Viernes, 13 de abril de 2012 | Hoy
BAFICI
Se estrena Ante la ley, el documental sobre Carlos Correas que recupera un cuento prohibido, zonas desconocidas y, sobre todo, el arte del yire
Por Diego Trerotola
“El viernes 10 de abril de 1959 Ernesto Savid se sintió perturbado por la lectura de la revista Radiolandia y por la noticia del casamiento de un actor. No había dormido la noche anterior y ya por la mañana había decidido ir al cine Colonial, en Avellaneda; quería ver una película de ficción llamada Rodán”, así comienza “La narración de la historia”, relato de Carlos Correas que fue publicado ese mismo año en el que transcurre la historia, en el número 14 de la revista Centro, y que provocó un escándalo que terminó en tribunales, con el escritor acusado de publicación obscena según dictaba el artículo 128 y que implicó también el secuestro del que sería el último número de esa publicación, editado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Aquel relato contenía el detalle de un levante callejero homosexual, el primero con ese espesor en la literatura argentina, y eso lo volvía pornográfico para aquellos años pudorosos y reaccionarios, donde tanto el diario La Nación como el Partido Comunista coincidían en militar contra el cuento. Ahora, a más de medio siglo, y haciendo honor a la cinefilia del personaje protagónico del cuento, Ante la ley, la película de Emiliano Jelicié y Pablo Klappenbach, hizo que recomience este relato de Correas con una vuelta al cine, como si fuese un nuevo punto de partida que hace rodar otra vez la historia. Lejos de una tradicional película biográfica sobre Correas, escritor y filósofo, lo que proponen los cineastas es un recorrido triple, cruzado, una investigación múltiple de los alcances de una literatura de yiro, para andar los pasos y las huellas que creó una prosa en intersección con el recorrido de una vida, como si fuese un lenguaje mixto que se escribe de a pie. Porque ante todo, a Carlos Correas se lo recuerda siempre como un andariego, como el flâneur que creó una personalidad cuando escribía al patear las calles. “Un gran caminador, un gran orillero de andar por esos lugares que resultan difíciles, para nada pequeñoburgueses”, recuerda Bernardo Carey en Ante la ley; y en su momento, en un obituario publicado en Radar Libros, la redacción de la revista El Ojo Mocho también coincidía al recordarlo como un “deambulador nocturno, recorría el centro de la ciudad a la salida de un irrisorio empleo que él ahora rememoraba dándole una gracia resignada y conciliadora al pavor que suele anidar en la juvenilia del pobre”. La encrucijada triple de Ante la ley propone una adaptación de “La narración de la historia”, una investigación sobre los meandros pasados y presentes del proceso judicial en contra de ese cuento y, finalmente, una exposición de testimonios visuales y verbales de Jorge Lafforgue, Juan José Sebreli, Tomás Abraham, Ricardo Piglia, Rafael Filipelli, amigos de Contorno pero también gente que se cruzó en el camino del escritor, un coro que reconstruye las grandezas y las miserias de Correas, porque no se trata de una película para canonizar o esculpir en bronce a alguien, sino para volver a activar una máquina literaria, una forma de transitar. Visitas a la Isla Maciel, su relación con las travestis, sus idas al “bajo fondo homosexual porque a la heterosexualidad en aquella época la tenía borrada” (Sebreli dixit) son evocaciones de una época donde caminar la ciudad de Buenos Aires desde los márgenes era una forma de hacer literatura de resistencia y de vanguardia, confrontar a la ley, al mismo tiempo que una filosofía de vida. “La narración de la historia”, tanto como su texto inédito “Los jóvenes”, del que Soy publicó un fragmento, son tramas diversas de una misma grafía del yiro como alegato de una época donde poner el cuerpo era un estilo de vida de riesgo, pero también una forma de compromiso literario. Jelicié y Klappenbach encuentran un método para adaptar cuento & biografía de Correas, que convierten a la película en un mecanismo vivo, porque lo hacen desde un realismo quebrado, poroso, donde la eventual artificialidad de la puesta en escena se mezcla con el detrás de cámara y con un estilo documental, donde cine y registro, ficción y realidad, se tensan en una red espesa, como en la literatura ensayística de Correas, como en el tenso libro La operación Masotta, otra parte de su herencia corrosiva. Ante la ley termina investigando, instigando detalles sobre el suicidio de Correas, típica muerte de filósofo, que tiene versiones que difieren en las marcas de la escena del crimen, pero que igual muchos coinciden en que la razón fue la imposibilidad motriz que le producía un malestar insoportable durante la vejez. Es que era lógico que Correas no pudiese tolerar que las piernas no lo sigan llevando a las zonas marginales de la literatura, esas que le posibilitaron ejercer con perversa locomoción una ilegal sexualidad y textualidad del yiro.
Ante la ley se exhibe en el Bafici hoy, a las 19.30, en el Hoyts Abasto (Corrientes 3247). Se repite el domingo 15 abril, a las 18, en el Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1551) y el 20, a las 13, en el Arteplex Belgrano (Cabildo 2829).
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