Viernes, 20 de abril de 2012 | Hoy
SOY POSITIVO
Por Pablo Pérez
Una de las razones del surgimiento del bareback, leo en la versión francesa de Wikipedia, tiene que ver con una actitud política en respuesta a la criminalización de prácticas sexuales con riesgo de infección del VIH no consensuado. Es por eso que un grupo de gays norteamericanos se organizó para hacer visible su decisión de no usar preservativo: el que avisa no traiciona. Para ellos existe la denominación “barebacker proselitista”. Por otra parte, se trata de una libertad de decisión basada en argumentos como el “culto de la esperma” o la dificultad que tienen algunos hombres para la erección al intentar usar preservativos. Ninguno de estos argumentos contempla la transmisión de otras infecciones como las enfermedades venéreas y la hepatitis.
Aunque no soy barebacker, apenas conozco a alguien le aviso que soy seropositivo, no por obligación sino por una cuestión práctica: me resulta difícil encontrar el momento adecuado una vez que la relación empezó. Además, en muchos websites de contactos gays es obligatorio completar el campo con el “Estatus de VIH”, aunque sea con un “prefiero no contestar” o “no sé”, yo elijo “positivo”.
Hace una semana, por Manhunt, me manda un mensaje B, un oso que por las fotos y lo que escribe en su perfil me parece interesante. En su status de VIH indica “negativo”, entonces se me ocurre preguntarle si leyó mi perfil completo. Al cabo de un rato, me pregunta: “¿Me lo decís por el HIV?”. Entonces le digo que sí, que soy seropositivo. “¿Seropositivo es que no tenés nada?” Y ahí me encuentro con un nuevo obstáculo, la ortografía, y no es la primera vez que me pasa: muchos piensan que se trata del número “cero” y no conocen la palabra “serología”. A medida que avanzamos en la conversación, el deseo sexual se va diluyendo para convertirse en una campaña individual de concientización sobre VIH, donde tengo que explicar todo: que con un correcto tratamiento la carga viral se puede volver indetectable, pero que eso no quiere decir que uno esté curado, que el cóctel hay que tomarlo de por vida, un montón de cosas que uno piensa que la gente debería saber, sobre todo las personas con acceso a Internet. “Nunca estuve con un seropositivo”, me dice, y entonces le explico que no importa con quién esté, salvo que haya una relación basada en la confianza, siempre tiene que cuidarse de la misma manera.
Lo mismo ocurrió con un barebacker que me contactó hace un par de días: le pregunté si no le tenía miedo a la hepatitis. También tuve que contarle todo. “Ah, esto de la hepatitis no lo sabía”, me contesta. Tampoco es el primero. Mi conclusión es que, a diferencia de los “barebackers proselitistas” con sus razones políticas, son muchos los seropositivos que se suman a la moda del sexo a pelo, cuyos graves riesgos ignoran.
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