Vie 06.07.2012
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MI MUNDO

Maldito diario

Roger Casement hoy es reconocido como héroe y mártir por su actividad contra los abusos del sistema colonial británico y sobre todo por su lucha por la independencia de Irlanda, su país natal. Los ingleses usaron sus diarios íntimos como prueba de homosexualidad y entonces su reputación no sirvió para eludir la horca. Vargas Llosa intenta limpiar su memoria, claro que lavando también su condición homosexual, en El sueño del celta.

› Por Marcelo Plaza

El hombre cruza el cuadro con paso decidido, los brazos ligeramente tensos hacia adelante y las manos esposadas. Algo rezagado y amagando una carrerita, lo sigue un policía petiso con un abrigo que parece pesarle.

El hombre de la fotografía es Roger Casement saliendo del Tribunal donde acaban de condenarlo a muerte y además acaban de negarle una muerte honorable. Si el resto de los líderes del fracasado levantamiento de los nacionalistas irlandeses (1916) fueron fusilados, él va a morir en la horca. Conan Doyle, su amigo, entre otras celebridades de la época como G.K. Chesterton, John Galsworthy, George Bernard Shaw y William Butler Yeats intervinieron para que no se cometiera esa injusticia.

Casement es una personalidad que aportó mucho a la sociedad de su tiempo y a la que vino después. Pero todo fue en vano. Quienes querían verlo muerto encontraron una zona oscura que lo llevó al patíbulo.

Retrato de un ahorcado ilustre

Como testigo directo y denunciador de las atrocidades y crueldades perpetradas en nombre de la civilización y el progreso, Casement puede ser considerado una suerte de padre fundador de organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Fue de los primeros activistas en proponer una revisión de los derechos territoriales de los países occidentales sobre la tierra sojuzgada, en defender los derechos de los indígenas en la línea de Bartolomé de las Casas, pedir una responsabilidad social corporativa y un comercio justo, y exigir la igualdad de los sexos. De sus estancias y viajes, aproximadamente veinte años en el Congo y un año en el Putumayo, surgieron los dos memorables informes al Ministerio de Relaciones Exteriores británico, en los que narra los atropellos, innumerables y terroríficos, que se estaban cometiendo en nombre del “progreso, el cristianismo y la modernidad occidental” en esos lugares tan alejados del mundo y la visión europea. En su Informe sobre el Congo, así como en el Diario del Putumayo, atacó la base de la política económica del mundo occidental y recogió las terribles consecuencias de la devastación de la cuenca del Amazonas. Casement no fue sólo un eficaz investigador sino un hombre dotado de un agudo poder de conceptualización, los informes que produjo son de una enorme riqueza etnológica, antropológica y –desde luego– política.

Atravesado por las experiencias en el Congo y en la Amazonia peruana, decidió llevar su batalla personal contra el colonialismo a su propia casa. A esta altura, para él, la situación de Irlanda ocupada era equiparable a la del Congo belga. En consecuencia, dimitió del servicio consular para unirse a los independentistas irlandeses. Esa fue su gran traición.

¿Qué pecado pudo cometer alguien destinado a convertirse en una de las personalidades del siglo XX, para terminar en el cadalso y durante años y años en la más completa oscuridad?

El oscuro pecado de Casement

Hay miles de formas de ser homosexual, y la subjetivación, es decir, la reinvención de la identidad personal, es un gesto al que cada uno de nosotros le dará el sentido que quiera. Roger Casement había decidido que la suya merecía un registro contable: sus llamados “diarios negros”.

En estos diarios íntimos, Casement confesaba, se confesaba, desplegaba tal vez como parte de su goce, su atracción por los muchachos, y al hacerlo, o mejor dicho, en cuanto los diarios cayeran (y cayeron) en manos que no fueran las suyas, se convertía en un sodomita. Los diarios negros fueron transcriptos con meticulosidad por amanuenses dilectos en las oficinas de los Servicios de Inteligencia en Londres. Esta transcripción malévola circuló de forma amplia entre quienes habían montado una campaña para detener la ejecución de Casement. No sólo eso: para impedir cualquier recurso de gracia eventual por parte de personajes influyentes, se hicieron llegar extractos al rey inglés, al presidente de Estados Unidos y al Papa. En un tiempo de fuerte conservadurismo social, los diarios consiguieron minar el apoyo a un hombre que nunca se había casado, y de quien no se conocían romances con mujeres.

Así fue como el gobierno británico consiguió neutralizar a aquellos nombres ilustres que habían considerado excesiva la pena del juez. Como los “diarios negros” no fueron mencionados durante el proceso, Casement, que había ocultado su homosexualidad con mucho cuidado, no llegó a enterarse de por qué la campaña a su favor se había desinflado.

Negro sobre blanco

Estos diarios que tanto escándalo provocaron en su momento, vistos hoy resultan decepcionantes. Están escritos casi en clave, la mayoría de las entradas son apenas unas pocas palabras. Casement no pierde oportunidad de mirar y consignar lo que vio, generalmente de un modo técnico, y especialmente aplicado al momento de anotar el tamaño del miembro del ocasional amante, dejando en claro que para él el tamaño sí importa, o como escribió Genet: “El miembro del amante es todo el amante”. Los encuentros que describe son puramente sexuales, y no se trasluce ningún sentimiento, lo específico desaparece o se convierte en un mero conjunto de peculiaridades:

Febrero 28: Mario en Río, Rua do Hospicio, un cuarto correcto. Amoroso joven 18, el más grande desde Lisboa, perfectamente enorme. $ 3.

Marzo 2: San Pablo, Antonio $ 10. Rua Diseita, dura, fuerte, penetra profundo.

Marzo 12, mañana en Av. Mayo, espléndida erección, Ramón $ 7.

Praça do Palácio: uno gordo y durísimo. Sin respiración. Gotas de sangre en calzoncillo. Dolor placentero.

Describía sus experiencias sexuales en los mismos años, y a veces los mismos días, en que hacía su trabajo humanitario, que a su vez consignaba en lo que hoy se conoce como los diarios blancos, es decir, otro cuaderno donde la otra vida también tenía su registro minucioso.

Hasta 1965, el gobierno británico no permitió la exhumación de los restos de Roger Casement, apenas identificables, en la fosa de cal en el patio de la prisión de Pentonville, en la que se había arrojado el cadáver.

La autenticidad de los diarios no fue nunca puesta en duda por quienes los conocieron, entre ellos Michael Collins, el líder de los nacionalistas irlandeses que negociaron la independencia de Inglaterra en 1921. Pero con el tiempo, en el seno del nacionalismo católico irlandés, comenzó a surgir la idea de que los diarios eran ficticios, que habían sido falsificados para ensuciar la memoria de un héroe de la independencia. En 1959, sin embargo, apareció en París una edición de los Black Diaries. Los editores publicaron en las páginas impares los diarios negros, que describen sus aventuras sexuales, y en las páginas pares los diarios blancos, que narran las atrocidades que documentó y condenó. Ambos aspectos de su vida estaban relacionados. El placer que recibió de los nativos posibilitó en él una empatía, por ellos y su tragedia.

Para los veteranos del movimiento de liberación irlandés era impensable que uno de sus mártires pudiese haber sido afectado del “vicio inglés”. Y todavía queda en Irlanda quien sigue pensando que los “diarios negros” son una invención deshonesta de los británicos, destinada a desprestigiar al héroe, opinión compartida por Vargas Llosa, que espantado ante “el pecado nefando” se tranquiliza a sí mismo y pretende hacerlo con sus lectores, cuando asegura muy ufano que Casement, en los “diarios negros”, no está haciendo otra cosa que ficción.

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