PRIMER AMOR
› Por Patricia Suárez
El padre y yo, cuando volvemos de algún viaje, le traemos de regalo una Barbie. Tratamos de que sean diferentes, pero a veces nos repetimos. Compramos la muñeca más barata de la serie que ofrecen en el free shop. El padre y yo estamos separados desde que ella es bebé. Solemos repetirnos y traer aquellas Barbies onda playera, bikini y con los anteojos de sol sobre la frente. Intentamos variar, comprar las que tienen el cabello o la piel de otro color. La Barbie Teresa que es latina, la Barbie Nikki que es negra. Mi hija suele re-bautizarlas según del lugar de donde las traemos. Por ejemplo, Erica Chaco, porque la compré en el Chaco o Arielle Rioja. Una vez, dos o tres años atrás, le conseguí un Ken con pelo natural. Como los fines de semana, las Barbies van y vienen en una bolsa a la casa de su padre, el Ken perdió la cabeza ahí. Nunca más volvimos a encontrar su cabeza.
Por ese tiempo, ella me preguntó: ¿qué voy a hacer con las Barbies?; ¿se pondrán de novias entre ellas? Para colmo de males, Ken estaba faltante en existencia en las jugueterías: Mattel no estaba exportando Kens a la Argentina. Pensamos en comprar un Ben 10 o algún otro machote que pudiera hacer de novio. Eran demasiado caros; no pudimos.
Un día, ella me preguntó qué era ser gay. Le dije lo que me vino a la mente y que me pareció más honesto: son hombres que se enamoran de hombres y mujeres que se enamoran de mujeres. Me miró sonriente: el problema de las Barbies estaba arreglado. Al día siguiente, Erica Chaco y Verónica Montserrat (la compramos por el barrio) se estaban besando. “¿Qué hacés?”, le pregunté. “¿Vos no me dijiste que hay personas gay?” En el curso de esa semana, conseguimos un Ken, con el pelo pintado y tabla de surf. Era un Ken de verdad bonito, delicado. Mi hija casó al Ken con una muñeca articulada marca Lucy, embarazada y a quien gracias a un mecanismo del vientre puede quitársele y ponérsele el bebé. A la boda de Lucy con Ken asistieron todas las otras y tuvimos la fiesta en paz. Pero dos días después Sabrina Córdoba se besó con Analía Rosario. Miré a mi hija; ella dijo admonitoria:
—Vos me dijiste que había personas gay.
Asentí.
Hay muñecas gay también.
Por lo menos, mi hija las tiene.
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