 2014 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector? ¿Qué anda haciendo? ¿Está usted comiendo, trabajando, mirando su programa favorito, teniendo un hijo, ahijado o sobrino, divirtiéndose con su “nosotros qué somos”, escribiendo la novela de su vida, creando el monólogo que va a hacer reír a generaciones, descubriendo la vacuna contra la “caradecul”?
O... uy, digo... ¿no estará usted... por ahí... desacatando la orden, la decisión plenipotenciaria, el fallo del final irreversible de un juez que era amante de los jueves (diría Charly), que tiene una mujer neurótica sirviendo el té, y un buitre recorriendo el despacho a ver si consigue algo como para ir pasando el día?
¿Vio, lector? Como este mismo diario anunciara en su tapa del pasado martes, somos una manga de “desacatados”. Sí, el comisario de Trulalá debería hacernos repimporotear en el calabozo a los 40 millones de argentinos, incluido Messi, Máxima y Francisco, ya que es el país, entero, el que fue declarado “en desacato”.
¿Puede un país entero ser declarado en desacato?, preguntará usted, perspicaz, astuto, pertinaz, casi obsesivo. “No”, le responderé con el apoyo de la cordura y el sentido del absurdo más o menos conservado. Pero, ¿acaso lo imposible es un límite cuando se trata de la voracidad del ser humano sobre sus semejantes? ¿Acaso no son, muchos de ellos/nosotros, capaces de ver cosas que no existen, verdades que nunca fueron, teorías incomprobables, y apoderarse de dinero, almas, cuerpos de sus semejantes, sin que les tiemble el perfil de feisbuk?
¿Puede un juez, una corte, o cualquier tribunal que se precie, aunque sea mínimamente y en inglés, de impartir justicia, ser capaz de considerar justo, legal, aceptable la postura de quien compra algo por nada y lo quiere vender por muuucho? ¿Está bien engañar, aprovecharse, apropiarse de los recursos de sus semejantes? ¿Es eso justo, legal, correcto?
Si lo fuera, vamo’ a parafrasear a Hamlet y decir que “hay algo podrido en Dinamarca, Dakota, Dakar, Detroit, Dover, Dubai, o Dondesea que se asiente el tribunal en cuestión”.
Pero resulta que el juez decidió que “Passus pari” o alguna otra expresión latina similar, somos una manga de desacatados porque no hacemos lo que los fondos buitre, apóstoles del sentido común, decidieron que nos corresponde hacer.
O sea, pagar.
No, o sea, pedirles más plata para poder pagarles, y deberles más, mucho más. Y si no, ¡desacatados!
Por más que sea la decisión de un juez, parece de lo más injusto. Ya sabemos que los abogados lo pueden arreglar todo con frases en latín, “Lex dura lex”, “Alea jacta est”, “Ego puto in orto meo” (que quiere decir “pienso en mi jardín”), “Aura mediocritas”, o la muy médica “Primum, non nocere”, que quiere decir “Primero, no dañar”. ¡Esa parece que a los fondos buitre no se la contaron! Claro, ellos tienen abogados, no médicos.
O sea que esta vez hablamos de justicia. Y de injusticia. Que, claro está, es subjetiva. Por más que uno de los lemas de los EE.UU. sea “Justicia para todos”. Bueno, en verdad no están transgrediendo el lema. ¡Que haya justicia para todos no quiere decir de ninguna manera que todos tengan que tener la misma justicia! ¡Los que pueden pagar una justicia mejor la tienen! A los que no, el Estado les brinda el servicio, pero no pretendan una Justicia de la misma calidad, gratis.
Y por eso los fondos buitre se ponen taaan buitres, necesitan la plata para poder seguir pagándose una Justicia de la mejor calidad.
No los entendemos. Son unos incomprendidos. Y nosotros, unos desacatados.
Así es el mundo. Así es la cosa. Así es la cosa, Mafalda.
¿Se acuerdan? La primera vez que salió publicado el segundo tomo de la tira se llamaba así. Fue en los ’60. Todos teníamos 50 años menos. Hasta los titulares de los fondos buitre eran jóvenes. Capaz que les gustaban los Beatles. Capaz que alguno de ellos canturreaba “Money Can’t Buy Me Love”. Capaz que no.
¿Es una desacatada, Mafalda? ¿O una desencantada? ¿Se tragaba “la sopa” para no decir “el sapo”?
No lo sabemos. Pero a ella, la que nos alegró la infancia, la que nos ayudó a entender lo inentendible, la que quizá nos hizo desacatados, le dedicamos, con todo cariño, este suplemento, ahora que cumple 50.
Hasta la semana que viene, lector.
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