Viernes, 9 de octubre de 2009 | Hoy
CABLE
¿Por qué la serie más exitosa entre las lesbianas del mundo en Argentina se levanta sin previo aviso?
Por Mala Riestra
Es jueves y la desubicada de Karina me llama para ir al cine.
—¿Estás loca, Karina? ¡Hoy dan The L Word!
Ya me pedí mi 1/4 kilo de Chungo y en este momento estoy esperando que los alcauciles (la verdura de estación recomendada por Narda) estén en su punto justo para sencillamente meterme en la cama a ver mi novela favorita.
Karina insiste, pero le corto. Lo mejor en este día sagrado sucede en la tele. Me preparo mi bandeja llena de alimentos, unos bebestibles y entro en el cuarto con la felicidad de las ingenuas. Pero en ese mismo momento me acuerdo de mi ex y algo se empaña. Ella odiaba esos libros que se apilaban por meses en nuestro dormitorio justo al lado de la tele, ahora los ordeno como un acto de reivindicación de mi soledad. Tanteo con mi mano derecha el cajón de los vibradores, no vaya a ser que esta conchuda se los haya llevado todos. Alguno falta Siento un volcán de furia de sólo pensar que los puede estar usando con otra.
Finalmente enciendo la tele. Me relamo pensando en el capitulón que voy a ver, la última vez Tina se sentó en la cara de Beth a modo de reconciliación y casi acabo. Son las nueve en punto. Institucional del canal, un segundo de pausa y ¡NO! Una serie idiota de adolescentes idiotas con idiotas superpoderes. Es la tercera vez que me hacen lo mismo, el tercer año consecutivo. Levantan la serie cuando quieren, sin avisar, sin saber si Jenny está viva o muerta o si Shane va a seguir metiendo la lengua en las grietas más impropias. ¡Es intolerable! ¿Qué somos nosotras? ¿Usuarias itinerantes? Debería llamar a estos delincuentes de la Warner...
Seducida y abandonada, a punto de llamar a mi ex o a Karina, que seguro ahora está comiendo con mi ex, decido entrar en Internet para enterarme en cualquier blog de las islas Canarias todo lo que la tele no me da: que Max, el trans, ha quedado embarazado, que Jenny fue asesinada, que Beth espera un hijo, que la serie terminó también en Los Angeles, pero que sigue convertida en reality show. ¿Requisitos del casting? “Lesbianas que planeen adoptar, que sean poderosas portadoras de tarjeta de crédito, que sientan a sus amigas como a su familia...” Que hayan tenido sexo con la mayor parte de esa familia, habría que agregar. Porque, vamos...
Sí, estoy segura, mi vibrador negro está en manos de Karina y en partes innombrables de mi ex. “El amor es un engaño de nuestras hormonas”, canta Violencia Rivas y yo rezo: “Gracias, diosa, por haberme dado a Capusotto en Canal 7”. No voy a llamar a Warner, le voy a escribir a Cristina para que entre tanto fútbol de vez en cuando pongan una serie con algo de diversidad. Y que los cipayos del cable me vayan borrando de su lista de clientes.
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