Vie 22.07.2011
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A LA VISTA

El factor G

Osvaldo López es abogado y nació en Santa Fe. Asumirá como senador nacional por Tierra del Fuego a partir de la muerte de José Martínez (ARI), quien murió en un accidente automovilístico el pasado 7 de julio. En octubre de 2010 se casó con su pareja de hace más de seis años, Javier Calisaya, militante de la CTA. Osvaldo y Javier fueron la segunda pareja gay en casarse en Tierra del Fuego.

› Por Federico Sierra

¿Había barajado la posibilidad concreta de tener que ocupar una banca en el Senado?

—En 2007 integré la lista como suplente. Y por más que uno sea suplente siempre hay que evaluar esa posibilidad. En ese entonces, la posibilidad más concreta era que José Martínez en algún momento quizá tuviera que integrar el gabinete del gobierno provincial. Claro que jamás pensamos en la muerte.

¿Cómo tomó la noticia de la muerte de Martínez?

—Fue duro. Yo estaba en Santa Fe en ese momento y de inmediato quise viajar a Río Grande. Tenía mi pasaje, estaba en el aeroparque y el vuelo se suspendió por las cenizas volcánicas. Luego fue cancelado y ya no hubo forma de viajar. Entonces decidí volverme a Santa Fe. En ese aislamiento –estuve totalmente solo allá una semana– no tuve otra cosa para hacer más que reflexionar y toda esa impotencia por su muerte y la incertidumbre, transformarlas en otra cosa, mirar hacia delante.

¿Cuándo asumirá formalmente?

—Eso dependerá de la dinámica del Senado. Se realizará una sesión en la cual se me tomará juramento. En principio ocurrirá el 27 de julio, aunque se confirmará más sobre la fecha. Ocurre que está complicado para sesionar en el Congreso este año, quizá por ser un año electoral; pero el día que me toque, estaré allí.

¿Cómo se siente al respecto? ¿Está ansioso?

—Siento una ansiedad por ambientarme a mi nuevo lugar de trabajo. Hay que convivir, poder articular con otros actores, incluso con aquellos que podemos tener diferencias sobre temas como la igualdad de género, pero bueno, quizá no sean lo únicos temas donde habrá diferencias.

Va a cruzarse con senadores que hicieron discursos abiertamente homofóbicos durante el tratamiento de la ley.

—El Senado es un ámbito tradicionalmente conservador, donde hubo discursos bastante agresivos contra la ley de matrimonio igualitario. Tiene ese mote, pero en verdad hay miembros de todo tipo. No sé si corresponde ese juicio de valor. Es verdad que históricamente tiene los referentes más experimentados, los mayores, con todo lo que ello implica. Sólo en casos muy puntuales el Senado ha tenido miembros menores de cuarenta años. Y tendré la oportunidad de demostrar que, sin ser mayor, puedo aportar ideas y pensamientos útiles. La voz de las generaciones actuales y las más nuevas. Es necesaria esta convivencia generacional.

De todos modos, hay varios senadores que se van a atragantar con la idea de tener un colega gay y casado en la Cámara...

—(Sonríe) Y posiblemente yo también me atragante por escuchar en la Cámara posturas vinculadas con otros asuntos, sociales y económicos principalmente. Las cosas que repercuten sobre la vida privada de quien las elige no me incomodan para nada. (Se ríe) ¡Aunque quizá me toque ser el Harvey Milk argentino!

¿Cree que algunos que se opusieron a la ley ya están cambiando de opinión?

—Yo creo que sí, pero el objetivo no es que los demás piensen de la misma manera. El objetivo es ampliar derechos. Si no te cabe, no lo uses; si al otro sí le cabe, respetá su opción a ejercerlo. El derecho no moldea a la sociedad: es la dinámica de la historia de los pueblos lo que modifica el derecho, si no, es confundir el objeto con el sujeto. El pueblo es el sujeto y el derecho es un objeto; en tanto le sirve al sujeto, se lo mantiene o se lo va modificando.

¿Cómo cree que se dará el debate por la ley de identidad de género?

