Viernes, 23 de julio de 2010 | Hoy
PD
Cientos de cartas llegaron en estos días en que la emoción se niega a retirarse. Sólo es posible publicar algunas, pero en éstas va el agradecimiento a quienes mojaron las páginas de este suplemento, lo comentaron, lo pasaron a sus amigxs y amigas y compartieron con nosotrxs un retazo de sus vidas.
Les escribo para agradecerles el camino que me ayudaron a recorrer desde hace un tiempo que los descubrí. No hace tanto me di cuenta de mi homosexualidad; entre tantos revuelos de enamoramiento y ley de matrimonio, fui construyendo mi identidad. Siento una felicidad intensa con todo esto que nos está pasando como país. Me refiero, también, a los debates sobre la orientación sexual de las personas en los medios de comunicación, en las escuelas, en los centros comunitarios, lo que derivó en los debates a nivel familiar, en la mesa. Por primera vez me encontré cómodo hablando del tema con mis viejos (que no saben nada todavía) y me motivó muchísimo para contárselo a mis amigos, compañeros del alma y de ruta.
Aquel miércoles en el Congreso, sentí muchos nervios, sentí tristeza, sentí alegría. Fui acompañado del chico que me ayudó a darme cuenta de que realmente me gustaban los varones. Pensaba en que quería que sea él con quien me gustaría casarme si es que algún día decido y tengo ganas, y es con él con quien quisiera tener hijos si es que algún día decido y tengo ganas. Ahora puedo. Es que es así, el amor no tiene géneros ni, mucho menos, límites.
S.
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