Invitada al Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en Tucumán, Naty Menstrual no sólo fue y participó, sino que anotó sus impresiones en su cuaderno de bitácora.
La asamblea de San Telmo me invita al Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán... Me quedo muda y en mi cabeza rebota ENCUENTRO DE MUJERES, MUJERES, MUJERES... Yo no soy mujer, no me siento, no quiero. Ser hombre, ser mujer, ser trava, ser torta, ser humano... ¿Qué soy? Sólo seré lo que deba ser o si no seré nada... o seré todo, lo que me pinta, lo que me sale. Quiero ir.
Por comentarios sé que es un encuentro emocionante al que vale la pena asistir alguna vez en la vida, por lo menos. Empiezo a preparar el bolso: pocas cosas, tacos por supuesto, un par de ojotas, algún vestido, algún collar, y boludeces, nunca fui una aplicada boy scout.
Llega el gran día, nos encontramos en el local de convergencia, llenamos dos colectivos de esos de dos pisos. Me toca arriba. Me agarra la ansiedad, cargué el bolso con comida: croquetas de acelga que tenía, sándwiches de mortadela, caramelos flynn paff y palitos de la selva. Menú fino y molecular, cocina de autor barrial. El viaje es largo, pero tengo a mi aliado Alplax. De todos modos se da charla, empezar a conocerse, a intercambiar. El colectivo recalienta. Hay que parar. Y así vamos carreteando a las tierras de Palito Ortega... La felicidad, ja, ja, ja ja.
Llegamos. Hay mujeres de todos los colores, de todos los sabores, de todos los tamaños, de todos los olores. Perfume de mujer. Mujeres por doquier tomando Tucumán. Tomando una ciudad con historia de represión, violación, con uno de los más altos índices de desaparecidos en época dura y militar. Estamos en democracia, pero hay desagradables reflejos que nunca cambian. Me cuentan que hay alrededor de 50 talleres donde las mujeres se juntan a debatir, a compartir, a intercambiar, a ver si pueden por fin cambiar algo de todo eso que les enrojece las mejillas de tanto cachetazo de machismo cada día que pasa. Suena la palabra patriarcado. Me voy a encontrar con unas amigas en la plaza Urquiza, enfrente del Colegio Nacional. Conozco una torta genial con la que hacemos tráfico de birra, ya que en la tierra de la casita de Tucumán en la vía pública no se puede chupar. Un termo Lumilagro nos resguarda de la ley. Miro a un pendejo cuasi adolescente con una cara preciosa que me hace calentar. Le digo a una amiga que me estoy por enamorar... Me dice que no es un pendejo, que es una torta y me quiero matar... Cosas que pasan, no dejo de sorprenderme y aunque veo que tiene unas incipientes tetitas me termina gustando igual...
Son muchas mujeres, muchas, tortas, bi, héteros, gordas, flacas, lindas, feas, más o menos, docentes, abogadas, fotógrafas, escritoras, amas de casa, desocupadas, nativas, artesanas... Me siento bien. El calor de Tucumán castiga, la tierra vuela, pero todas estamos unidas en esta fiesta y nada nos va a hacer parar.
Llega la noche. Seguimos tomando birra. En la plaza, un poli desagradable le arranca la botella de cerveza a una chica y se la vacía con ironía delante de su cara; otra chica gordita sube al escenario donde se está armando una linda fiesta y pide por favor que se retire la policía, que sabemos que todas somos mujeres grandes y nos podemos cuidar solas. Un sorete poli cerca mío no sabe que mi oído está bien despierto todavía y escucho su desagradable comentario: “Mira la gorda ésa... ¿no era que se había muerto Mercedes Sosa?”. El estómago se me anuda. La poli anda con puntero láser barriendo la plaza para ver qué encuentran. Lo que no quieren y no les conviene no lo ven, como en todos lados, es mas fácil joder al que no tiene poder, aunque se olvidan de que casi 18 mil mujeres juntas también lo tienen, aunque les cueste creer.
El colegio donde nos dejan dormir es un colegio de ciegos llamado Braille. Pienso en que a lo mejor nos mandaron el colegio de ciegos para que no nos vean, pero es sólo una broma, nada más. Aunque a Tucumán le está molestando, dicho sea se paso nuestra visibilidad. Retumban en mi cabeza frases sueltas: “Ninguna mujer nace para puta”, “Aborto legal para no morir”.
La noche en bolsas de dormir en el piso. Mucha charla, mucha cola para ducha, pero nadie protesta y se escuchan risas. Mañana, domingo, gran marcha gran. La emoción empieza a recorrerme entera: habrá que marchar. Domingo de sol, de tierra y calor, en la plaza. La iglesia centra su energía contra los talleres del aborto como si fuera el único tema a tratar. Más allá del hambre, la miseria y mil cosas más. “Tucumán por la vida”, dicen los carteles que pusieron ellos por la ciudad: no me suena a verdad. Atardecer. Las mujeres se empiezan a juntar, recito “Los infelices”, la gente se queda muda: “Hoy festejaremos los infelices... los muertos en vida de tristeza...”
Y más mujeres. Ya es imposible que nos hagan callar. Se despliegan las banderas, se arman los grupos, las asociaciones, los partidos políticos, las mujeres independientes y todas empiezan a cantar. Se arma la marcha, los bombos retumban y empezamos a recorrer la ciudad. Primero la Catedral... se me pone la piel de gallina, sobre la vereda de la iglesia una fila de jóvenes con pinta de rugbiers se golpean el pecho y no dejan de rezar con mirada desafiante: “Ave María purísima, llena eres de gracia, el Señor es contigo”... Casi ninguna presencia femenina de ese lado; esos jóvenes, algunos más viejos y algunas sotanas que el viento hace mover al ritmo de las constantes campanadas que intentan tapar nuestros cantos: “Iglesia basura, vos sos la dictadura. Iglesia basura, vos sos la dictadura”.
Camino con piel de gallina, esos rezos y esas campanadas me hacen sentir que estoy dentro de la película El exorcista. Nuestros bombos van ganando y seguimos marchando por toda la ciudad. Ese es el encuentro de las mujeres, el encuentro de cuerpos, cabezas, almas y corazones que no quieren doblegarse. Veo en un pecho un pequeño pin que brilla. No encuentro a Julia Roberts. En ese pin brilla una frase que me hace respirar un viento fresco que me libera de tener que masticar tierra por lo menos un instante: “Mujer bonita es la que lucha”.
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