ADELANTO EXCLUSIVO
Cada año más gente, cada año un nuevo lema, una injusticia contra la cual marchar y bailar. Este 6 de noviembre, con la alegría de la ley de matrimonio igualitario y con la furia de una ley de identidad de género que se hace esperar mucho. En su libro de próxima aparición Orgullo. Carlos Jáuregui una biografía política (Emecé), Mabel Bellucci reconstruye la génesis del orgullo local, que comienza con una marcha en París y continúa con la conformación política de la segunda marcha en nuestro país, cuando todavía éramos tan pocos.
› Por Mabel Bellucci
En la primavera parisina de mayo de 1981, Carlos Jáuregui asistía a su primera marcha gay organizada para festejar el triunfo del socialismo, representado por el presidente François Mitterrand, en las elecciones presidenciales. Alrededor de diez mil homosexuales se lanzaron por primera vez a las calles bajo la consigna de no apoyar a aquellos candidatos que discriminasen. En la multitudinaria movilización se destacaba la Liga
Comunista Revolucionaria (LCR), de orientación trotskista, con una fuerte influencia dentro de los colectivos homosexuales franceses. Carlos evocaba aquellos días imborrables:
“Ese fue el motor que decidió mi posterior militancia en el movimiento gay porque, a partir de ese momento, yo empecé a pensar que en la Argentina había que hacer algo. Ahí, en Francia, yo era testigo de cómo era posible vivir en una sociedad libre [...]. Fue increíble para mí empezar a descubrir cómo era posible organizarse como comunidad, ver esa marcha y ver que, detrás del movimiento, existía todo un movimiento político claro, concreto, que luchaba por reivindicaciones muy precisas”.
Para Carlos, haber participado en un acto de esa envergadura fue un deslumbramiento no sólo en lo personal sino también en lo político, tal como lo expresara en la nota de Patricia Narváez: “Lloré como nunca cuando vi la primera marcha gay”, publicada en la revista La Maga del 28 de agosto de 1996. “Yo por casualidad la vi pasar por el Barrio Latino. Lloré como nunca lloré en mi vida de militante y dije que si volvía a la Argentina quería trabajar en algo así. No tenía experiencia en militancia política. Tuve la certeza de que había descubierto algo que era lo que realmente quería hacer. Así dejé la investigación y dediqué mi vida a la militancia gay”.
En un reportaje, Jáuregui reiteraba que “la política de darse a conocer es el recurso más fuerte con que ha contado el movimiento gay”. (...) Su objetivo fue entonces el lanzamiento de las Marchas del Orgullo Lésbico Gay, como un espacio favorable y eficaz para cristalizar todas esas redes de coaliciones entre frentes, grupos y partidos. Por un lado, la presencia de nuevas relaciones garantizaba una mayor adhesión y notoriedad y, por el otro, se lograba alcanzar estado público. Por lo tanto, llevarlas a cabo permitía una extensa difusión de los reclamos de la comunidad LGT como así también significaba acrecentar el espectro de alianzas. En esa dirección, otros rostros levantaron aquellas propuestas que hasta ese momento eran propias del movimiento, a pesar de que a muchos de los adherentes les eran ajenas. La Segunda Marcha del Orgullo Lésbico Gay, en 1993, se convirtió en un caso de estudio al ampliar la coalición originaria de gays y lesbianas. A partir de allí, el activismo sexo-género comenzó a explorar una amalgama de articulaciones con grupos de afinidades que ya estaban constituidos. Por caso, el 7 de mayo de 1991 dio la cara Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidad (Transdevi) con Karina Urbina. Un año después se fundó la Sociedad de Integración Gay-Lésbica Argentina por dos activistas que pertenecían a la CHA, Alfredo Manes y Rafael Freda. Esta organización promovía espacios de contención a gays, lesbianas y travestis. De inmediato, como en un estallido volcánico, hubo otro desprendimiento de la CHA. Se trataba del Grupo de los Lunes, dedicado a la investigación en sexualidades, que una vez que se separaron de la asociación se conformó como el Grupo de Investigación en Sexualidad e Interacción Social (ISIS). Inmediatamente después, un grupo de estudiantes gays y lesbianas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires salieron al ruedo con la agrupación Colectivo Eros. También estaba la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) con el pastor Roberto González, espacio que albergaba a lesbianas y travestis. Luego, en mayo de 1993, surgió Travestis Unidas (TU), de la mano de Kenny de Michelis y tres amigas. En junio hizo su debut la Asociación de Travestis Argentinas (ATA), con Belén Correa. Por lo tanto, 1993 fue un año bisagra y decisivo para iniciar el armado de la comunidad LGT, en Buenos Aires, la cual luego, año tras año, ensancharía sus márgenes con los sucesivos eventos mientras que las marchas tomaban un rumbo de mixtura y masividad.
