Viernes, 5 de agosto de 2011 | Hoy
ES MI MUNDO
En la serie Glee, los perdedores de siempre de esa escuela norteamericana y estereotipada que suele mostrar la tele –esa gente que no encaja por ser gay, lesbiana, tener una discapacidad o exceso de peso– tienen su hora de gloria mientras integran un coro en el que todo es posible, sobre todo abandonar el lugar de la víctima.
Por Gustavo Streger
“Tal vez podrías salir de tu zona cómoda y educarte, así si tengo preguntas puedo acudir a vos como lo haría cualquier hijo heterosexual.” La frase, filosa y aguda, es disparada por Kurt Hummel a su padre Burt, dueño de un taller mecánico, que la recibe boquiabierto. Es que Glee, la serie sobre el coro de una secundaria norteamericana, decidió dar un paso más al momento de tratar la homosexualidad adolescente y profundizar en asuntos aún inexplorados por la ficción como la responsabilidad de los padres ante los jóvenes LGTTBI, el acoso escolar, la salida del closet temprana y el orgullo en tiempos escolares.
Desde el inicio de la serie, la cuestión gay circuló de una manera casi constante ante una audiencia versátil que oscila entre los 16 y los 55 años: allí la joven protagonista es hija de una pareja de hombres, uno de los principales cantantes entre los adolescentes hace una salida progresiva del closet a lo largo de las dos temporadas y se muestra una relación lésbica entre dos integrantes del grupo. Todo esto ante ocho millones de espectadores y espectadoras que semanalmente miran el show en EE.UU, a través de la cadena Fox, que también la emite en nuestro país los jueves a las 22.
No es casualidad que la revista Rolling Stones haya calificado a Glee como “la serie más gay de la historia”, ya que se proponen constantes guiños a la comunidad. Los autores dedicaron un capítulo a Madonna, indiscutido ícono LGTBBI, y otro a Britney Spears. Además, se interpretaron temas de Lady Gaga, Kate Perry, Ke$ha, muchos de los cuales se bailan actualmente en las boliches y fiestas gay de nuestro país.
Otro punto destacable en Glee es que su productor, el reconocido Ryan Murphy –creador de Nip Tuck– es abiertamente homosexual y acaba de comprometerse con su novio; la protagonista Jane Lynch, que encarna a la cruel y ácida profesora de gimnasia Sue Sylvester, es una militante del matrimonio homosexual y se casó con su pareja. A eso se suma el joven Chris Colfer que encarna al querible Kurt, quien también se reconoció como gay.
Si hay algo que caracteriza a la serie es llevar hasta el punto del absurdo ciertos estereotipos de las clásicas tiras escolares a los que acostumbró la filmografía estadounidense. La trama se centra en las peripecias del profesor Will Schuester (Mattew Morrison), que decide poner en marcha el coro escolar. Para su sorpresa, los alumnos que se presentan son los losers (perdedores) o inadaptados de la institución.
Sus autores afirmaron que Glee trata sobre la inclusión, por lo que se promueve la aceptación de la propia singularidad, a veces señalada como “defecto”, por sobre los estándares sociales. De esta manera, desfilan personajes generalmente excluidos de los roles protagónicos de este tipo de ficciones y puede verse a un joven paralítico bailando, asiáticos, judíos, negros, gordos, hijos sin padre o sin madre, alumnos cuyos padres se quedaron sin trabajo luego de la crisis económica o un embarazo indeseado.
Sin embargo, quien ganó el afecto de la audiencia es Kurt. En su primera aparición en el piloto, es arrojado a un container de basura y da la pauta del maltrato que se iba a ejercer sobre él a lo largo de la serie. Las y los espectadores pudieron, de esta forma, ver cómo pasó de ser un chico reservado hasta animarse a contar por primera vez que era gay, a pesar de que nunca se había besado con otro chico.
