Viernes, 20 de abril de 2012 | Hoy
Por Leandro Ibañez
Luego de participar con un work in progress en el último Festival DesTravArte, Martín Marcou presenta a todo el público su acabada Pitón bebé. Una historia chiquita, muy íntima. Una obra donde, fiel al estilo del director, lo que se presenta invisible a los ojos —pero bien grande a los corazones— es esa necesidad de conectar con el otro, inherente a toda condición humana, que sobrepasa al género, la edad y la sexualidad.
Mía, un tanto hippie que sólo escribe canciones de amores perdidos, y Leticia, una chica trans que aspira con fuerzas a que la llamen del trabajo soñado, son dos amigas típicas en búsqueda del amor y la felicidad. Y el tercero en discordia, Amador —excelente interpretación de Eugenio Divide—, un joven retraído y tímido que sabe ser cómico sin quererlo y cuida un ofidio constrictor al cual, como a nuestros tres protagonistas, pareciera nadie quiere; pero a veces algo debe morir para que otra cosa nazca.
El acierto de Marcou es presentar una escena cotidiana, sencilla, donde no se presenta al personaje trans viviendo en los márgenes y subsistiendo como puede, sino inmerso en la monotonía de la vida diaria, esa cadena de sucesos tan desvalorizada por muchos, y a la vez tan anhelada por otras almas.
Pitón bebé es un manifiesto de la esperanza que nunca muere, del deseo de que la vida deje de reptar.
Pitón bebé. Los viernes a las 23. Teatro La Tertulia, Gallo 826.
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