La Segunda Marcha del Orgullo abrió con una convocatoria de alrededor de quinientos manifestantes, organizada por Gays DC, Eros, ICM, TU, Sigla, Convocatoria Lesbiana, Convocatoria Gay, Grupos de Reflexión Autogestiva de Lesbianas (GRAL), Fundación Huésped, Las Lunas y Las Otras, ISIS, revista Confidencial Argentina. Se repartía un volante ardiente que pedía un compromiso expreso por parte de la dirigencia política: “Los derechos de las minorías sexuales en la Argentina no han sido aún reflejados en leyes. Nuestra legislación es discriminatoria por acción y por omisión. Hoy, la mayoría de la sociedad se solidariza con la afirmación de la Segunda Marcha del Orgullo Gay-Lésbico: ‘Iguales y libres en la diversidad, vivir libres en un país liberado’. Falta, entonces, que el Congreso Nacional lo escriba en leyes”. Así aparecía en la crónica “Ser homosexual es un Orgullo” en el diario platense Democracia, del 20 de agosto de ese año. La periodista Claudia Selser de Página/12 al día siguiente de la marcha comentaba: “Se congregó un vasto arco de referencias políticas y sociales de la época que se incorporaron además para impugnar la aplicación del modelo neoliberal y sus secuelas. Entre los participantes estaban: Silvia Díaz y Luis Zamora (MAS), Chacho Alvarez, Atilio Boron (FDA), Patricia Walsh (Izquierda Unida), agrupaciones estudiantiles de la Facultad de Filosofía y Letras, Nora Cortiñas (Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora), Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas”.
Evidentemente, la lucha contra la avanzada del neoliberalismo aglutinó idearios y figuras convocantes que sólo una coyuntura histórica como ésa haría posibles; es decir, un desplazamiento hacia otros escenarios en búsqueda de un consenso antimenemista. Aunque este arco político no hubiera hecho propias las demandas de sexo-género, la marcha representaba un acontecimiento novedoso para la difusión de sus propósitos y, en buena medida, se adicionaba un impacto mediático significativo. Ninguno de los medios masivos, en su afán de un touch sensacionalista, faltó a la fiesta: travestis bailando, gays quitándose las caretas en una mise en scène de su coming out, lesbianas abrazadas recreaban un clima de festividad plena con aires originales y atractivos. De alguna manera, intervenir en la marcha abría la posibilidad de un compromiso potencial con la causa del movimiento LGT, más allá de las intenciones puntuales de los recién llegados. Había honrosas excepciones; de acuerdo con la opinión de Ferreyra: “Zamora era uno de los pocos políticos del momento que nunca faltaron a una Marcha del Orgullo. A Carlos le encantaba ya que nunca venía embanderado, lo hacía de manera personal. A los activistas les provocaba rechazo si algún partido levantaba una bandera en las actividades”. Ciertamente como contrapartida, esas presencias públicas imprimían a la actividad una mayor politización al participar tanto vertientes radicalizadas como la progresía reformista. Daba la sensación de que estaban usando el espacio con fines electorales. A las ocho y media de la noche, en las escalinatas del monumento de la Plaza del Congreso, organizaciones de gays, lesbianas y travestis lanzaron la campaña “No vote a candidatos que discriminan”. “Queremos caminar tranquilos por las calles y que no nos lleven a las cárceles”, afirmó Jáuregui con un altoparlante en mano. Con estas palabras culminaba la marcha, expresó Selser en su crónica. Pasado un tiempo, se distribuyó un cuestionario a todos los partidos políticos con representación parlamentaria bajo el cometido de legislar por la igualdad de derechos. El sondeo abarcaba las temáticas más sentidas por la comunidad: “represión policial; derogación de los edictos policiales; penalización de los actos discriminatorios; reconocimiento de los derechos civiles; lucha contra el sida y enfermedades de transmisión sexual; documentos legales para las personas transexuales que hicieron cambio de sexo; separación total de la Iglesia y el Estado; implementación de una ley de educación sexual no discriminatoria; preservación de la identidad, seguridad y organización de toda minoría. Los resultados se entregaban en la sede de Gays DC”, de acuerdo con lo relatado en una nota de color sin autoría publicada en el diario Página/12, el 29 de septiembre de 1993. Asimismo, pedían respetar la fecha de entrega, ya que se consideraba el silencio como una respuesta. El 28 de septiembre de ese mismo año, nueve organizaciones –Gays DC, Colectivo Eros, Convocatoria Lesbiana, ISIS, ICM, revista Confidencial, Sigla, Trasdevi y TU– difundieron el informe final de dicho cuestionario a través de los medios de comunicación. Tomaban en cuenta las respuestas que dieron los distintos partidos políticos, según el cual sólo el FDA y la US habían respondido satisfactoriamente y en el tiempo previsto. Para empezar, calificaron de sospechoso el silencio del Frente Grande (FG), pese a que Alvarez adhirió en reiteradas oportunidades a actos del movimiento lésbico-gay, y de evasiva la respuesta de la UCR. Por ello, las agrupaciones mencionadas aconsejaban a los integrantes de la comunidad LGT votar por el FDA, el único partido que cumplió con el sondeo requerido. Y cerraban la nota: “No vote a los políticos que marginan”, aparecida en el Diario Popular, el 29 de septiembre, con la siguiente certeza: “Exigimos que los políticos empiecen a tomar posición en contra de la discriminación. De una vez por todas la dirigencia política debe dejar de pensar que somos ciudadanos de segunda. Gays y lesbianas los observamos antes de votar. Seguramente, los que hoy se hicieron los desentendidos tratarán de conquistarnos para entonces. Pero nosotros tendremos memoria”.
El próximo miércoles Mabel Bellucci presenta Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política (Emecé) en Casa de la lectura, Lavalleja 924.
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