Vie 27.07.2012
soy

MI MUNDO

Alien como yo

Londres y el resto del mundo festejan los 40 años de la aparición de Ziggy Stardust, el andrógino y transgresor personaje con el que David Bowie cambió la mirada, el look y la percepción de toda una generación. Criticado por el activismo gay y adorado por una comunidad de raros que hasta el momento no tenían ni voz ni imagen, David Bowie impuso el glam, la estética de un paraíso pansexual rebelde pero a la moda, todavía vigente en el futuro.

› Por Liliana Viola

A mediados de los ochenta, con un tono de orgullo nacional pero mucho más de inquina conservadora y amarilla, el diario inglés Daily Mirror declaraba: “Los americanos se sienten confundidos ante el sexo de las nuevas bandas británicas. Primero pensaron que Boy George en realidad era Girl George, luego no aciertan a decir cuál es Vincent y cuál Alison entre los dos integrantes de Yazoo y nadie los convence de que Annie Lennox no es un señor”. Que la confusión se subiera al escenario con aires de súper star y bataclana en Inglaterra y alrededores (ver el famoso underground porteño si no se quiere ir más lejos) no habría sido posible, o mejor dicho, los ochenta tal como los conocemos desde el punk hasta Madonna no habrían sido lo que fueron si diez años antes, el 6 de julio de 1972, no ponía su cuerpo andrógino sobre dos botas de charol con plataformas, decorado como una japonesa, con hombreras de astronauta, cabeza naranja y desmechada a lo pájaro loca, David Bowie, “la dama”, “el duque blanco”. Es decir, si en medio de un programa de entretenimiento para toda la familia (con muchos bailarines pésimos y muchas bandas desechables y sobre todo nada cool, ya que por esos años el público no era para nada cool) el estilo no irrumpía con falsa naturalidad al servicio de su propio deseo y de un género confuso, ni homosexual ni heterosexual, quizá todo lo contrario. Ziggy Stardust, su alter ego creado especialmente para la ocasión (y la ocasión en palabras de Bowie consistía en triunfar y reinar), unas semanas antes de aparecer en el programa The Top of the Pop debutó en otro, más temprano y para niños, explicando a través de una de sus canciones que Ziggy era un extraterrestre muy joven (Bowie tenía 25) que venía a salvar a este planeta agonizante al que le quedaban sólo cinco años de vida y en su viaje se topó con el rock, a quien también se dispuso a salvar, dejando las mandíbulas caídas de todos los niños y niñas que tomaban la leche chocolatada en sus casitas de clase media o baja y que pocos años después definirían sus gustos musicales siguiendo esta escala de valores extraterrestres: The Clash, Sex Pistols, Duran Duran, Boy George, U2, todos se reconocen tocados por esa ráfaga de estupor adolescente que los impulsó a cortarse el pelo, a teñirlo, o a las dos cosas.

Aterrizaje forzoso

Fue breve (al año siguiente decretó la muerte de Ziggy y de la banda, eligió otro alter ego, el Duque blanco) pero en ese lapso pasó algo muy raro: las chicas empezaron a pedir prestado el brillo de labios a los chicos en los baños de las discotecas, en la pubertad se decretó el cuarto sexo, los integrantes de la banda que primero se mostraron reacios al maquillaje y a vestirse como fenómenos descubrieron que levantaban como nunca, la más rancia masculinidad fue tomada por sorpresa y no tuvo reflejos ni para ofenderse mientras la desviación de corte warholiano avanzaba sobre la melancolía heterosexual. No será casualidad que luego del famoso debut de Ziggy en el programa de la BBC la crítica anunciara: “Judy Garland no ha muerto”. Tampoco que por estos días Inglaterra celebre, como si se tratara de una fecha de nacimiento o un hito nacional, los cuatro minutos que duró el single “Starman” con el que Bowie y The Spiders From Mars debutaron en la BBC. El festejo es un obsesivo despliegue de memorabilia: se puede ver su legendario traje tejido con los colores del arco iris en el Victoria and Albert Museum, en el barrio de Chelsea se exhiben las fotos de Justin de Villenueve, incluida la que le sacó junto a Twiggy para la tapa de su disco Pin Ups, se reeditan biografías malas y buenas entre las que sobresale el libro When Ziggy Played Guitar: David Bowie and Four Minutes That Shook the World de Dylan Jones, de donde han sido tomadas las fotos y las citas que aparecen en esta nota, y que dedica sus 220 páginas exclusivamente a esos cuatro minutos. Además, el sello EMI lanza una edición remasterizada del disco producida por Ray Staff, ingeniero de sonido del álbum original.

