Viernes, 20 de enero de 2012 | Hoy
MI MUNDO
La banda The Magnetic Fields editará su próximo disco en marzo, pero ya subieron un primer single, “Andrew in Drag”, un canto de amor a un chongo drag. Este sábado se puede ver un documental de la banda y su lider, Stephin Merritt, el chico a quien su mamá y sus amigos le avisaron desde chiquito que era gay.
Por Diego Trerotola
Pareciera que Stephin Merritt y sus Magnetic Fields vuelven con todo; y eso quiere decir que descargarán otra vez el poder de sus canciones viajeras, que son como mirar desde la ventanilla de un auto a los pájaros formando pentagramas instantáneos sobre los cables de la luz, que la velocidad desdibuja hasta deformar cantos y plumajes para que sean un mismo movimiento hipnótico impensado, desgarrador, acolchado. En rigor, decir que vuelven al paisaje musical que supieron dibujar en dos décadas vagabundas, es todavía un deseo, porque se anuncia en su sitio oficial (www.houseoftomorrow.com) que recién el 6 de marzo The Magnetic Fields editará su próximo disco, Love at The Bottom of the Sea. Pero este 12 de enero, como adelanto, subieron su primer single, “Andrew in Drag” (¡canción de amor a un chongo drag!), que es el botón de muestra que Merritt zurció para felicidad de quienes saben que el amor y el desamor se confunden hasta ser la mismísima epifanía. Merritt vuelve a draguearse de canción de amor evanescente, con aliento de dragón que no quema pero arde, porque su particular pasión gay, sin el glam de etiqueta convencional pero que nunca estuvo en ningún closet, desprende de sus retinas esas imágenes seductoras que pocos compositores pueden sintetizar en retratos tan lúcidos, tan sexualmente honestos y críticos. Vuelve Merritt, el súper imán de la canción de amor errante en la sombra, que brilla y te nombra.
“Mi madre estaba en el folk rock cuando era niño, así que creo en el folk rock como la norma de la que todo lo demás se desvía. Por supuesto, eso es completamente absurdo, pero así es como yo crecí”, dice Merritt, que nunca se encontró con su padre, el cantante folk Scott Fagan, aunque sabía quién era y lo encontraba parecido a él cuando lo veía en las tapas de los discos. El folk fue el germen disperso desde el que él se volvió a dispersar, o mejor a desviar, porque Merritt creció tan marcado por el desvío como por la música. Hasta casi la adultez, antes incluso de convertirse en músico profesional, Merritt estuvo permanentemente de gira: vivió en más de treinta lugares hasta los 26 años. La errancia como identidad vuelve y se revuelve en mucha canción rutera de Merritt, como su “Nací en un tren”, del álbum que tal vez tenga mejor título para su vida nómade: The Charm of the Highway Strip (algo así como “El encanto de la cinta de la ruta”). Antes de aprender a caminar ya sabía tocar la guitarra, dice en alguna canción, y es sobre instrumentos musicales como balsas y bálsamos, donde viajó y viaja durante toda su vida. Su identidad móvil no fue un problema ni tampoco su sexualidad lo fue para él mismo o para su madre. Como contó en una entrevista al Village Voice, Merritt nunca tuvo que salir del closet, nadie pensó que él era heterosexual. Sus compañeros le decían que era gay, y él simplemente se dio cuenta de que tenían razón. Su madre le compró el libro La mística gay, y el joven Stephin siguió el consejo del autor sobre la manera de ir en busca una relación sexual: se fue a Nueva York y se puso a charlar acerca de Fassbinder en una librería de West Village. El sello con que grabó el primer disco de Magnetic Fields en 1990, junto a su compañera de estudio Claudia Gonson, se llamó Gay & Loud. Pero la visibilidad de Merritt es muy particular, casi opuesta a la que en los 80 y 90 cierto activismo reaccionario cimentó para escapar al cliché, ocultar los tics comunitarios de la diversidad sexual para privilegiar una forma de vida más asimilacionista. A Merritt le gusta ABBA y Doris Day, y no solo no lo oculta, sino que sostiene que allí hay un modelo de canción que le interesa desarrollar, aunque tal vez, algunas de sus melodías puedan desviarse de esa matriz, elige visibilizar su gusto por el cliché gay. “No creo que hay clichés que trato de evitar. Tan pronto como veo un cliché, yo voy por él. Siento que los clichés son lo más útil en la composición de canciones. Son la herramienta sobre la cual se construye todo el resto de la canción.” Su máximo opus, 69 canciones de amor, un disco triple (salto mortal) donde se concentra una road movie por melodías que son círculos concéntricos del romance tripero, fue compuesto en bares gay de Nueva York con música disco atronando desde rockolas, donde Merritt se internaba durante ocho horas al día, con su libreta, sus cigarrillos y su trago. Al “cero ambiente”, al gay que se piensa a sí mismo fuera de los clichés, Merritt le respondía desde adentro, porque instalado en el ojo de la tormenta de la cultura gay se podía viajar a cualquier parte con el ticket que imprime cada canción que escribió en ese lugar donde nadie quiere mostrarse para no ser vistos como gays desesperados por encontrar el amor, ese mismo amor que gracias a Magnetic Fields se puede cantar por muchas decenas de veces con un sonido inédito, que va de la comedia musical al rock experimental, del synth pop al post punk. O ese mismo amor que ahora se monta con otra ropa en “Andrew in Drag”, donde un hétero travestido en broma es un objeto de deseo imposible: “la única chica que amé alguna vez”, le canta Merritt en una de sus frases clichés invertidas. Es probable que con su fama de malhumorado, como muestra el documental Strange Powers, y con su “gesto facial triste” que él mismo admite tener, Merritt no sea el gay arquetípico que alegra los bares gay, y que bajo su gorra perenne sentado en un rincón, pasaría más bien por un extranjero o un viajero, alguien que solo pasaba por ahí y en un desvío del camino entró para ver si podía capturar el deseo en fuga.
El documental Strange Powers: Stephin Merritt and The Magnetic Fields está programado por el canal I-Sat el sábado 21 de enero a la 1 am y se repite el mismo día a la 1.30 pm.
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