ENTREVISTA
Pornógrafo pionero y prolífico, Víctor Maytland cuenta varios cientos de films en los veinte años de una carrera profesional que ahora es el centro de una película de ficción que ilumina su biografía como artífice del sexo filmado. Pero lo que todavía no se contó es su obra a la sombra de éxitos del porno hétero como Las tortugas pinjas. Porque desde hace años, Maytland dirige, escribe y produce películas con sexo gay y travesti para el mercado extranjero, que desde el año que viene serán editadas por primera vez en Argentina.
› Por Diego Trerotola
—Siempre quise, pero me paró el prejuicio tipo Ricardo Fort, que van a decir que soy puto porque hago películas gays. Que no lo soy. Me considero abierto sexualmente, pero por ahí no pasé. Cerca de ahí sí. Entonces, cuando me vino el compromiso de una película gay, me dije “no voy a hacer una película ni de soldados ni de gimnasio”, que me parecen terribles, que me parece ponerlos como boludos, cuerpo y pelito corto y nada más. Entonces hice como una especie de remake de Príncipe y mendigo o De mendigo a millonario. No me fue mal, la única vez que se hizo un festival serio de películas gays en Argentina, el Ficeba, gané el primer premio. Entonces empecé a hacer películas gays con contenido, incluso social. No funcionaban en Estados Unidos, sí en Latinoamérica.
—En Príncipe y mendigo el actor protagonista era cartonero. Y metí a un cartonero auténtico. Y está bárbaro. En una escena lo pongo a comer. Todos los demás comieron paty, y a él le traje pollo al champignon. Y me dice: “Esto cómo lo como”. “Comelo como si no hubiera nadie”, le digo. Y está el millonario que lo mira con asco por cómo lo come. El cartonero fue un actor bárbaro haciendo de él mismo. Y tenía un pedazo impresionante, ojo. Llamaba la atención de mí por eso.
—Cuando estaba haciendo la película conocí a dos modelos gays. Y ellos me lo trajeron. Uno me dice: “Vos necesitás a un cartonero, yo conozco uno que me lo transé”. Y me lo trajo. Y al cartonero le encantó la idea y después siguió haciendo un par de películas conmigo. Y con mujeres, por ejemplo. El siempre decía: “Yo le doy a lo que sea, y si hay plata mejor”. Era muy cómico, decía cosas con mucha gracia.
—Totalmente, fue la época de oro del porno, porque empiezan a convivir el vhs y el dvd.
—Por ahí dicen que sí. La película se llamó De marginal a playboy, no le pude poner “cartonero” porque en EE.UU. no lo entendían. Hay gente gay muy conocida que me la encontré y que me dijo: “Me mató tu película”. Es el cartonero Báez del porno. Y ganó el premio a Mejor música en el Ficeba porque hice un enfrentamiento entre música barroca y cumbia villera. Y así le gané a una película de Rocco Siffredi. Pero no firmo con mi nombre las películas gays, firmo como Martin Lover. Y cuando hago de travestis firmo con el seudónimo... esperá que me acuerdo: Jean Luc Godet, una cargada a Godard. No es que tenga problema en decir que soy yo. En realidad me lo pidieron de EE.UU., por una cuestión de mercado.
—Hice Rapto salvaje, que es muy tarantinesca. Son ocho tipos que roban un banco y secuestran al hijo de un concejal, le hacen de todo y se van matando de a uno. Muy Perros de la calle. Todos los actores eran cordobeses. Me llamó un director, muy amigo mío, que hizo Córdoba al palo y me dijo que tenía unos pibes, inclusive había un albañil, un imprentero. Y yo le dije: “Hiciste Córdoba al palo y te dio vergüenza que hablaran, era lo que yo esperaba oír, la tonada cordobesa”. Y yo los hice hablar con la tonada.
—Tenía un guión que también muestra la pobreza espiritual del pibe que secuestraron, que era un pibe acomodaticio a todos los beneficios del gobierno. Que a los tipos les daba bronca, y por eso lo humillaban y le hacían de todo.
—Qué sé yo. Y después hice un montón de películas gays como productor, que ya no tienen guión. Porque los yanquis me pedían: “Hacé otra versión sin guión”. Y quedaban las escenas de sexo y nada más. Entonces puse el piloto automático y grabé lo que querían. Pero hice seis películas gays como me gustan a mí, y de travestis hice tres como me gustan a mí. Sobre todo una que debe ser una curiosidad, porque es la única película de travestis con guión. Se llama La guerra de los travestis.
—Pero ahí está, los y las, es el truco del título, ese es el tema. La hice como una burla a EE.UU. Son tres historias de travestis casadas con íconos del macho norteamericano: jugador de fútbol americano, boxeador, marine. Y hay dos abogados, uno machista y una mujer feminista, por eso la guerra de “los” travestis porque él le dice “los” y ella le dice “las”, que tiene que ver con el machismo hacia las travestis. Esta funcionó muy bien, allá le pusieron She-Male Wars. Y la películas es graciosa, es muy La guerra de los Roses. Tengo oportunidad de que salgan en 2011 en Argentina.