Había que ser afeminado y viril, bisexual, provenir de una familia de suicidas y esquizos, estar casado con la mujer que interviene en el decorado y sobre todo en la androginia de la estrella, ser “dudoso” en el universo ultramasculino del rock, y Bowie lo fue. Agrandado, megalómano, inalcanzable y gélido, esta versión posmoderna de Oscar Wilde se aseguró muy bien de que la historia no se repetiría dos veces. No fue juzgado ni humillado sino todo lo contrario. Le dijo que era gay a todo el mundo. Y a los tres días lo negó. Les dijo que era bisexual y a nadie se le movió un pelo. La homosexualidad hacía muy poco (1967) que había dejado de ser un delito y la performance de ambigüedad fue recibida con estupor (en el libro, Jones cuenta que los padres exclamaban sin pausa “qué necesidad de usar el mismo micrófono esos dos tipos”, “qué hacen ésos vestidos de mujer”) pero también con la distancia con que se mira un teatro de títeres sabiendo que cuando el personaje pregunta “si alguien del público vio pasar al raro” está planteando un vínculo cómplice o tramposo con la audiencia. Era y se hacía. O se hacía, ergo era, lo que le da su status de primera real estrella pop y posmoderna, un mesías beat con mensaje para armar: el festejo de hoy no es sólo por lo que él hizo sino por la reacción de su público. Lo que sintió la audiencia púber corrió por su cuenta: Ziggy es queer, y si te gusta Ziggy hay que ser queer también.

Chica plástica

“Tomé la idea de fabricación y observé cómo se convertía esto en una bola de nieve en la cultura popular”, declaró Bowie cuando le pidieron que analizara el fenómeno Ziggy años después: “Realismo y honestidad se habían convertido en conceptos aburridos en los setenta. Entonces pensé que iba a ser maravilloso fabricar algo ni terrestre ni irreal y hacerlo vivir como un icono”. No fue un golpe de suerte sino casi seis años de éxitos insuficientes y de calcular cómo pegar el zarpazo. El origen, según el mismo Bowie, debería situarse en 1970 cuando viajó a Estados Unidos para escuchar a la Velvet Underground y regresó feliz a contarles a sus amigos que se había colado en el camarín, que pudo hablar con Lou Reed y traerse un autógrafo. Los amigos le explican que hace rato que Reed no está en la banda y que lo reemplaza un alter ego, alguien que se le parece pero no es. En ese momento dice Bowie, “empecé a pensar seriamente en la idea de una estrella de rock que no fuera real pero cuya audiencia (como yo, por ejemplo) le creyera absolutamente. Así nació Ziggy.”

Además de esta sutil leyenda, también es verdad que Ziggy nació como un rompecabezas, sólo que las piezas están tomadas de diferentes partes. Ninguna que provenga de una preocupación socioeconómica o política. Explosión de estilo que también es legible en clave de escapismo, no olvidemos que estamos en medio de los comprometidos setenta: acusado de irresponsable y de escapista junto con casi todo lo que se pueda catalogar de contracultura, en la lista de lo que un crítico como Dick Hebdige denuncia como un grafitti en el muro de una prisión, una fuga de todo, del sexo, de la política, de las clases. Como mínimo Bowie ha sido un diletante, un hermoso diletante que durante toda su carrera miró vidrieras, tapas de revistas, escuchó y produjo buena música coqueteando con más de un género y se relacionó con gente de quien tomar una pieza fundamental. Lou Reed, el verdadero, les presentó a las drags de la Factory Warhol, de quienes aprendió a ser mujer, y de Lindsay Kempt, con quien tuvo un romance sonado y largo, sacó los movimientos y quietudes para la escena (“Y no sólo eso, Bowie todo entero es una creación mía”, protestó el bailarín al poco tiempo de la ruptura). Sigue Bowie: “No me sorprende que Ziggy haya lanzado mi carrera, tomé lo mejor y lo más vendible de las figuras del rock star y lo empaqueté, con una etiqueta que decía: Soy una estrella instantánea, agréguenme agua y mírenme crecer. Mi rockero plástico es mucho más plástico que cualquiera”.

