Viernes, 13 de noviembre de 2009 | Hoy
ORGULLO
Fue la Marcha del Orgullo número 18 y la madurez vino acompañada de un río humano que inundó la Avenida de Mayo con 100 mil personas. Un día de celebración y reclamos en la pluma de cuatro cronistas que no se quedaron a mirar desde la vereda.
Por Lux
Se acaba de ir el pedicuro. Tuve que llamarlo de urgencia. No hubo otra manera de quitarme los zapatazos que calcé el domingo y con los que he dormido hasta el momento de escribir esta página, dado que carne y material ya eran uno. Fue sangriento, es cierto, pero la marcha, como la fama, cuesta y unx empieza a pagarla desde el momento mismo en que decide qué cuernos ponerse. Y eso que yo fui sencillitx. Vivx y sencillx, jamás petisx. Tanto fue el alarde de mi sencillez que me subí en el camión de Soy y nadie pero nadie nadie tuvo a bien reconocerme. ¡Si hasta hubo uno que creyó que era agremiadx de Ctera marchando en solidaridad por la diversidad en las escuelas! Por la diversidad en las escuelas sí, por solidaridad, nada. Marché por mí y por todxs y eso no es ser solidarix sino tener la cabeza bien puesta. Y qué cosa ¿no? Porque mollera parece que falta en todos lados. ¿Qué le pasa a la gente? ¿Qué le pasa al periodismo? ¿Tan difícil es advertir que la alegría también es revolucionaria? ¿No es suficientemente revolucionario librarse del abrazo del rencor y bailar para exigir lo que nos merecemos? Y eso que rencores no faltan, porque después del papelón del Congreso, con ese rebaño de dinosaurios diciendo que no nos curamos porque no queremos y que donde hay matrimonio entre parejas del mismo sexo hay más droga y alcoholismo, quitarse el rencor fue tan difícil como sacarme los zapatos. Y sin embargo ahí estábamos todxs, lxs que marchamos y lxs que contramarchamos, lxs que empujaban carritos de bebés o llevaban a sus niñxs en los hombros, lxs que fueron en cueros y lxs que fueron con bombos, las lesbianas que reclamaban la concha de tu hermana —yo no tengo, que si no..., bueno, tendría que preguntarle— y los osos que pedían un abrazo de ídem, lxs que mostraban las tetas, lxs que mostraban el culo, lxs embanderadxs, lxs sueltxs, lxs abrazadxs, en pareja, de a tres, de a cinco y de a unx. Todxs ahí y faltaban miles a pesar de haber sido casi 100 mil, porque tampoco se puede pretender que a nadie le duela la panza justo el sábado a la tarde. Y todo para qué. Para no figurar ni a placé. ¿Que de qué estoy hablando? Revisemos: Orgullos gay, marcha gay, fiesta gay: los diarios se ahogan en creatividad y apenas les alcanza para modificar la consigna de la marcha. Ni uno solo le pegó. Y sí, fiesta, orgullo y marcha, pero primero que era bastante más que gay, y segundo que no estábamos bailando en la calle porque festejáramos un cumpleaños. Y tercero porque no hubo más imágenes que las de siempre, las amigas travestis más producidas y ya; el resto del mundo no existió, ni siquiera una panorámica que mostrara la multitud que marchaba. Y eso sólo en Crónica TV, porque América les tenía miedo a las tetas en pantalla, C5N tenía el helicóptero sin nafta y TN, bueno, TN tiene miedo de desaparecer, ¿habrá pasado a la clandestinidad por las dudas? No, cierto, estaban cubriendo la misa de vísperas de Lilita “Abismo” Carrió, que oraba para que alguien abra sus cartas en las embajadas del mundo.
Perdón por el exabrupto, prometo no ponerme a patear gallos como mi íntima y adorada Violencia Rivas —esa pionera—, voy a sumergir los pies en agua caliente y a inundar el garguero de algo fresco y así volverán las imágenes más bellas del sábado.
Punto para mí, que envalentonadx como estaba, subidx a esa selva artificial remedo del paraíso que fue la carroza de este suplemento, le emboqué limpiamente a la pelada de una fotógrafa tortita que se negó a hacer strudel con el material que le había caído del cielo. Ojalá que se haya convertido en sidra en boca de su amante que recogió del suelo la fruta y le puso el tarascón, feliz de reeditar en tan sencillo acto el pecado original. Que debe haber dado más de sí, ese pecado, pero un poco de metáfora no le viene mal a nadie. Punto para las manzanas, además, que tuvieron el buen tino de caer en las manos que se extendían al cielo —la gran mayoría—, aunque de allí no vinieran sino de nuestras terrestres y mortales manos. Pero era el cielo el que queríamos rasgar, al menos ese cielo catolicón, excluyente, machista y aburrido que pretende caer sobre todxs como un telón anunciando el final del placer, la libertad, la autodeterminación y el amor. Que se lo queden. Nuestro cielo es a imagen y semejanza de nuestro deseo. Ahí entramos todxs, con nuestrxs hijxs, lxs que nos parieron, lxs que nos criaron, lxs que nos acompañan y los que saben que la vida es ahora y no se puede esperar ni las promesas divinas ni siquiera las leyes terrenas que nos retacean.
Mil puntos —¿a quién cuernos puede importarle que unx le ponga puntajes, no?— para Andrea y Silvina que se entregaron a la cadena de brazos para subirse ellas dos y sus preciosxs trillizos, dos años más que cumplidos, al camión de Soy y resistieron lo que pudieron la música y la emoción de estar ahí, familia numerosa más que diversa aunque de todo hay un poco.
¿Y a las chicas de Casa Brandon? ¿Cuántos puntos ponerle a la increíble pelada de Jor, al megáfono de Lisa, tan magro como ella misma, bicho palo de humor indestructible que pedaleó junto a nuestro jardín de las tentaciones, colgada de la música y de una bandera arco iris tan grande como un cumulus nimbus arrojado en plena calle?
¡Y cómo están las chicas! Estas que les digo y todas, la Fernandita Laguna que musicalizaba y mostraba las tetas, las que se besaban en la calle, la que se pintó esos bigotes mezcla de Bombita Rodríguez y el Pepe Firmenich, con unas gotas de Antonio Banderas en versión muestra gratis. Con chongos así cualquiera se hace torta, vamos.
Y un punto final, redondo y perfecto, para las sonrisas de la inmensa mayoría de la multitud. Sonrisas que se regalan, se abren y florecen en besos, se llenan de dientes o exhiben la ausencia sin pudor, sonrisas que se comparten y que invitan. ¿Qué le pasa a la gente que sonríe tan fácil en estas marchas? Pasa que se borran las fronteras de lo posible y aunque unx tenga los pies en un grito, el grito colectivo se escucha en muchas partes —a pesar de ciertas sorderas, ya sé— y entonces dan ganas de agarrar el aerosol ese con el que unas tortitas advertían “lesbiana es la maestra (y no sólo la de gimnasia)” y escribir en cualquier paredón igual que en Mayo del ‘68: Habrá cosas que parecen imposibles, pero lo imposible sólo tarda un poco más. Así que, amigxs, a anotar los pendientes imposibles en la lista de deseos y a hacerlos realidad en la próxima marcha. Yo ya tengo el mío: “Plataformas de goma, con plantilla anatómica”. Porque comodidad sí, pero petisx jamás.
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