Viernes, 6 de mayo de 2011 | Hoy
A LA VISTA
En la localidad de Oberá, provincia de Misiones, el artista plástico Maximiliano Zúñiga fue detenido arbitrariamente en una discoteca, salvajemente golpeado y violado en una celda con la anuencia de los policías de turno en la comisaría zonal. Toda esta violencia, que está siendo denunciada a pesar de las intimidaciones, pone de manifiesto lo peligroso que resulta que todavía haya fuerzas de seguridad provinciales habilitadas mediante códigos contravencionales para detener a las personas sin motivo o aludiendo a opinables razones morales, como sucede también en Córdoba o Catamarca.
Por Diana Sacayán
—Tengo 37 años y llegué a Argentina en febrero del año 2010, luego de haber postulado para un cupo universitario en la Embajada de Argentina en Chile, estuve estudiando profesorado en Artes Plásticas mención Muralismo en la Universidad Nacional de La Plata durante un semestre y después me trasladé a la provincia de Misiones a cursar el taller de extensión de Cerámica de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Misiones. Conjuntamente tomé clases de telar de peine e impartí clases de técnicas textiles en el Departamento de Capacitación del Municipio de Oberá y en el Centro de Desarrollo Sustentable Mama Roja. Vine aquí en busca de mejor calidad de vida, tranquilidad, crecimiento personal y para adquirir nuevos conocimientos en cerámica, ya que se complementa con mi trabajo textil. Este año 2011 comencé la carrera de Tecnología Cerámica en la UNM. Lamentablemente mis proyectos personales y sueños en estas tierras se vinieron abajo por un hecho que va a dejar una profunda huella en mi historia personal.
—Fuimos a bailar con mi hermano, César, y un amigo chileno, Claudio, que vino a visitarnos. Habíamos llegado a la discoteca Glam como a las tres y media y a las cinco fui detenido por una policía acompañada de dos colegas, quienes me acusaron falsamente de haber tirado un vaso de cerveza a una chica. Mi hermano y mi amigo les pidieron a los policías que no me llevaran detenido, que nos retiraríamos a nuestra casa en remis. De todos modos, los dos policías hombres me llevaron en la patrulla sin ningún tipo de resistencia por mi parte, más que apelar a la injusticia, a la corrupción, al maltrato, a las injurias, calumnias y a su abuso de poder.
—Me tomaron datos y me golpearon en la cabeza dejándome inconsciente (era de noche, el lugar en donde me golpearon era oscuro y sólo recuerdo los golpes que me tiraron inmediatamente al piso), quedé con heridas en la mano izquierda posiblemente causadas por pisadas u objetos cortantes, heridas e hinchazón en el codo izquierdo, dolores internos en la espalda, coxis y piernas (existen fotografías y certificado médico que prueban lo que digo). Media hora después, cuando estaba semiinconsciente, me metieron al calabozo y en algún momento ingresaron a un adulto a la misma celda en que yo estaba. La policía le dijo a este hombre, claramente: “Allí tienes un puto para que te cojas”.
Yo estaba en estado de shock y muy dolorido por los golpes, por ende no pude pedir ayuda y aunque lo hubiese hecho los policías no hubieran hecho nada para detener el abuso. Estoy seguro de que fue a propósito el ingreso del reo a mi celda; la ignorancia, el odio y la estupidez humana a veces no tienen límite.
Por el ruido de la puerta metálica de la celda y las palabras del policía recuperé la conciencia y entendí lo que estaba pasando. Un preso me violó, un tipo del cual solo recuerdo el olor, ya que la celda era lúgubre y ni siquiera tuve oportunidad de verlo.
—En este momento siento que mis derechos humanos fueron totalmente pisoteados creando una huella imborrable en mi historia personal, fue revivir la historia de mi tío muerto tras recibir golpes por parte de la policía en tiempos de dictadura en mi país. Jamás viví un hecho tan violento en contra de mi integridad como persona, violencia injustificada y un post trauma de paranoia y fobia a los lugares públicos.
—La causa está a cargo del juez de Instrucción II, Horacio Alarcón, pero además busqué apoyo en distintos organismos sin mucha suerte. El asesor legal de la universidad, en otras palabras, me dijo que los hechos quedarían impunes y que sería mejor regresar a mi país, inclusive me cuestionó el porqué de mi decisión de estudiar en Misiones. Que una vez que mi caso saliera a los medios de prensa iba a comenzar la persecución de la policía. Y así fue, fui amedrentado y hasta hubo un disparo contra la puerta de mi domicilio.
—Es absolutamente increíble la situación que estoy viviendo aquí, en estos momentos soy doblemente víctima y me encuentro en total desamparo y desprotección, ya que los llamados a cuidar por mi integridad física son los propios policías. Recién 10 días después de mi denuncia en ese organismo fui contactado por la Delegación Misiones del Inadi para ofrecerme asistencia psicológica. La verdad es que sólo me siento apoyado realmente por la organización LGBT Misiones.
—No, ellas se enteraron a través de militantes sociales de mi caso e inmediatamente me brindaron todo su apoyo. Que me ayuda a superar el miedo en el que vivo. Porque ahora me siento amenazado, estoy escondido y tuve que dejar mis estudios. Pero no pienso irme de Misiones.
—Sí, la verdad que sí. Pero decidí quedarme para dar la cara y seguir la denuncia para que esto no quede impune. Porque en el interior es totalmente distinto a Buenos Aires, cuando el año pasado se hizo una manifestación de apoyo al matrimonio igualitario que sumó unas 50 personas, fueron corridas a golpes por militantes católicos. Y según me contaron las chicas de LGBT, hace dos años hubo un hecho muy grave: el asesinato de un psicólogo de la CTA que también era gay. Y también el homicidio de una joven travesti de 22. Lo que me pasó a mí no es un hecho aislado, sino que responde a un contexto social que protege a los agresores.
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