Viernes, 22 de junio de 2012 | Hoy
ACTOR, CANTANTE Y DIRECTOR
Me gustan la naturaleza
y los espacios abiertos. En cualquier época del año tengo todo abierto. Además tengo huerta propia, me gusta cosechar lo que como, y cuando no tengo nada acá me traigo del campo de mi hermano. Mi abuelo tenía huerta y nosotros de chicos le desenterrábamos las zanahorias y se las dejábamos apoyadas, y luego en la semana mi abuelo llamaba y nos retaba. Al mural lo pintó la hija de Susy Shock, Anahí.
Por Sebastián Freire
Me encanta nadar. Nado desde los 6 o 7 años. Es que tenía el síndrome ADD, en ese momento no estaba diagnosticado. Y en mi casa me mandaban a todo: a inglés, scout, a nadar. Y si no, estaba todo el día en la calle jugando a las bombitas, a las armas, a las escondidas, a la pelota. Yo siempre antes o después de natación iba al psicólogo, y una vez el último psicólogo me dijo: “Seguramente la pasaste muy bien en la panza de tu mamá”. Yo siempre anduve con las antiparras en el bolsillo.
Leo Arkansas, de David Leavitt; las novelas siempre me las recomienda mi hermano o mi vieja, que tienen buen ojo. Luego está la obra de teatro que esté haciendo (siempre estoy haciendo algo, así que siempre tengo una obra como lectura). Y alterno un libro de política o alguno de teatro que nunca llegaré a hacer. En este caso es El ogrito, de una dramaturga y amiga canadiense, Suzanne Lebeau. Ella me regaló este libro y en la dedicatoria me puso: “Para mi pequeño ogrito argentino que logró imponer un silencio denso”.
Es el pañuelo del grupo Scout al que pertenezco desde hace 20 años. Empecé a los 6. Ahora soy coordinador, pero empecé siendo lobato. Es una actividad muy masculina: te llevan de campamento, te embarrás mucho, te hacen jugar bruto. Ahí me hice amigos varones. Y encontré mi rol dentro de la sociedad: el del pillo y del humorista. Yo era el más petiso y no tenía la misma fuerza que el resto (mis amigos, de hecho, son altísimos); y para sobrevivir en un campamento 15 días tenías que descubrir tu capacidad.
Cuando mi hermana se iba al dentista, yo le robaba las muñecas. Esa anécdota real inspiró mi unipersonal Tengo una muñeca en el ropero. El guión es de María Inés Falconi y la dirección es de Carlos de Urquiza. Yo trabajo con ellos desde hace 10 años, podría decirse que son mis padres artísticos. Ellos piensan las historias que a mí me gusta contar. Le llamamos el teatro fracaso o el teatro del éxito interior.
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