—Empecé a ver las películas de travestis, las primeras, y seguí viendo. Pero no de una manera enfermiza, sino a mi estilo, avanzado, parando, como curiosidad.
—Para mí, si yo empiezo a ver una película para calentarme, para masturbarme, después de haber hecho veinte años de porno, estaría medio obsesionado. A mí no me calienta el porno. Tengo vicio de profesión, tanto hice y tanto vi, que ya sé que es falso.
—Sí.
—No. ¿Vos sabés lo que significa? Tres millones de euros perdió un director italiano por incluir a un actor con vih.
—Porque es un peligro para los demás.
—No, yo no, disculpame pero no. Absolutamente ninguna persona del medio de todo el mundo te va a decir que sí. Es como que un actor tenga una enfermedad y lo dejás hacer a riesgo de su vida. Entonces también es discriminatorio no contratarlo con gripe A y con cólera.
—Entiendo lo que vos decís, soy un director comercial, no soy la Madre Teresa de Calcuta, no soy el tipo más sensible del mundo. Me pintaron eso los periodistas. Puedo tener errores, puedo ser discriminador. ¿Qué tiene de malo eso?
—Y bueno, criticame eso, te doy permiso para que lo pongas: “Víctor es un discriminador, no acepta personas enfermas de vih en su película”.
—Tampoco puedo ser tan abierto, tan perfecto. Por ahí puede ser que tengas razón, por ahí es un capítulo que yo no lo pensé debidamente.
—Porque no vende para nada, son las que menos venden. Te hago una apuesta. En el año ’99 hice una encuesta que me salió carísima para mi revista El Chanchito Nacional, y me dio que las películas de lesbianas estaban en el último lugar. Si hay una escena lésbica, bienvenida, pero una película puramente de lesbianas nadie la quiere.
—Comercialmente discriminatorio. Pero yo hice películas de lesbianas, o sea, con escenas de lesbianismo.
—Bueno, ahí está, es algo que yo no conozco.
—Sí, lo conozco por millones de personas que se relacionaron conmigo que son gays y estuvimos hablando hasta el hartazgo. Pero jamás hablé con una lesbiana auténtica. Nunca, no sé por qué. Quizá porque el prejuicio es de ellas para mí.
—Porque tengo un productor, yo no puedo hacer lo que quiero. Y el productor me dice “no hagas eso”. Una sola vez el productor me dijo “Hacé una película con siete minas”. Y le dije “que la dirija otro”. Fue Ama de casa lesbiana. Y fue un fracaso.
—Les gustaban todas. No hay lesbianas auténticas en Argentina queriendo grabar porno, odian el porno. Hay fiesteras. En los círculos intelectuales, sí hay. Si viene una lesbiana que estudió en la FUC, y es inteligente, artista, tiene mucha sensibilidad, se llena de lesbianas. Pero a un tipo como yo lo escupen, no quieren saber nada conmigo. Y yo sé que es así, no me parece mal. Y una película de lesbianas, con un cierto contenido lésbico, me parece bárbaro, ¿pero por qué me tiene que interesar a mí? Les interesa a las lesbianas. Si hago una película así, el productor me dice: “Flaco, andá a experimentar a otro lado”. También hay películas sadomasoquistas. ¿Por qué tengo que hacerlas? No quiero hacerlas, detesto hacerlas. Pero no es que tenga nada contra este tema. Primero porque es difícil encontrar lo que vos decís, la auténtica lesbiana. En 22 años de experiencia, no vino jamás una actriz que se postulara para eso, que me diga: “No, tipos no”. En la encuesta que hice me dio que lo que más elegían los argentinos para ver era el sexo oral; lo segundo, sexo anal; lo tercero orgías, y la vagina aparecía en cuarto lugar. O sea, primero la pija, el sexo oral es pija. Sexo anal es culo, que lo tienen ambos sexos. Orgía, y en cuarto lugar vagina. Hay un condimento bisexual en los hombres, por lo menos una fantasía dormida.
—Hombres y mujeres. Y por eso no encontré ninguna mujer que me diga “Me encantan las películas de lesbianas”. Sí que haya escenas, porque no son lesbianas, son bisexuales. Que es como el 90 por ciento de los actores, son bisexuales. Los hombres no van a hacer ciertas cosas en cámara, pero no es que no lo harían en la vida privada. Hay una connotación bisexual, que no la niego, yo también la tengo como curiosidad, a veces como ganas de tocar, de que me toquen. Hasta ahí llegué. No quiere decir que después no me guste otra cosa.
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