Sábado, 6 de diciembre de 2008 | Hoy
Por Rudy
Lector, por fin un suplemento de los que podemos decir “este es uno de los suplementos que queríamos hacer, que hace rato que queríamos hacer, que siempre quisimos hacer, es más, que hubiéramos querido hacer hace 25, hace 50, y también hace 75 años, pero recién ahora los recursos tecnológicos nos lo permiten, ya que aunque parezca extraño en un país que cumple casi 200, la democracia recién cumple 25... (si algunos creen que cumple más pero parece 25, diremos que mujer al fin, por ahí se sacó algunos añitos).
En serio, lector 25 años de democracia, más allá de acuerdos, desacuerdos y nomeacuerdos, merecen ser festejados, celebrados, conmemorados... sobre todo esto último, con-memorados... “con memoria”, memoria compartida. Está bien, uste me puede decir que Francia, que tiene más de mil años, apenas tiene unos cientos y pico de democracia, o que España, que tiene más de 500, apenas si tiene treinta y pico de democracia. Y va a tener razón, lector, va a tener razón... pero en algún lugar uno siente que es poco tiempo, ¿no?
Bueno, también lo podemos mirar desde el lado positivo... hace digamos unos 250 años, en casi ningún lugar del mundo la gente elegía a quien la gobernaba... ahora, en gran parte del mundo la gente elige... OK, usted me podrá decir que la gente es lo suficientemente adulta como para gobernarse a sí misma, y es posible que usted tenga razón, lector, seguro que usted tiene razón... el problema es que para muchos, “sí mismo” incluye a otros, entonces las personas necesitamos algunas reglas que determinen donde terminamos nosotros y empiecen “los demás”, porque si no, uno puede llamar a otro: “Mi hijo, mi mujer, mi marido, mi padre, mi vecino, mi amigo, mi empleado, mi contertulio, mi compatriota, mi conciudadano” y tener solamente registro del “mí”, y no como nota musical, sino como posesión, “es mía, mía, y mía” se le oyó cantar a un extraño poeta automotor.
También se dice “el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes”. Y lo más grave aún es que a veces hay personajes, o corporaciones (grupos de personajes) que llegan a la conclusión de que “el pueblo no elige a sus representantes sino a través de... sus botas” y se erigen en representantes, o gobernantes, sin que nadie, más que ellos mismos, los haya votado, elegido, ni nada.
Y por eso es que estamos festejando los 25 años de democracia. Los 25 años seguidos... porque hace 30, no había democracia: había mundial, paraguas importados e industria deportada, había persecuciones y prohibiciones, estaba la dictadura más nefasta que podamos recordar (aunque las comparaciones son odiosas, ya decir verdad, todas las dictaduras son nefastas). Hace 40 años no había democracia, había Mayo del ’68, pero en otro lado, había hippies, Beatles y otras maravillas, pero democracia, no. Y hace 50, había, pero más o menos, ya que un partido, quizás el que más veces fue y es mayoritario en el país, estaba prohibido. En estos 25 años nos pasó de todo, lector. Y podemos recordar algunos de esos momentos con alegría, otros con tristeza, otros con nostalgia, otros con cinismo. El tema es que podemos. Y ese quizás sea el mayor mérito de la democracia, que podemos.
Nos vemos el sábado que viene, lector.
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