Viernes, 24 de febrero de 2012 | Hoy
ENTREVISTA
Zaida Rico es la directora de Granos de uva en el paladar, una obra de teatro con elenco femenino que interpreta tanto a varones como a mujeres mientras va dando voz a la historia de la España silenciada desde el franquismo hasta hoy.
Por Paula Jiménez
Una puesta austera, dominada por el rojo; mujeres vestidas de negro que hacen de sus amplios pañuelos grises elementos mágicos, varitas que las convierten en alguien nuevo una y otra vez. La obra se basa en tres cuentos de Susana Hornos, una de sus directoras, y en ellos desfilan casi 20 personajes, hombres algunos de ellos, interpretados por seis actrices. Las escenas se suceden bellísimas o amarguísimas, como una fruta pasada, sobre el escenario del CCC. Zaida Rico, tan española como el resto de la compañía, es la directora de Granos de uva en el paladar.
–Ocurrió algo muy gracioso con Marta, la actriz que hace de Paco. Hubo un momento en que dejé de llamarla Marta y la comencé a llamar Paco durante los ensayos. No trabajamos en ningún momento con moldes ni conceptos preconcebidos. De hecho, durante la primera fase, hasta que elegimos a Marta Cuenca para este personaje, hicimos un trabajo con las actrices para que vayan descubriendo su propia masculinidad, por fuera de los estereotipos culturales. Salir de ese prejuicio mental fue una tarea de hilar fino. En esta tercera función conseguí ver la obra de afuera y hubo un momento en que al ver esa escena de amor entre Paco y Rosa dije; ¡Ah, esto es súper sensual y son dos mujeres! Me cayó la ficha ahí. No formó parte de una provocación.
–Estoy medio confundida con este tema. Yo quiero creer que al PP no se le va a ocurrir tocar la ley de matrimonio igualitario. Porque a la vez, obviamente que el sexo no sabe de izquierdas ni derechas, y hay mucha gente gay en las filas de la derecha. Hay una parte de nuestra sociedad que está aggiornada y hay otra, la gente más mayor, que aún está encorsetada y en quienes preveo un cierto rechazo.
–Creo que el hecho de que seamos dos directoras, una autora y un elenco de seis actrices algo significa. Hay mucha hormona por ahí dando vueltas. Nosotros, en España, también tuvimos nuestras madres de Plaza de Mayo. Eran las mujeres de negro, todavía totalmente anónimas de las que no se ha hablado ni se ha difundido su labor. Por otra parte, tanto Susana como yo hemos estado leyendo libros de historiadores hombres y también mujeres, hay una gran diferencia de sensibilidad. La historia oficial está siempre contada por los hombres y nosotras hablamos de los personajes que no figurarán en sus libros. Llegó hasta nuestros días la historia de las 13 rosas, fueron 13 jóvenes asesinadas, pero hay muchas más. Es muy importante que recuperemos la voz de esas mujeres y también las de esas madres. Duras muchas de ellas, con la iglesia metida en sus extrañas, o de mujeres como el personaje de Rosa que es pura luz. De Rosa se enamora Paco, un terrateniente ya casado. Al conocerla, Paco se divorcia, con una ley de divorcio muy revolucionaria de 1932.
–Sí, una ley que, obviamente, también tiene su sombra. Pero es cierto que ni siquiera la ley de divorcio de los 80 fue tan buena como aquélla. Luego, durante la Guerra Civil, Franco la derogó y eso hizo que las personas que estaban divorciadas se vieran obligadas a volver a casarse con quien lo estaban antes. Como sucede en la obra. Los personajes de Rosa y Paco se encuentran automáticamente casados otra vez, mucho después de su divorcio.
–Sí. Como también pasó aquí. Fueron “procesos de reorganización nacional”. Y está siempre muy presente en la boca de todas las personas de derecha la cuestión de familia y de los valores. La principal cabeza de estas ideas se llama Vallejo Nájera. Sus estudios, en los que se basó el franquismo, son increíbles, a veces te dan mucha risa y otras mucha lágrima. Tiene que ver con las ideas de Hitler. El hablaba de un gen rojo y sus hijos habían nacido con ese mismo gen, pero que con una buena educación y un buen ambiente familiar, y la iglesia, ese gen se podía disipar.
