Vie 22.07.2011
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ENTREVISTA

El tesoro de la juventud

¿Qué pasa cuando es el adolescente quien desea al adulto? ¿Se puede hablar de acoso solo por la cantidad de años que separan al objeto deseado del deseador? Este año, Marco Berger se alzó con el premio Teddy a la mejor película de temática gay en el Festival de Berlín —donde el año anterior triunfó The Kids all Right, de Lisa Chodolenko— con Ausente, una película que se anima a meterse con este tabú.

› Por Marina Navarro

Con treinta y tres años, y dos largos en su haber, ya se perfila como una de las nuevas figuras del cine nacional. Su primera película —Plan B— narra la historia entre Bruno y Manuel, dos amigos que de repente empiezan a compartir mucho tiempo juntos, pasando del histeriqueo al enamoramiento, con escenas cargadas de un erotismo construido a partir de un lenguaje en código de barrio e imágenes que evocan cierta nostalgia por la adolescencia perdida y los juegos de la infancia. Por el contrario, Ausente, su segundo film, es una historia más densa, que roza por momentos el género de terror. Un thriller psicológico que da vuelta el cliché de la relación entre profesor y alumno. Pero aquí es el menor quien desencadena la situación de acoso. Marco Berger nos mete de prepo entre las cuatro paredes de un departamento que ambos compartirán por una noche. Y nos pone en la piel de Martín, un adolescente que busca seducir a toda costa a su profesor de gimnasia.

Si bien su segundo largo, Ausente, todavía no se estrenó acá —se la pudo ver solamente en el Bafici—, ya cosechó más que buenos augurios.

Plan B y Ausente son dos historias entre hombres, pero están contadas desde perspectivas muy distintas.

—No sé si tan diferentes. Plan B estaba pensada para un público al que le gustan las comedias románticas, esta idea donde un hombre le roba la novia a otro hombre haciéndose el gay, con una trama casi superficial, si querés. Pero eso en la película está puesto estratégicamente. La idea era empezar desde ese lugar para conquistar al espectador. Porque lo que realmente tenía ganas de contar era cómo es enamorarse de otro hombre. Por eso me pareció que lo mejor era narrar la historia de tal manera que los espectadores piensen que van a ver otra cosa. Entonces, a medida que transcurre la película, el público se va enganchando con la historia de los personajes al mismo tiempo que a los protagonistas les pasa lo mismo, se van enamorando. Y Ausente también tiene un poco de esta idea. En principio es un film de terror por la forma en la que está planteado el conflicto: un alumno que acosa a un profesor. Pero también está presente este juego de querer acaparar al espectador, mostrando cómo sería la situación hipotética de acoso y, una vez que se enganchó con el planteo, ahí contar con toda libertad la historia que quiero.

¿Y por qué plantear el acoso desde el alumno?

—En realidad lo que hago es darle una vuelta de tuerca al imaginario de esa fantasía del profesor que acosa al alumno. Para que el público se sienta como acorralado y diga: “Mirá si esto me pasara a mí”. Jugar con eso. En la película ayudo al espectador a construir un monstruo a través del adolescente y después lo pongo en tela de juicio. Igual, nunca pretendí que el personaje del adolescente sea un nenito sino más bien un chico de dieciséis que se perfila para adulto. Eso tiene una explicación lógica: necesitaba cierta madurez para completar la construcción del personaje adolescente y volcarlo hacia el thriller. Eso me permite justificar cómo se desenvuelve y los caminos por donde te va llevando la película.

Lográs en tus films diálogos hiperrealistas. ¿Cómo llegás a ese lenguaje?

—Quizá se dé así porque mi formación es actoral y trabajo muy bien con los actores. Pero la verdad es que todas las escenas son estrictas de guión, respetadas a rajatabla. Tengo una forma particular de trabajar que es ponerlos todo el tiempo en situación. Les pregunto qué están haciendo, de dónde vienen, qué hicieron hoy, qué van a hacer mañana. Los llevo exactamente al lugar donde quiero que estén al momento de filmar la escena, y eso genera que los actores estén en calma y que fluya como si fuera la vida cotidiana.