El segundo paso, al igual que en la vida de muchos homosexuales adolescentes, fue inventar una novia ante su padre y hasta anotarse en el equipo de fútbol americano del colegio para intentar alejar las sospechas sobre su sexualidad. Afeminado y fanático de la moda, cuando finalmente relató que era gay su padre le dijo que no era una sorpresa y que lo imaginaba. La serie retrata la lucha interna del hombre que hace el esfuerzo por apoyar a su hijo, desde un lugar lleno de prejuicios estructurales.
El quiebre en la serie se da a medida que Kurt va aceptándose hasta que debe enfrentarse a aquellos que constantemente se burlan de él en la escuela. “¿Quieren pegarme? Háganlo, pero les juro que nunca voy a cambiar. Estoy orgulloso de ser diferente. Es lo mejor de mí. Así que adelante, péguenme”, llega a decir con voz temblorosa ante los matones.
Sin embargo, el acosador –que también lucha con el descubrimiento de su sexualidad– llega a amenazarlo de muerte, por lo que el joven no tiene otra opción más que cambiarse de escuela, donde conoce al personaje de Blaine (Darren Criss), un gay que está fuera del closet, con quien tendrá un romance y un apasionado beso que hizo estallar la polémica en la sociedad norteamericana.
“Creo que el personaje es el más importante de la televisión actual, particularmente para los chicos. Cuando yo crecí no hubo nadie como él. Es un personaje que puede cambiar la vida de muchas personas. Ese personaje inicia conversaciones, buenas o malas, pero hacer que la gente hable del tema es algo poderoso”, sostuvo Murphy en una entrevista con The New York Times.
Tres suicidios de jóvenes gay ocurridos en sólo un mes en Estados Unidos debido al acoso homofóbico generaron el alerta de la comunidad, especialmente luego de que Tyler Clementi, un violinista de 18 años, se arrojara del puente George Washington. Los autores de Glee decidieron realizar un episodio especial para alertar a padres y chicos sobre las consecuencias del acoso escolar.
Incluso, Colfler lanzó un video con una organización que busca prevenir el suicidio de adolescentes gay en el que alienta la búsqueda de ayuda. “Si alguien que conocés o vos están pasando un momento complicado debido a su ambiente, es necesario que sepas que hay gente que se preocupa y te quiere ayudar. Sé lo que es ser perseguido y burlado todos los días y sé que puede parecer que no hay chances de ser felices, pero juro que hay un mundo lleno de aceptación y amor esperando a que lo encuentres. Por favor, antes de tomar una acción drástica que podría ser la última, llamá al proyecto Trevor. Debés saber que tenés amigos, gente que te ama y no estás solo. Prometo que la situación se vuelve mucho mejor con el tiempo”, sostiene.
Este año, la serie fue premiada por Glaad, Alianza de Gays y Lesbianas contra la Difamación (por sus siglas en inglés), que se encarga de reconocer a las producciones que más apoyan a la comunidad homosexual. “Este show es sobre todo acerca de la educación e inclusión. Usamos el show para educar y quiero decir a todos los adolescentes que Kurt nunca va a ser la víctima”, sostuvo Murphy al recibir el galardón.
Paralelamente, en el final de la segunda temporada, los autores decidieron profundizar en la ambigua relación entre dos porristas que pertenecen al coro, Santana y Brittany, quienes habían relatado que tenían relaciones sexuales. Sin embargo, la latina termina por declarar su amor por su compañera y que es lesbiana aunque teme a las “burlas y las etiquetas”. Ese vínculo promete profundizarse en la tercera temporada que comienza a emitirse en Estados Unidos el 20 de septiembre.
La visibilización de los adolescentes homosexuales se impuso en la vida cotidiana y es reflejada en la ficción con personajes principales que causan gran impacto en la sociedad y dan un claro mensaje a aquellos chicos que sufren el descubrimiento de su orientación sexual con culpa, miedo y soledad. Aún resta conocer qué impacto real tendrá en la exposición de modelos donde las parejas del mismo sexo pueden salir del lugar del sufrimiento y vivir la propia sexualidad con alegría y, en este caso, música.
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