–La época del destape consistió en destapar tetas y culos para tapar los cuerpos debajo de la tierra. Elementos de distracción que se utilizaron para no hablar de lo que se tiene que hablar. Se habla actualmente, pero a medias. A Garzón se le ha inculpado por querer sanar. La primera vez que hijos y nietos de las víctimas del franquismo se sientan a hablar fue recién hace un par de semanas. En España nunca ha habido un juicio. Fraga, el fundador del PP a quien puso Franco a dedo, murió en su cama, no en una cárcel. Quiero decir, ha habido, hay, mucho dinosaurio suelto. Están los que han inculpado a Garzón que aunque son sangrantes, pero que no son tantos y resultan fácilmente reconocibles. Y otros que son el tipo de gente insertada en la sociedad y que da más miedo. Gente que va sembrando sus ideas, su concepto de familia, su verdad, su país, su bandera, cada día en su desenvolvimiento cotidiano. España es un país muy católico, y lo sigue siendo. Y estamos volviendo a la sociedad de Goya, regresando a sus pinturas negras, a ese clima del rosario, de la mantilla, de Semana Santa.
–Sí, claro. Tenemos a José Sánchez Finisterra, el autor de Ay Carmela. Tenemos a Juan Mayorga, a Animalario, una compañía maravillosa que siempre tiene un tinte combativo, político. Lo que pasa es que hay algo en la opinión pública que cada vez que sale una película sobre el franquismo, la gente dice: ¡Ya estamos otra vez con estos temas! Y, sin embargo, ¿cuántas películas nos hemos tragado de Vietnam o de las Torres Gemelas? Preguntémonos otra cosa. Si se hace una película más sobre este tema, ¿no será que necesitamos todavía reflexionar al respecto? Susana (Hornos) y yo nos llevamos 10 años. Yo nací en democracia, ella no. Sus padres y los míos son muy diferentes. Mis padres participaron de una forma activa durante la transición, los suyos no y sin embargo las dos hemos tenido necesidad de hablar de estos temas. Susana es sobrina nieta de un fusilado que está en una fosa común y sigue allí, no tiene una tumba donde llevar flores.
–Es una situación lenta y muy heavy. No se puede decir que en España hay muchas fosas, porque España entera es una fosa. El año pasado vino un arqueólogo que nos mostró un mapa con puntos donde estaban las fosas y es muy impactante la cantidad. Se ha hecho, pero en relación con lo que debe hacerse es muy poco. Ahora con Rajoy si no hay dinero para seguir desenterrando igual habrá que seguir haciéndolo, porque el compromiso de una parte de la sociedad es muy grande. No sé qué cantidad de gente gay han fusilado durante el franquismo, porque no se sabe concretamente. Pasa algo como lo que pasa en nuestra obra, en la que el personaje ni siquiera lo afirma tajantemente. Otro asunto era Federico García Lorca, que además de saberse de él públicamente, escribía verdades como puños que molestaban mucho.
–Por el teatro. Fue la intuición de que Buenos Aires merecía la pena teatralmente. Había leído obras de dramaturgos españoles y al venir aquí y ver el panorama teatral comprobé que mi percepción era cierta. En este país, el “no” está de antemano, a nivel económico, y del no partimos, de la potencia que tiene. Todas las personas del elenco estamos aquí por este motivo. La primera en llegar fue Susana, hace 11 años. Yo estoy hace cinco.
–A distancia, y me han pasado muchas cosas. Aquí está habiendo un caldo de cultivo y un resurgimiento muy fuertes, algo contrario, en ciertos aspectos a España. Me siento muy orgullosa de vivir aquí. Veo cambios que me gustan. España está más avanzada en relación con la educación pública y la salud, pero creo que aquí queda mucho para hacer. Aquí tengo la sensación de que se va para adelante y allí que se va para atrás. Pero no soy pesimista, creo que también esto debe ser necesario. Aquí se ha convertido en política de estado todo lo referente a los derechos humanos, esto me da mucha alegría como residente permanente argentina y mucha envidia como ciudadana española.
Granos de uva en el paladar
Jueves a las 21.
Centro Cultural de la Cooperación
Av. Corrientes 1543
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