Vie 15.04.2011
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ENTREVISTA

La película del rey

Dos autores, Peter Pank y Goyo Anchou, van en busca de un personaje, Batato Barea, el clown/literario/travesti que mejor representó el fulgor de los años ’80 y que todavía sigue gritando verdades desde el mito. La peli de Batato se estrenó en el Bafici y busca espacios alternativos para seguir ahondando el underground.

› Por Paula Jiménez

¿Cómo y cuándo fue que Batato llegó a proponerte hacer este documental?

Peter Pank: –Yo estudiaba cine en Avellaneda a principios de los ’90 y, cuando estaba terminando de cursar el tercer año, tenía que presentar un proyecto de tesis documental. Ahí decidí filmarlo a Batato, a quien ya conocía de las noches, de los camarines. Yo todavía no era actor y nos habíamos hecho amigos, lo iba a ver siempre, era como su fan. Así que cuando lo llamé para proponerle esto, estuvo todo bien. Hice un primer trabajo de cámara en mano de 20 minutos, en una toma completa. De pronto esta cámara se aburría de la entrevista y mostraba partes de la casa, cómo y dónde vivía él. Ese trabajo me lo rechazaron unánimemente y me dijeron que si quería hacer un documental tenía que aprender a hacerlo como se debe, incluir material de archivo, entrevistas a otras personas. Así que volvimos a filmar la entrevista y ahí hicimos Talking Head, que es la base del trabajo con Goyo.

Goyo Anchou: –Talking Head es la cámara fija y una persona que habla, una cabeza parlante. Es un tipo de documental mal visto por su uso indiscriminado en la TV, porque tiene que ver con el formato de la radio, es como una radio con imagen.

P.P.: –Para completar el material de archivo que me pedían en Avellaneda fui a filmar sus obras, el público, los camarines. Además, Batato me dio una pila de VHS, grabados por otra gente que nunca sabré quiénes son, y de fotos. Antes de empezar a editar eso, mi primer trabajo se estrenó en el Rojas como complemento de Hair Spray, de John Waters. Y Batato fue al estreno de la proyección. Esa fue la última vez que lo vi. Ya estaba muy flaco y enfermo, había estado vomitando todo el día, le habían tenido que dar una inyección para que pudiera salir. Yo no sabía que estaba así. Y me dijo algo que no me voy a olvidar nunca: “Yo no te podía dejar solo”.

¿Batato vio algo de este nuevo documental?

P.P.: –Cuando estoy en plena edición del material, me avisa un amigo por teléfono que Batato había fallecido, así que él nunca llegó a verlo ni llegué a devolverle los VHS. En el velorio me encuentro con Nené, la mamá de Batato, y con Tino Tinto, y me dicen que Batato decía que yo tenía que hacer algo con ese material, que no tenía que perderse. Poco después terminé ese segundo documental, que se llamó 14 pavos reales y que se dio en un montón de lugares. Era el año ’92. A partir de ahí yo decidí cerrar el tema y empezar a hacer algo con mi propia carrera, no podía quedar a su sombra. Comencé a cantar, actuar, hacer las cosas que hago. En 2001 nos conocimos con Goyo, que estaba filmando su película Safo, y siempre que nos veíamos él me decía: “Tenés que hacer algo con ese material”. Yo no había querido volver a encontrarme con todo eso, necesitaba ir para adelante y construirme a mí mismo antes de seguir construyendo la vida de otro. La cuestión es que hace un par de años vi algunas películas, entre ellas Tarnation, y me di cuenta de que tenía que hacer algo, que era el momento. Entonces lo llamé a Goyo y empezamos a elaborar el concepto que iríamos a trabajar en el documental.

¿Y cuál es ese concepto?

G.A.: –Es complicado hablar de un concepto en documental, que es investigación, básicamente. La idea era ir a buscar a las personas que formaron parte de la vida de Batato y estar atentos a lo que nos podían decir. Siempre desde el punto de vista de Peter, porque el concepto central fue ponerlo a Peter delante de cámara como personaje, ya que él tenía una implicación muy emotiva con el material y seguía una especie de mandato de Batato al borde de su muerte. Para ser fieles a Batato, a la época y a nosotros mismos, teníamos que dar con situaciones de espontaneidad que no traicionaran el espíritu de la movida de los ’80, y al mismo tiempo buscar qué es lo que estaba sucediendo con la cultura porteña en ese momento.

¿Y con qué se encontraron?

G.A.: –¿Qué encontramos? Encontramos el espíritu de Batato y lo trajimos a la tierra.

