› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo está? ¿Qué tal vino esta semana? Movidita, ¿no? Interesante, ¿no? ¿Usted sabía que hay una maldición china que dice “Ojalá que te toquen vivir tiempos interesantes”? Fuerte, ¿no? Fíjese que es la que Eric Hobsbawm, el reconocido y recientemente fallecido historiador, utilizó como título de su autobiografía, Tiempos interesantes.
Bueno, ya estaban los Tiempos difíciles, aquella novela de Dickens que nos mostraba la Inglaterra pobre de hace dos siglos. O El amor en los tiempos del cólera, con el realismo mágico de García Márquez. O El tiempo y los Conway, aquella obra teatral de Priestley que nos mostraba el ir y venir de una familia inglesa, o En busca del tiempo perdido...
Lector, usted ya sabe que el tiempo es uno de los temas quizá preferidos de quien esto escribe, a la hora de compartir con usted este espacio de todos los sábados.
Volvamos al espinoso tema de las maldiciones. Existen también las maldiciones judías, que son en idish (como manera de suavizarlas, porque si fueran en hebreo, capaz que se cumplen, y no es para tanto), y que han adornado tanta obra literaria de, por ejemplo, Sholem Aleijem: “Ojalá seas rico... el único rico de tu familia”. ¡Guau, eso sí que es una maldición! Aunque quizá sea peor aun ésta: “Que tu familia y tus vecinos crean que sos rico”. Para no hablar de cuando las agencias de impuestos creen que uno es rico, salvo que estemos en uno de esos países donde los impuestos se crean para que los paguen los pobres. No es nuestro caso... por ahora.
Algunas maldiciones judías –traducidas del idish por Eliahu Toker, querido maestro y amigo– son:
n Que le crezcan cebollitas en el ombligo.
n Que Dios le mande un tonto y no pueda sacárselo de encima.
n Que tenga un negocio enorme, repleto de mercadería, y que no le pidan nada de lo que tenga, ni tenga nada de lo que le pidan.
n Que tenga una picazón donde no se pueda rascar.
¿Curiosas, no? Porque son maldiciones, parecen maldiciones, y si se cumplen, son terribles... Imagínese que en verdad le pica en un lugar en el que no puede rascarse. Nadie muere de eso, ¡pero el momento hay que pasarlo! Bueno, quizá si uno está acompañado, puede conseguir que el otro/a lo/a rasque justo ahí... No, ahí no, ahí... no, ahí tampoco... un poquito más abajooo, más a la derecha... ¡ahí, ahí!
¿Y por casa cómo andamos? Porque mire que maldiciones tuvimos, eh... O si no, ¿qué fueron?
n El que apuesta al dólar, pierde.
n Estamos condenados al éxito.
n Tenemos que dejar de robar por dos años.
n Estamos mal, pero vamos bien.
n Vamos a bajarles el sueldo a los jubilados.
¿Menos simpáticas, más cercanas y dolorosas, no? Sí, lector, lo sabemos, lo compartimos, lo sufrimos juntos, usted y nosotros. Pero parece que últimamente la maldición que se impone en estos pagos es:
n Ojalá que Lilita hable bien de tu partido.
¡Uyyyyy! Esa sí que da miedo. Piense usted en la Alianza, el ARI, el Acuerdo Cívico y Social, la Coalición Cívica, el Unen... uno más, y los norteamericanos van a empezar pensar en un hit del cine catástrofe, una remake de Apocalypse Now!, donde Lilita sería una nueva versión del Capitán Kurtz (Marlon Brando) y... ¿Mauricio, Ricardito, Binner? recorrerán todo el país para tratar de detener a esa posible aliada que destruye todo cual Martin Sheen en aquella famosa versión. Y quizá Sergio de Tigre diga, cual Robert Duvall: “Me encanta el olor del porro por la mañana... huele a trompadas”.
No nos haga caso, lector: son los efectos del momento del año que estamos viviendo.
Pero si es por maldiciones, en EE.UU. también tienen a montones. Por ejemplo:
- Ser afrodescendiente en Missouri y que te vea un policía blanco
- Ser afrodescendiente en Missouri
- Ser afrodescendiente y no ser presidente, ni actor famoso, ni basquetbolista consagrado
Es cierto que hasta hace 60 años no podían estar sentados en el colectivo si había un blanco parado, y hoy pueden sentarse en el sillón presidencial pero, de todas maneras, a la hora del cotidiano, la cosa se complica. Y también es cierto que “no ser afrodescendiente, y sí ser presidente de los EE.UU.” tampoco te salva de las maldiciones, aunque no fue en Missouri sino en Dallas, hace poco más de 50 años.
Bueno, pero dejémonos de maldiciones, supersticiones y prevenciones, que no se trata de esto.
Se trata de libros. Y de la noche.
Porque así como el 31 de octubre en los países sajones festejan Halloween, y recuerdan los tiempos de la caza de brujas, hoy, 29 de noviembre, en Buenos Aires, se recordarán los tiempos en los que la gente iba por la calle “con un libro en la axila”, o que después de ver una película decía: “Me gustó más el libro”.
Hasta la semana que viene, lector.
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