Viernes, 15 de abril de 2011 | Hoy
LUX VA AL CUMPLEAñOS DE SOY
“Agárrense que estalla”, fue el último mensaje de texto que recibió Lux de parte de las chicas Brandon que habían organizado la fiesta de cumpleaños. Y por supuesto que cumplió, aguantó el estallido y se agarró de todxs.
Ya se dijo hasta el hartazgo que 3 son multitud —en cualquier lado menos en el entrevero, aclaremos—, pero nunca esa frase fue tan evidente como la noche del sábado pasado, cuando cumplimos 3 años de suplemento y pude soplar tantas velitas que auguro en este mismo instante que hasta las bodas de oro no paramos. Bueno, parar que se pare, pero que no se detenga, menos después de tanto roce, de tanto baile y de tanto globo. Será la madurez, pero últimamente el globo me sabe más a promesa que a interdicción, a paraíso acá nomás que a barrera contra el infierno. Y así fue: donde unx fuera había de quién agarrarse, que travesaño, que manija, que cóncava, que convexx; éramos tantxs que la mayoría ni siquiera nos vimos, aunque si lo pienso bien esa vena inflamada podría haber correspondido a una parte bien definida de un colaborador con pluma floreada. Y esa tacha que me quedó tatuada a la altura del omóplato seguro que había estado alguna vez en el cuello de un escritor que suelo tener pegado a mi costado. La paja en el ojo me la dejó el abanico de un profesor de letras y el pelo en la lengua un muchacho moreno, casado, de rastas hasta la cintura, cuyo marido me puso su corbata de vincha. “¡Lux, vení a cantar el feliz cumpleaños!”, me rogó Claudia con K, arrastrada ella también a los talones de la Noy, que cruzaron la pista como si estuviera vacía a la misma vez que enlazaba a Susy Shock y se amontonaban lxs tres en el escenario para cantar cada cual a su manera y sin ninguna coordinación. Ni locx me metía en el medio, el número sagrado debía ser respetado y opté por meterme en el baño de chicas para poner el tortómetro en el lugar donde se lamen las vainas. Altísima medición, la cola ardía con tanta mano mágica. “Mucho chongo, Lux”, me dijeron y me arrastraron hacia los baños de al lado, donde chongos chanchos chapaban y chupaban champán y salchichas, y todo del mismo envase. ¿Cómo negarme al festín? Aunque Arnaldo A. se haya negado a la cita y Pablito R. desistiera por estar en abstinencia hasta su boda, no faltaron matrimonios ni elenco de muchachos cantando el “Soy lo que soy” en clave Leo García travestido de Andy Love. Curioso, pero también hubo unas cuantas Sofías y, para colmo, todas actrices y tortas. ¿Será que las madres se pusieron de acuerdo? Por suerte una era morocha y la otra rubia, como para que el sanguchito no resultara soso. Entre esos pasteles pasé una parte de la noche mirando la marea humana danzar entre los globos desde arriba. Podía distinguir el collar de luces con el que una editora adornaba su escote, aunque enseguida se la veía descender de la altura de las cabezas sin que pueda decular en busca de qué. “No busques más, Lux”, me dijo Lisa, de Brandon, anfitrionx con traje y corbata de moño que guiñaba el ojo siempre cerca del baño. “Ahora que tocan los Pareja, vivan las triejas”, insistió, aunque en el revolcón que me pegó había por los menos tres asociaciones de tres festejando nuestros tres. Y no busqué más, no había qué buscar: todo y todxs estaban a mí alrededor y lxs que faltaron, en mi corazón. “¡Ah! ¿Era por eso?”, se desayunó la blonda Betty Boop. Es que no había tachado más que dos o tres famosxs de la lista con la que ilusionada se había plantado en la puerta, dispuesta a regalar besos y caderas. “Si lxs tenías en tu corazón, me hubieras invitado a entrar”, se quejó después de un par de horas de pie. Razón no le faltaba, pero esta Lux, a esa altura de la noche, apenas si podía controlar quién entraba, quién salía y quién estaba invitadx. Es que el lugar era grande, pero el ánimo todavía más. Que sigan las festicholas.
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