Eso se refleja en cierto nivel de intimidad que logran tus personajes.

—Y es lo que más me interesa. Me gusta trabajar desde el guión metiéndome dentro de los personajes. Exponerlos a una intimidad que los ponga en riesgo de dudar sobre cosas muy personales. Correrse de los lugares típicos para darles una sensibilidad real a las cosas. A veces en el cine se da esta situación hipócrita de la mirada de tus pares que te dicen “no pongas a los personajes haciendo tal cosa o diciendo tal otra”, y me parece ridículo. Si justamente lo que pretendés hacer es acercarte a un reflejo de la sociedad, desde algún lugar, ¿cómo no vas a mostrar a los personajes tal cual son?

¿Definís tu cine como exclusivo de temática gay?

—No, me hago cargo de que hasta ahora son historias gays. Pero no son películas de gueto, no es que estás viendo una película que está apuntada al público gay. Casi lo contrario. El heterosexual es el que descubre ese nuevo mundo. La historia de amor entre hombres o el acoso hacia otra persona del mismo sexo. Por eso no me preocupa que me encasillen como “el director que hace películas de temática gay”. Tengo ganas de filmar muchas cosas y muy distintas. Mis películas, por ahora, cuentan circunstancialmente relaciones entre hombres, pero lo que más pesa es el vínculo afectivo más que el cine queer.

Con el estreno de Ausente, ¿sentís la presión del segundo film?

—No lo vivo así, pero sé que hay en el aire cierta tensión de segunda película. Me decidí por esta historia porque es lo opuesto de Plan B. De hecho yo tenía escrita otra película, una historia también de amor, pero no quería repetir la fórmula. Me interesaba poder mostrar diferentes matices. Por eso en Ausente se cambia de comedia a drama. Paso del romance a un thriller medio terrorífico. Quizá lo que sí me inquieta un poco es que mi primera película era más amable con el público porque era una historia de amor y en ésta, al ser un género completamente diferente, por ahí el espectador se siente más incómodo. Pero estoy muy conforme con el resultado y las críticas que recibió en los festivales donde la presenté.

De hecho ganó el Teddy Bear en el Festival de Berlín. ¿Cómo fue eso?

—Una locura. En principio fui a Berlín a presentar la película, que ya era todo un acontecimiento en sí. Sabía que había una sección del festival que premiaba a films de temática gay, pero la verdad era más que nada un fantasma, porque cualquier película lo podía ganar. Además, dentro del festival hay una gran apertura, están muy acostumbrados a ver cine de temática y la verdad es que había muy buenas películas. Así que ya estaba más que conforme sólo con poder presentarla. Y cuando la vieron, gustó mucho en general, a la crítica y al público. Pero nada más. Y justo cuando me estaba volviendo, me llaman para preguntarme si podía quedarme dos días más porque mi película había sido seleccionada dentro de las cinco mejores en la categoría del premio y tenía muchas posibilidades. Recién ahí me emocioné un poco con la idea de poder ganar. Sentía que había chances. No me iban a hacer quedar en vano. Fui a la ceremonia, que se me hizo larguísima porque es televisada y el premio es una de las últimas categorías. Y cuando lo anunciaron y dijeron mi nombre, no lo podía creer. Porque soy consciente de que es un premio súper importante. Tengo sólo dos largos y, si lo pensás, es un reconocimiento que le dan a un director que no tiene mucha trayectoria, así que fue sumamente inesperado.

¿Y cuáles son tus proyectos después de Ausente?

—Ahora estoy trabajando en la propuesta del Incaa para hacer ficción. La idea es hacer una miniserie de ocho capítulos para la televisión digital. Y en unos meses empiezo a rodar mi tercera película. Es un proyecto mucho más ambicioso, porque lo voy a filmar en el Sur y tengo más presupuesto. Es una historia de amor, pero no es de temática gay.

Ausente se estrena el 6 de agosto en el Malba (podrá verse los viernes a las 22 y los sábados a las 20 durante todo agosto). Y el 11 de agosto en el Espacio Incaa Km 0, Gaumont.

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