—Yo soy optimista en cuanto a que el tema va a avanzar y se va a lograr. Cada cual debe tener la posibilidad de elegir la identidad que siente, que vive, con la que se siente cómodo y lleva adelante en su vida. Se trata de opciones personales privadas que están amparadas por el artículo 19 de la Constitución. Parece que a algunos sectores les cuesta entender esto y piensan que sus propias opciones son las mejores y deben ser asumidas por todos.

¿La voz en primera persona de un legislador gay puede defender mejor los derechos de esos grupos?

—(Se queda pensando) Eso puede entenderse como estrategia en una época muy primaria de algún proceso, cuando es necesario poner en debate una situación puntual; pero cualquiera puede estar en condiciones de representar tales grupos en la arena política. Por ejemplo, en la lucha de los derechos de las minorías negras en Estados Unidos, entre algunos militantes estaba la idea de que “necesitamos legisladores negros, pues quien no ha vivido la opresión de la esclavitud, no la va entender cabalmente”. Situándonos en la Argentina actual, yo suscribo a una postura más integral. Si no, es establecer una sinonimia automática entre homosexualidad y progresismo. La diversidad sexual existe en la derecha y en la izquierda.

Hay cierta sensación de que en Tierra del Fuego hay una mayor apertura a las minorías sexuales. ¿Comparte esta idea?

—Es más una sensación, que quizás está vinculada con la diversidad que hay allá en todo sentido: su población está conformada por corrientes migratorias de todas las regiones del país, incluso de países limítrofes. Y en eso hay una búsqueda de identidad propia: uno no puede vivir añorando su Santa Fe, su Jujuy o su Chile natal. Nos impone una gimnasia para convivir en la diversidad.

¿Siempre hizo su carrera profesional y política fuera del armario?

—Yo nunca fui con un cartel en la frente, pero tampoco me empeñé en ocultarlo. Yo voy por un objetivo social, humano y político. Si alguien me lo preguntara, le digo la verdad. Y si nadie me lo pregunta es porque no le interesa. Si me tenés que condenar, soportar o felicitar, hacelo por cómo me desempeñe en la vida pública, como abogado o senador.

En octubre cumple un año de casado con Javier. ¿Qué le parece la vida de casado? ¿Cambió la dinámica de la pareja?

—Nosotros estábamos juntos desde 2005 y nuestra dinámica de convivencia no cambió mucho. Sí, en cambio, nos sentimos con mayor plenitud, seguros de gozar de todos nuestros derechos. (Se queda pensando) Detrás de la ley hubo mucho sufrimiento, mucha lucha, mucho compromiso e injusticias. Sería una pena que ahora que se ha logrado no se use la ley por decir: “Ah, pero si nuestra vida no va a cambiar por un acta de matrimonio”. Desde la reivindicación a esa lucha decidimos utilizar esta herramienta, y de paso nos vamos a sentir más iguales al resto de nuestros compatriotas y gozar de derechos como el de una obra social para mi pareja, que está desocupado.

Aquí intercede Javier Calisaya: “La prensa siempre me señala como su ‘secretario’ porque me ven siempre junto a él. Pero simplemente porque no se animan a preguntarme si soy la pareja. Entonces la prensa fueguina asumió y me rotuló como su ‘secretario’ (sonríe). Pero eso es porque nadie se molestó en preguntárnoslo”.

¿Se van a venir a vivir juntos a Buenos Aires?

—(Se miran y sonríen) Y, habrá que verlo. Estamos acostumbrados a cierto nomadismo: viviendo en Río Grande, trabajando en Ushuaia, viajando seguido a Buenos Aires, a Santa Fe o a Jujuy, donde está la familia de Javier. Siempre estamos viajando. Y Buenos Aires siempre fue una escala para nosotros: ahora viajaremos y la visitaremos más que antes.

Aunque existan otros senadores que no se estén animando a hacerlo público, ¿teme que usted quede estigmatizado como “el senador gay”?

—Si hay otros, seguro que no están casados a través de la nueva ley con una persona de su mismo género. No los conozco. Tampoco me interesa. Y con respecto a los medios, llegará un punto en que se volverá un dato más y buscarán la noticia en otro lado. Si a algún periodista le interesa ese tema, podemos hablarlo; pero también me interesa discutir otros asuntos. El suplemento Soy se acerca desde un interés valioso. No sé si puede decirse lo mismo de muchos otros medios.

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