CINE
Fue Hamlet 400 veces, fue Yo, Claudio en versión televisiva y también el perturbador Francis Bacon. Ahora, en el Festival de Cine Judío se lo puede ver interpretando a Sidney Turtlebaum, un gay farsante y contradictorio capaz de serlo todo en magistrales diez minutos.
Derek Jacobi pudo haber sido un gran estudiante de arte dramático, otro entre el largo listado de actores ingleses perfeccionistas, pero el hecho de que Laurence Olivier, tras verlo actuar, lo haya sumado en 1963 a su compañía teatral que preparaba Otelo, fue lo que realmente lo convirtió en un actor clásico, además de hacerlo debutar en cine con la adaptación de esa obra shakespeareana. Pudo ser o no ser, pero fue Jacobi el que ya interpretó más de 400 veces a Hamlet durante su carrera, aunque fuese aún reconocido alrededor del planeta por el protagónico en la miniserie Yo, Claudio (1976), triunfando en Estados Unidos cuando allí nadie conocía aún su ductilidad, su don para usar dramáticamente su frialdad de gesto altivo y su elocuencia precisa y delicada. Pero su altura de actor trágico no imposibilita su habilidad para la comedia, incluso para reírse de sí mismo: en 1993 ganó un Emmy como actor invitado en serie cómica por interpretar al peor actor shakespeareano en un capítulo de Frasier.
Pareciera que, con el tiempo, además de construir excelsos personajes de ficción, sus papeles basados en gays reales fueron un desafío asumido y una forma de casi salir masivamente del closet. Durante 1987, a través de la obra teatral Breaking the Code de Hugh Whitemore, interpretó al célebre matemático Alan Turing, gay conspicuo en épocas en que Inglaterra condenaba oficialmente la homosexualidad; papel que sostuvo durante años, triunfando en Londres y Nueva York, retomado en una puesta de 1992 y en una adaptación televisiva de 1996. La dificultad para hablar de Turing, suerte de seseo gangoso sostenido en largos monólogos, patentó las mutaciones de su estilo interpretativo como su destreza para el timing teatral. Pero fue su encarnación del pintor Francis Bacon en El amor es el diablo (1998) de John Maybury, lo que hizo de Jacobi un ícono queer. La película focaliza en la relación de Bacon con un ladrón convertido en modelo-amante, un romance sadomaso con aires del homoerotismo de Genet, y con una oscuridad por momentos perturbadora, asumida con una frontalidad física a la que pocos actores de jerarquía y popularidad se hubiesen atrevido, poniéndole el cuerpo como lo hizo Jacobi, perfilando seducción e incorrección en cada gesto. “Si me pueden aceptar como Hamlet, quien al final de la obra es un asesino en serie que ha matado a muchas más personas que su tío Claudio —y a sangre fría—, entonces pueden aceptarme como un cruel Francis Bacon. La conclusión es que soy un empleado, un trabajador dramático, se trate de Ricardo III, Yo, Claudio, o si estoy interpretando un santo o un villano, un personaje simpático o uno antipático. Esa, para mí, es parte de la riqueza del mundo de la actuación, del que estoy muy contento, orgulloso y feliz de ser parte”, respondió Jacobi, recordando sus orígenes en la clase obrera en su idea del teatro y la felicidad. Y su pasión por construir extraños personajes queers con vetas adorables se agigantó hasta que culminó en el corto Sidney Turtlebaum, de Tristram Shapeero, bautizado con toda justicia una “obra maestra de diez minutos” por el Times británico. El personaje del título es un judío gay estafador, que engaña tanto a viudas en velorios como a taxi-boys, tan hiriente como para insultar de la manera más aberrante y tan gentil como para dar felicidad con una canción. Escasas caracterizaciones tan breves y complejas como este farsante, que logra transmitir el placer de actuar que Jacobi dispara con sus mejores performances. Ese mismo sentimiento contagia cuando habla de su vida amorosa, compartida con el también actor Richard Clifford, que hace tiempo que, con discreción pero perseverancia, se hizo pública. Hace cuatro años, unos pocos meses después de vigente la Unión Civil en Inglaterra, Jacobi decidió oficializar su relación de 27 años. “Simplemente fuimos al registro civil, firmamos unos papeles y todo terminó. No tuvimos una gran fiesta, pero tuvimos veinticinco amigxs a almorzar. Fue muy tranquilo, duró sólo una mañana.” Parece que estridencias y excentricidades son solo para su vida en la pantalla.
El corto Sidney Turtlebaum se proyecta hoy a las 14.50, el domingo 7 a las 20 hs y el martes 9 en el mismo horario en Cinemark Palermo, Beruti 3399. Toda la programación en www.ficja.com.ar
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