soy

Viernes, 23 de julio de 2010

Adiós para siempre

Ese instante. Ese segundo de conciencia me abrió los ojos y entendí por qué estaba llorando. No lo supe hasta que vino a mi cabeza (...) Algo había cambiado, algo muy grande para mí había cambiado y me quedé con la cabeza mirando el suelo intentando entender qué era. No era poder casarme, no era poder adoptar, aunque soñara con ambas cosas, sabía que no era sólo eso lo que había cambiado. Yo había cambiado. Ya no era más lo que era y tampoco lo que volvería a ser nunca más. Rompí en llanto. Las piernas se me aflojaron. Me despedí de ese yo pasado que tanto me mortificaba, le dije adiós a la diferente, a la anormal, a la que no merecía derechos, a la que era inferior, a la que discutía con los dueños de la verdad, a la que sentía impotencia cada vez que un homofóbico tomaba la palabra en un medio, a la ciudadana de segunda, a la no reconocida por su propio Estado. Dejé que esa Teresa se marchara, una etapa de su lucha había terminado. Y no sólo se marchaba ese pasado desprotegido porque el presente estaba amparado, no sólo porque las miradas comenzarían a cambiar a partir de esa votación final, sino porque mi mirada ya había cambiado, en ese yo que se desvanecía, también se desvanecían mis propios prejuicios. Suspiré fuerte y retomé fuerzas para volver a festejar y me di cuenta de la paz que sentía, una sensación hermosa de una nueva existencia.

Teresa Martino

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