LUX VA AL TEATRO
No fue posible saber si es que nada, nada queda de su fiesta primaveral o si es que el olvido esta vez fue más corto que el amor. Lo cierto es que Lux volvió y apenas si musitó alguna sílaba sobre sus aventuras en el Día de lxs Estudiantes. Sin embargo, ahora que volvió, se lx ve rarx, como encendidx; tanto que pudo aportar luz a un súbito apagón en un vestuario de varones. Eso sí: antes, un cacho de cultura.
Sábado a la noche, fin de mes. En mis bolsillos habían dos monedas de cinco centavos, un ticket de subte usado —le quedaba un viaje— y un pañuelito de papel, también usado, que no pensaba tirar porque ahí estaba la única prueba de mi aventura en el Día de la Primavera. No, no puedo describirla. Baste decir que ése era mi estado casi una semana después.
Secx pero no dormidx, me fui en busca de teatro gratarola en el Rojas. Cola interminable, entradas agotadas, pero quedaba una filita triste a un costado para los que por alguna gracia suprema podríamos llegar a intentar encontrar un lugar en las escaleras del auditorio. Solas, rezaba el cartel, con una rubia de rulos —bastante linda por cierto— que aparecía como Droopi en todas las letras. La Noy fue mi salvoconducto: “¡Teneme el saco, la cartera y apurate, queridx, que no tenemos todo el día!”, fue su saludo. Obedecí mansx la orden y la seguí como burrx de carga hasta la primera fila.
Ya ubicadxs, escuchamos a una señora grande, bastante desmejorada, que empezó a preguntar a todos los que tenía a mano cosas tan inverosímiles como el signo zodiacal o si la conocían de la cola del banco. Después, una seguidilla de personajes que nos dejó boquiabiertxs: una poetisa atribulada por los nervios que termina en malla al ritmo de una canción de Madonna, una mina pasada de rosca que hace 70 bizcochuelos en 24 horas, una solterona que se la pasa esperando al hombre incorrecto, una recién casada abandonada, una adicta al footing... imposible no identificarse con estas mujeres perdedoras. Mi acompañante casual no paraba de tomar notas, como poseída, como una médium entre travestilandia y uno de los últimos reductos culturales que quedan en el Macricosmos. Ovacionada, la estrella Julia Amore se retiró a los camarines y La Noy, como pancha por su casa, arengó a los presentes para terminar la noche en la Zapi, pizzería con fútbol 5 incluido sobre calle Corrientes. Las pizzas de jamón y morrones desfilaban frente a los comensales al mismo tiempo que los chongos que terminaban el fulbito iban derecho a los vestuarios. Hartx de mi Noydriza, me camuflé dentro de un toallón. Gesto inútil, si lo hubo, sin depilar soy más blandx que el agua, que el agua blanda, como un colchoncito de peluche sobre el que se recostó un goleador con jabón en los ojos –¿tenía o se hacía?– que se dejó secar las orejas, las ojeras y hasta el ojo negro que como cíclope me miraba entre sus piernas. ¿No podrán poner reservados en el vestuario de los muchachos? “¿Y para qué, Lux?”, me dijo el gran DT mientras evaluaba mi puntería con ganas de ponerme al frente. Sí, al frente de su equipo, con estas piernas que diosx me ha dado, puedo hacer más que flexiones en la ducha. “Ay, sí, probame”, dije yo, olvidadx de mi camuflaje justo cuando un súbito apagón me salvó de quedar a la intemperie, de disfraz y de intenciones. De todos modos, nadie se hubiera dado cuenta de que esto era fútbol 5, pero en el vestuario bien que hacían scrum y el gran DT ya se había perdido en la montonera aprovechando la oscuridad. Agil y escurridiza como una guinda, dejé a los muchachos en sus afanes; la verdad es que no quería otra noche tan agitada y a esa altura tenía miedo de perder mi única posesión valiosa: el ticket del subte. Antes de perder la pernera, palmé el bolsillo, besé los azulejos que me habían hecho feliz por un instante y volví al salón en busca del último morrón. Ni morrón, ni morrongo, el tiempo había escapado, fugaz, como mi ánimo deportivo. Robé una aceituna, me sequé las comisuras con una servilleta y me sumergí en el caliente túnel de la línea B rumbo a Parque Chas. Ya que la noche estaba perdida, tal vez yo todavía era capaz de perderme en ella. l
Solas, sabados a las 20, Auditorio Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2038.
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