Si le preguntan, él reconoce como máxima inspiración la figura del rockero británico Vince Taylor, que terminó como homeless y completamente loco antes de tomar LSD y enloquecer a sus fans vestido como Jesucristo o uno de sus apóstoles. El apellido lo tomó de un freak estadounidense, el “Legendary Stardust Cowboy”, autor de un solo éxito: “Paralized” (1968) y aunque dicen que el nombre “Ziggy” deriva de una combinación entre Iggy Pop y Twiggy, él suele contar que sacó el nombre de un negocio por el que pasaba de camino a su casa, era una sastrería llamada Ziggy’s. “Y como todo en este personaje iba a tener que ver con la ropa, me pareció una buena señal.” Para crear la imagen andrógina, además de dejar de comer durante meses se inspiró en el arte del kabuki, teatro tradicional japonés. A una peluquera y amiga de su barrio le encargó lo más importante de todo: corte y confección, con la revista Honey en mano le hizo copiar el color y el corte de una modelo de Yamamoto que aparecía en la portada. Aunque muchos advierten la influencia de la estética de Star Treck, él mismo admite que le debe todo a Kubrick y a Burroughs y los mismos compañeros de la banda asienten: “Cuando nos quiso explicar cómo teníamos que lucir en escena nos llevó a ver La naranja mecánica”. Ziggy Stardust contenía esa violencia agazapada y la elegancia de niños bien, mientras se apropiaba de esa ilusión interestelar que había desembarcado muy pocos años antes con los astronautas en la luna. Decidió las canciones, las coreografías, la ropa y todo detalle de cada show pero más que un obsesivo productor, entendió la performance como hálito de vida.

Traición o Clarividencia

Lo de la puesta no se agotó en vestuario y música. En un momento, la cámara, luego de posarse como el estilo del show típico setentoso lo demandaba, por decorados flúo, luces y detalles de guitarra y batería, regresa a Bowie, quien pasa una mano por el cuello del otro guitarrista, lo abraza. Lo que la gente estaba viendo esa noche pensando que era en vivo, en realidad, como todos los programas, había sido grabado un día antes en los estudios de la BBC. Quiere decir que a nadie se le ocurrió censurar ese gesto, ni tampoco el siguiente. Hasta esos días la mayor leyenda sobre confusiones en torno al sexo de las estrellas la había dado en Estados Unidos cuando Sammy Davis Junior en uno de los capítulos de All in the family le dio un beso en la mejilla al padre de familia y personaje más machista de la serie mientras se explicaba entre risas que el contrato lo obligaba a besar a un número alto de celebridades blancas. El abrazo de Bowie era otra cosa y no continuó con explicaciones picarescas. En la escena siguiente se arrodilló, puso las manos en las nalgas de su guitarrista y simuló una fellatio colocando la guitarra entre los dos cuerpos. No habían transcurrido muchos días de la escena cuando declaró: “Soy gay y siempre lo he sido. No sólo como Ziggy sino también como David Bowie, e incluso antes, cuando era David Jones”. No se cayó el mundo. Pero algo no cerró en las cuentas a Bowie, quien muchos años después admitió que lo había dicho pensando en los réditos publicitarios que fueron muchos. Después terminó el juego de títeres. En la próxima entrevista borró con ironía lo que el activismo gay había salido a festejar por adelantado: “La nota fue muy buena y está muy bien escrita. Cuando me preguntan si soy gay, hétero o lo que sea me niego. No voy a ser esclavo de esas calificaciones”. Luego se declaró bisexual y, más tarde, se arrepintió también de haberlo dicho. La respuesta que a 20 años de la aparición de Ziggy parece ser parte de un manifiesto queer cayó como una agachada en tiempos en que la salida del closet empezaba a verse como actitud política necesaria. Aún hoy, los artículos de la comunidad señalan esto, aunque no pueden dejar de reconocer que haya hecho con el cuerpo y con su deseo de triunfar, mucho más de lo que hizo con unas declaraciones.

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