Vie 27.07.2012
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CUESTIONES PERSONALES

El anti hot tour

A veces, no siempre, nos queda París. Los desencantos de la noche y las bondades de los días hacen pensar en una crisis de las metrópolis, de la madurez o del ambiente. Usted dirá.

› Por Alejandro Zárate

Domingo, estación de metro Hotel de Ville, parado en un esquina con mi mapa tratando de planificar un tour hot o por lo menos lo que mi imaginación me dice que podría ser hot... En la guía hay muchos nombres: Full Metal, The Glove, Bunker, Secteurx, Le dépôt. Sigo ahí con mi mapa. Pasa un muy simpático francés que me pregunta si quiero que me recomiende un lugar: “Tú tienes que ir a Secteurx bar”. Bueno, contento por tan gentil gesto, voy camino a 49 Rue de Blancs. En la puerta, un señor, que parecía salido de Benny Hill, me invita a entrar a un lugar oscuro; las luces rojas y la música house me incentivan a que sólo me pida un vodka con naranja. Pantalla gigante, proyectan una porno situada en Buenos Aires. Sí, para mi sorpresa los actores se conocían en las Galerías Pacífico y entraban a comprar sales de baño a un local de VZ, y de ahí uno calcula que se van a un telo de la zona. Pero calcular es justo lo que no debe uno hacer en una porno. Levanto la vista: los personajes que caminaban de un lugar al otro, vestidos de riguroso negro, olor particular de un Dark Room, cerveza y baño. Basta. Terminé mi trago y entré en esas catacumbas que me hacían acordar a alguna película de vampiros de los años ’70. ¿Hace falta aclarar por qué me fui corriendo a Full Metal? Horror. La misma especie, pero con una barra muy atractiva de metal y luces verdes, no rojas. Barmans simpáticos que parecían salidos de una película xxx de sexo fuerte o unos luchadores de catch. Pedí otro trago para ver si me sentía un poco más en sintonía, pero no. Cada noche en estos bares es temática, y a ésta la anunciaban como la “noche látex”. Uniforme o naturismo (desnudo), aunque no sé precisamente en qué noche aterricé ahí, porque todos y todo me parecía igual. Me di otras oportunidades y seguí por Krash bar, en 12 rue Simon Le Franc, a metros de la estación de metro Rambutea. El lugar, ínfimo, en el resto es como casi todos: en la planta baja están el bar y el guardarropas, dos subsuelos de cabinas en donde todo es muchos hombres con el torso desnudo, la cerveza y el popper (y aunque ya está prohibida la venta en estos bares en París todos tienen un frasquito en sus manos). Las luces azules se mezclan con el calor del lugar, y cuando ya pasaba media hora de que había llegado, me estaba imaginando estar en mi hotel, duchado y con guía en mano empapando todo lo que haría al otro día. ¿Pero qué me pasa? ¿Crisis cuarentona o crisis de ambiente? Nada me producía tanta excitación como ir a mi hotel caminando y haciendo un stop en algún café para tomarme uno o gozar con un crêpe de chocolate.

Luego de unos días, llegó una noche en la que olvidé la experiencia descripta y agarré el mapa como si nada. Esa noche, después de cenar en uno de los restaurantes gay más lindos que haya conocido llamado Gai Moulin, en 10 rue St. Merri, con unas copas de vino arriba partí a la noche. Fui a donde van los argelinos gay a bailar, en Le Dépôt, los viernes, hay en una de las pistas varios Dj argelinos que se quedan sólo dos horas, después comienza la música house mezclada con una versión electrónica de Thalia: los que saben de dance, entenderán de lo que hablo...

Pero el atractivo de Le Dépôt está en los dos subsuelos donde están unas celdas en donde los que gustan del tema se encierran en esas jaulas gigantes con cadenas y otras cosas más. En esos laberintos hay de todo y para todos los gustos, siempre y cuando se tenga la paciencia de caminar y caminar, soportar ir de acá para allá; por momentos uno se siente como un cenote de Riviera Maya. Me quedé como unas dos horas en Le Dépôt y ahí partí a Sun City en 62 Bvd. Sebastopol, que dicen que es el mejor sauna de París. No sé si será así porque no los conozco a todos, pero lo que les puedo asegurar es que las piletas de agua caliente y el hidromasaje gigante fueron lo que mejor se puede tener a esas horas de la madrugada. Estar metido un buen rato en el vapor y en esas piletas iluminadas al estilo las mil y una noche hicieron que me diera cuenta de que era eso lo que estaba buscando en París, bella de día.

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