Sábado, 12 de marzo de 2016 | Hoy
Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Festejando al compás de los globos amarillos, o protestando al compás de los números en rojo?
Vivimos tiempos “binarios” diría un matemático con aspiraciones sociológicas, en los cuales uno cae rápidamente en uno de los “dos lados”, que en verdad no existen, son virtuales, ya que gran parte de la gente anda “ circulando de acá pallá” y su mayor objetivo parece ser simplemente no caerse por el agujero de la brecha a una especie de gran pozo, tal vez atmosférico, que parecería marcar los destinos nacionales, si no mundiales, o al menos continentales, “si no hacemos lo que nos dicen que hagamos”.
Quizá suene complicado el párrafo anterior, querido lector, querida lectora, en tal caso le pido disculpas y disculpos, pero es que la realidad y el realidad son difíciles y difícilas de explicar y explicor.
Quiero decir, poniendo las cosas en negro sobre amarillo, que son días en los que nadie entiende nada o, si algo se entiende, parece preferible creer que “eso no es, cómo va a ser eso, debe ser otra cosa, seguramente tendrán algo mejor escondido en la manga, debe haber un plan B, o un plan K, o M, o Z, en la tele dicen que está todo más o menos bien, algún decreto va a salir, no puede ser que después de tantos años lo resuelvan de esta manera”, o “yo me pregunto cómo resolvería Nietzsche, Freud, o Batman una situación así”,
Se escuchan diálogos delirantes, como el de la señora en la verdulería que le dice al vendedor: “Estos tomates no están buenos... no, no es el color, ni el olor, ni la consistencia, ni la textura... es el precio”.
El gobierno cumple tres años ¡uy, perdón, no, cumple tres meses! Lo que pasa es que es como si fueran tres años. Okey, lector, disculpe. Cumple tres meses, y lo festeja con “una salva de cien mil despidos”.
Se pierden muchos puestos de trabajo en el Estado, pero para compensar, también se pierde una importante cantidad en el sector privado. Pero, para compensar, aumentan las tarifas de los servicios públicos. Pero, para compensar, aumentan los precios de los alimentos, alquileres y demas gastos del sector privado. Pero, para compensar, la gente que antes no pagaba ganancias parece que ahora va a poder pagar. Pero, para compensar, se les va a pagar a los fondos buitre todo lo que se les debe, lo que no se les debe, lo que se les debería y lo que se les deberiola. Pero, para compensar, se cierran planes sociales y de estumulo a la formación profesional. Pero, para compensar, se nombra a los CEO de importantes multinacionales como ministros del gobierno nacional. Pero, para compensar, se libera el dólar.
Si usted no se siente compensado con tantas medidas, es su problema, lector. En este nuevo mundo neoliberal es muy fácil ser feliz. Solamente hay que salir a la calle y te regalan un globo amarillo. Bueno, en verdad, el primero te lo regalan...
Tampoco está bueno esto de salir a la calle, porque está muy peligrosa. Está lleno de gente que nos acecha y trata de apoderarse, ya no de nuestra riqueza que no tenemos, pero sí de nuestro puesto de trabajo.
Y aquí surge un gran problema, lector. Alguien diría que el gobierno no sabe de este peligro. Pero sí que lo sabe. Y de hecho, los reprime cada vez que puede, los acusa de grasas, de “militantes”, de tener ideas políticas (sean las que fueran), o de ñoquis.
Y luego dicen que “la gente está contenta porque echamos a los ñoquis”. Esta gran diferencia entre “la gente” y “los ñoquis” parece ser un tema casi definitorio, lector. Porque entonces “los despedidos”, si son “grasa” o “ñoquis”, no son gente. Nadie en su sano juicio cuando pide “ñoquis al filetto” se imagina que se está morfando a su tía Eulogia o su vecino don Albertito. Los despedidos, entonces, dejan de ser gente. Y uno, para seguir siendo gente, o persona, y no ñoqui, debe mantener su puesto de trabajo, a cualquier costo.
Esto de “deshumanizar a un grupo social” para luego desintegarlo (de la sociedad), será jodido, pero no es original. Se usó en Alemania (con los judios, los gitanos, los gays, etc), en Turquía (con los armenios), y acá mismo, en los 70, con “los subversivos”, extraño género de seres que se parecía de afuera a “la gente” pero claramente “no lo eran”, y por eso, sólo por eso, constituian claramente una amenaza tremenda para “la gente de la que nadie dudaría que es gente”.
En nuestro país, allá por los 60, la sabia pluma del humorista Landrú los definió como “Gente como uno” (GCU) y “Gente como ellos” (GCE). El humor se adelantó a la realidad, pero se mantuvo en ese caso en los límites de la cordura: mantenía el término “gente” para todos. Los trágicos, en cambio, les quitaron esa palabra a aquellos que “se veían, parecían, o simplemente pensaban diferente”. Contraponiéndose a Marx, en nuestro país la sátira se repitió como tragedia. Así nos fue. Así nos va.
Decíamos que no son originales, pero no por ello dejan de llamar la atención, en su particular manera de conseguir que “la gente” los apoye, o al menos mire para otro lado. No nos extrañaría que este equipo logre cierto prestigio, y sea luego convocado por otros gobiernos del mundo que sienta que “parte de su población le sobra”.
Es igualmente extraño el tipo de debate que se está dando. Por ejemplo, en todo gobierno suele haber “halcones” que buscan la accion rápida, y “palomas” que tratan de que la cosa sea lo más pacifica posible, aunque lleve más tiempo. En éste, existe un tercer tipo de ave, “los buitres”, que actuarían de las dos maneras: pagarían rápido por el otro y se endedudarían por mucho tiempo.
Y entonces, hay “gente” que se cree “gente”, que pone cara de “yo lo voté, y a mí todavía no me echaron” que dice que
Q “Hay que darles tiempo” (¿para que terminen de echar a un millón de personas, para el dólar llegue a la luna, para que el último churrasco de lomo saque pasaporte de la UE?)
Q “Esto duele, pero hacía falta” (¿se trata de un nuevo movimiento Mas& Pop, o sea “masoquista y popular”? Porque si uno les pregunta: “¿Por qué era necesario?” Te dicen: “No sé, yo no entiendo de política”. Al mejor estilo Alonso y los contratos petroleros)
Q “Es que no se aguantaba más” (¿qué es lo que no se aguantaba, que había inflación pero había más trabajo, que había más gente incluida, que la Presidenta hablaba al país y comunicaba lo que hacía, o que los medios decían que “no se aguantaba más”?)
Bueno, lector, pasan muchas cosas que desconocemos, y seguramente pasarán muchas más. En este suplemento queremos reflejar desde el humor los tres meses transcurridos desde aquel “baile en el balcón”.
Nos vemos la semana que viene.
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