Vie 22.07.2011
soy

BODAS DE PAPEL

El poder erótico de la libreta

› Por Alejandro Vanelli y Ernesto Larrese

“Formamos una familia de más de tres décadas. Hace tres años que nuestro caso está en la Corte Suprema de Justicia esperando una resolución. ¿Cuánto tiempo más tenemos que esperar? Los mismos derechos y con los mismos nombres. Soy Alejandro Vanelli.

Soy Ernesto Larrese y obviamente estamos a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.”

Esta fue la frase que ambos dijimos, en uno de los 44 spots grabados por distintos exponentes de la cultura, en apoyo a la sanción de la ley de Matrimonio Igualitario.

Nos cuesta creer que haya pasado ya un año entero de aquella hermosa madrugada en la que Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano, y el noveno en el mundo, en reconocer este derecho. Suena tan lejano y cercano a la vez.

Y hablando de sonar, recordamos que aquella noche estábamos resfriados, afiebrados, acatarrados y encamados –en el peor sentido– viendo todo por TV. En aquel momento, toda la brutal energía gastada en tres años de militancia nos dejó literalmente “de cama” y a pesar de los intentos, el frío era tan intenso que no pudimos salir. Agotados por la fiebre y el cansancio, pusimos a grabar la sesión del Senado y nos quedamos “fritos” a eso de las tres de la mañana.

De pronto, nuestro profundo sueño se vio drásticamente interrumpido por el vibrante ring del teléfono que nos hizo saltar en vilo. Era Marcial (un dandy de 84 años), hermano mayor (pero muy mayor) de Ernesto quien con toda su jovialidad nos daba la buena nueva, sin privarse de tratarnos de boludos, ya que nuestra voz de dormidos delataba que nos habíamos perdido ese momento. Indescriptible todo lo que nos pasó por la cabeza, el corazón y el cuerpo al escuchar la noticia. Un cúmulo de sensaciones superpuestas que nos hizo saltar de la cama, correr por la casa, abrazarnos, gritar, llorar y un largo etc. del que no podíamos bajar. Ya no había fiebre, gripe o catarro que se interpusiera entre nosotros y nuestra alegría.

Un hermoso descubrimiento: advertimos que, a pesar de la hora, se escuchaban televisores encendidos en algunos de los departamentos de nuestro edificio. No lo tenemos muy claro, pero sería alrededor de las seis de la mañana, cuando volvimos a quedarnos dormidos hasta que un par de horas después, otro estridente ring del teléfono volvió a despertarnos:

“¡Bolitos, bolitos, ya se pueden casar!”... eran las voces de nuestros nietos (Lucila y Tahiel) que se peleaban del otro lado de la línea para ver cuál de los dos nos daba la noticia primero. Así empezó ese maravilloso 15 de julio de 2010 y a partir de ese momento, todo fue como en un cuento de Walt Disney, tan lleno de magia y creatividad que todavía hoy seguimos sintiendo aquella sensación de fluir en una especie de corriente marina que te lleva hasta el lugar al que justamente querías llegar... ¡qué causalidad!

Pensamiento, acción y realización son una misma cosa y suceden al unísono... fue realmente mágico, porque lejos de nosotros, estaba la idea de casarnos ¡ya! Teníamos hechos nuestros planes –¡muy prolijos!– de casarnos el 13 de junio del 2011, al cumplir nuestros primeros 35 años de pareja y por supuesto “¡no vamos a hacer fiesta! En todo caso, esa guita la gastamos en un hermoso y merecido viaje”. Solo una pequeña recepción para los más íntimos y nada más. ¡Minga! El Yo Superior (o mejor dicho nuestro Nosotros Superior) nos tenía reservadas las mejores sorpresas, a saber:

Una ceremonia en el Registro Civil que seguramente quedará en los anales (con perdón de la palabra) del CGP de la Comuna 14 (Palermo) por el despliegue de gente, amigos, familia y medios de prensa de acá y del exterior que invadieron el salón más grande del lugar, habilitado ex profeso para poder contener a toda esa turba.

Una fiesta ¡alucinante!!!, organizada y realizada por un maravilloso grupo de profesionales que se desvivían por ofrecer su trabajo, su talento y creatividad, al servicio de lo que fue, creemos, un evento para no olvidar jamás. Aún hoy, nos encontramos con gente (algunos no tan amigos) que nos agradecen por haber estado allí.

Dos noches de luna de miel inolvidables en un hotel cinco mil estrellas de Puerto Madero (suite nupcial en triplex) que nos hizo sentir que de verdad hay una vida mejor, aunque, eso sí, es más cara. Y todo eso, junto con el reconocimiento de la gente que al vernos caminando por las calles de ese barrio, nos manifestaban su apoyo y su alegría.

Sentimos que fue la fiesta de todos y todas las personas que festejaron junto a nosotros, no sólo nuestro casamiento en particular sino también la igualdad que esta ley había traído para todos los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país.

En principio, el hecho de tener la libreta roja en nuestras manos nos erotizó bastante. Parece que la tan mentada libretita tiene ese “no sé qué” porque eso, en sí mismo, nos hizo sentir distintos, como de novios otra vez. También los amigos y parientes parece que te tratan distinto y todo ese cúmulo de cosas nos ha ido cambiando actitudes como, por ejemplo, caminar tomados de la mano, darnos un beso en la boca, bailar agarrados en una fiesta hétero o bien permitirnos actitudes amorosas en lugares públicos, cosa que antes no hacíamos.

Creíamos que nuestro amor y nuestra relación estaban en el cenit, pero descubrimos con inmensa alegría que no tenemos techo, que el amor cambia constantemente y nos sorprende. Nos hemos convertido en espejo de nuestros aspectos más elevados y eso siempre enriquece.

Como dijo nuestra querida amiga Aída Bortnik: “No sé si se dan cuenta de que están instalando en la ‘agenda’ colectiva un tema con el que todos soñamos y del que muy pocos hablan: el Amor. Uds. no sólo lo presentan, sino que lo practican y transmiten”.

¡Gracias Aída!

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