Viernes, 18 de julio de 2008 | Hoy
SON
Un ciudadano norteamericano demanda a los editores de la Biblia por usar la palabra homosexualidad, que no existía cuando fue escrita. Exige un resarcimiento por daños y perjuicios.
Por Liliana Viola
Una y mil veces se ha señalado como un error la presencia de la palabra “homosexual” en la Biblia. En principio, porque tal término no existía en tiempos de profetas. La palabra, y su concepto, fue creada en el siglo XIX. Aun ante evidencias irrefutables, los editores no se inmutan y el “homosexual” sigue firme en el famoso Corintios 6. Pastores, sacerdotes y catequistas tampoco se inmutan y transmiten el mismo mensaje a sus fieles. Tal vez todos ellos esperen expurgar culpas y reconocer errores en la otra vida. Pero ocurre que no todos tienen tanta paciencia. Un ciudadano americano —y sí, de dónde iba a ser— ha decidido que el Juicio Final se adelante un poco. Bradley LaShawn Fowler, residente del estado de Michigan, demandó a dos editoriales que persisten “en el error, en el pecado, en la difamación o en la negligencia”.
Estrangular al traductor, hacerle pagar por sus errores, ¿quién no ha soñado con esta idea al haberse tenido que tragar tantas españoladas en las traducciones de obras de ficción de lengua inglesa? Pero, ¿a quién se le ocurre demandar a una editorial por eso? Es que no es lo mismo, alegaría el ciudadano gay y americano. Porque ocurre que este best seller es dogma irrefutable en las buenas familias, incluida la suya, que lo ha perseguido y martirizado Biblia en mano desde su adolescencia. “Las Biblias donde la homosexualidad es catalogada como pecado, justo las que se leen en mi parroquia, me han causado un trastorno emocional e inestabilidad mental, además de socavar mis derechos constitucionales. Han sido la justificación de muchas discriminaciones y hasta de asesinatos.” El juez, vaya a saber por qué, no le asigna un abogado, así que se representará a sí mismo en el juicio. Mientras tanto, una de las editoras sacó un comunicado aclarando que “nosotros sólo publicamos traducciones realizadas por eruditos bíblicos”, lo cual indicaría que, temerosas de perder, ya están señalando un responsable que saque la chequera del fuego. Si no llega a ganar este ciudadano, al menos habrá vuelto a poner el tema en juego y algo habrá hecho para que la ignorancia no coopere con la causa homofóbica.
Mientras tanto, al Papa le vendría muy bien un mal traductor para evitar la divulgación de sus gaffes en tantas lenguas. En sus últimas excursiones, donde pide perdón víctima por víctima por los abusos sexuales de sus sacerdotes, declaró que “la pederastia es incompatible con el sacerdocio”. Y allí están los pederastas con la guía universitaria, para ver qué carrera sí es compatible. Pero, en fin, seguramente el Papa sea de los que esperan el Juicio Final para hablar con las palabras justas.
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