P.P.: –Encontramos una nueva forma de contar. Eso fue también lo que descubrimos dentro de un fin de semana intenso de la beca Raymundo Glayzer. Nosotros íbamos con un preconcepto: que para hacer la película había que hacer las cosas de una forma más seria. Y nos dimos cuenta de que no era la manera de abordar el material que teníamos, porque Batato era un personaje inclasificable, que salía de todos los casilleros. En ese fin de semana, durante esa clínica de curaduría, hice, personalmente, un viaje muy emotivo. Me di cuenta de que todo eso tenía ver con mi vida y con mi formación; me empecé a encontrar conmigo mismo, no sólo con mi amigo y referente sino con el lugar en que estaba cuando tenía 20 años. Creo que ahí nos dimos cuenta de que teníamos una película si la encarábamos desde un punto de vista más emotivo y cercano, desde cómo me marcó a mí y a las personas que fuimos viendo en las entrevistas. Aquéllos fueron reencuentros muy importantes para mí.

¿En qué se basaron para hacer la investigación de este documental?

G.A.: –Fue muy importante el libro de Fernando Noy, Te lo juro por Batato.

P.P.: –Noy siempre me decía: “Si Batato era como mi hija, vos sos como mi nieta”. Lo conozco desde hace mucho tiempo y tenemos muy buena relación. Toda la investigación que nosotros hicimos de manera fílmica, él la hizo por el camino literario. Ese libro fue una brújula, nos sirvió para saber dónde ir y dónde no. Y hemos hablado mucho con Noy, que es realmente mi abuela. Era importante su opinión. También leímos el libro que escribió la mamá de Batato, en el que habla de su infancia y adolescencia. Viajamos a Junín y conocimos a sus primos y a sus tíos, la casa donde se crió. Al mismo tiempo, en ese mismo viaje que fue el inicio de la filmación, fuimos también al cementerio, en Rojas, a unos pocos kilómetros de Junín. Ahí está internado.

¿Internado?

P.P.: –¡Enterrado!

No se murió todavía...

P.P.: –No, realmente no...

Existe el mito de que Batato abrió las puertas a todos los actores que compartieron época con él. ¿Qué creen de eso?

G.A.: –No, no lo hizo. Cada cual siguió su camino, cada cual es una historia en sí misma, Batato tenía un camino diferente al de sus amigos y creo que eso está muy bien explicado por Urdapilleta en la película.

P.P.: –Cada cual hizo su camino propio. Pero cuando alguien muere joven, bello, en la cima de su carrera y de su talento, inevitablemente se convierte en un santo, en un símbolo de una época y un movimiento. Me parece que mi carrera tiene que ver con ese primer trabajo que me marcó y con todo lo que hice después. En el caso de cada uno de ellos, también es así. No podemos saber qué es lo que estaría haciendo Batato ahora si estuviese vivo, entonces me parece que es injusto para todos los demás que siguieron trabajando decir que sólo tuvieron posibilidades a través del trabajo de otro.

¿Dónde se va a proyectar esta película, además del Bafici?

P.P.: –Mirá, está salida del horno, así que el recorrido que va a hacer todavía no lo conocemos. Goyo, que se encargó de la edición del material, estuvo trabajando todo el verano para lograr terminarla y llegar a las fechas del Bafici.

G.A.: –Primero vamos a tener que conseguir pantallas. El tipo de exhibición que nos gustaría sería un poco menos estructurada que la tradicional de cine. Ese tipo de funciones donde la gente entra, se sienta ordenadamente y mira una película, no es a lo que aspiramos. Preferiríamos que fuera un evento especial donde la gente se pueda reunir, charlar, generar proyectos. Esto de que la gente vaya específicamente a pagar su entrada como soldaditos de una sociedad espectacular, creo yo que no tiene mucho futuro.

¿Y qué posibilidades tienen de proyectar como ustedes quieren?

G.A.: –Podemos conseguir fechas en salas comerciales, pero vamos a ver cómo se porta el Incaa. Y vamos a ver cómo se portan las salas alternativas.

¿Hay otro productor además del Incaa?

G.A.: –El Incaa sólo nos dio un subsidio mínimo, unas migajas del banquete de corruptos; somos unos perros falderos que ladramos debajo de la mesa y recibimos unas miguitas para hacer una película acerca de la renovación del arte.

Para terminar: según ustedes, ¿qué idea tenía Batato de lo queer?

P.P.: –El decía que en su vida iba todo junto: ir a actuar al teatro con ir a la verdulería, con ponerse tetas o leer poesía. Nuestras vidas están armadas de todo, como decía Isadora Duncan: no podemos ser libres arriba del escenario y esclavos abajo.

La peli de Batato, sábado 16 a las 20 en el Hoyts Abasto.

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