Viernes, 28 de mayo de 2010 | Hoy
SERIES ONLINE
En Estados Unidos, el drama adolescente Anyone but me redefine el culebrón en formato online.
Por Guadalupe Treibel
A falta de lugar en el mainstream de la pantalla chica, el furor de las series online parece haber (auto)decretado la diversidad. Pasó con la —discontinuada— Chica busca chica, en España; volvió a ocurrir en la Argentina con Plan V. Y, desde Estados Unidos, ocurre con Anyone but me, la tira teen con alto contenido amoroso que, a diferencia de otras propuestas, no explora el despertar gay: lo despereza y sacude en la Nueva York post-9/11.
Las protagonistas ya están en una relación; tienen 16 años, se quieren, se complementan al dedillo. El problema no es decirse lesbiana, visibilizarse como tal: el único inconveniente (al menos, desde el vamos) es... un tren. Es que Vivian tiene un papá bombero malito de salud (las secuelas de los rescates en el atentado a las Torres) que decide mudarse a una zona menos urbana, más económica, más verde. De Manhattan a Westchester, a 30 minutos. Ahora... ¿cómo mantener la relación con su chica Aster a –¡semejante!– distancia? El beso a vistas del camión de mudanza las encuentra tristes, pero determinadas (a estar juntas). Será el nuevo entorno de Vivian la que la devuelve al closet y se convierta en piedra de zapato para la pareja protagónica.
En pies y manos de la orejuda y grave (de voz) Rachael Hip-Flores (es Viv) y la churrascosa Nicole Pacent (es Aster y, como muchos ya anotan, una versión adolescente y bajiiiita de Angelina Jolie), si algo sobra en la tira es verosimilitud y piel (la tensión entre las protagonistas es notable). En formato de breve episodio —que puede durar entre 6 o 15 minutos—, los 10 capítulos de la primera temporada dejaron asentadas problemáticas comunes y sinceras: la cotidianidad rota, una escuela distinta, el sexo, los padres ausentes, la (no) vocación, la ansiedad, dudas sobre el futuro; todo envuelto en una edición pulcra que no necesita de soundtrack para acentuar la emotividad. Y de buenas actuaciones, naturales, sin los excesos verborrágicos o expresivos a lo Dawson’s Creek.
Pero, ojo: las —hasta ahora— ocho emisiones de la segunda season van por más y, a las ¿consolidadas? Viv y Aster, alguien les podría meter el palito en la rueda. ¿Será la vecinita y amiga de infancia de Vivian? ¿Será la tía distraída, que recién se entera de la homosexualidad de la teen? ¿Tendrá que ver la psicóloga de Aster en posibles líos futuros? ¿Serán ellas mismas?
Con fecha de largada en diciembre de 2008, los halagos no tardaron en llegar para el no-tan-sufrido culebrón: entre otros galardones, se llevó el After Ellen Visibility Award, un Streamy y cuatro Indie Soap. Mientras que actores como Eric Stoltz, Hamish Linklater (The New Adventures of Old Christine) o Paul Adelstein (de Private Practice) se definen fans de la tira. No por nada The New York Observer dijo que se trata de un “web show amoroso, que triunfa a la hora de mostrar el potencial del medio online”. Tube Filter News lo definió como un “relevante drama nuevo”.
Claro que a cargo del texto está la “veterana” Susan Millen, otrora guionista de The L Word, que —junto a Tina Cesa Ward, también directora— hace de Anyone but me una cuestión de actitud. E identidad. En sus propias palabras: “La vida a los 16 es fértil para el drama, y la serie da una luz sobre la identidad en términos de quiénes somos como gays, negros, mujeres y ciudadanos del mundo”. Para Hip-Flores, de formación teatral y experiencia en films superindependientes, se trata de contar historias que simplemente vale la pena contar porque “no todos los adolescentes son Miley Cyrus”.
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