Viernes, 3 de agosto de 2012 | Hoy
SER Y ESTAR
Este es el espacio de mi casa donde estoy siempre, donde trabajo, donde desayuno, donde escribo. Supongo que por la luz, yo armé el estudio en esta esquina.
Por Sebastián Freire
Los anteojos eran de mi abuelo y deben ser de 1900. Mi abuelo murió antes de que yo naciera. Yo los heredé y los empecé a usar a fines de los ’80. Me gustaban porque me daban un look bien distinto. Yo fui uno de los primeros que se afeitaron la cabeza en esa época, que coincide con el momento en que incorporo los anteojos. Cuando aparecí en la disco pelado y con anteojos me trataban de levantar los mismos tipos que la semana anterior no me daban ni bola. En esa época yo trabajaba en Caviar y me afeité para un número que hacía.
La compré en Río de Janeiro en 1987, cuando estábamos de gira con un espectáculo de Caviar. Me acuerdo de que la compré en una especie de supermercado de santos, en el barrio viejo. En ese lugar podías elegir el santo que quisieras del tamaño que quieras. Me llamó la atención la representación: con el torso desnudo y piernas de sirena dentro de una concha marina. El problema de comprar estas cosas es que cuando uno está de viaje, traerlos luego en el equipaje es un lío. La tengo en la biblioteca como decoración, como objeto fetiche y no religioso.
En realidad es un pedazo de escalera de mármol de Carrara, del antiguo Hotel Edén, en La Falda. Lo encontré arrumbado en medio de las ruinas del hotel, en una visita que hice hace años, cuando estaba medio abandonado (sólo había un barcito a un costado del hotel y también se hacían visitas guiadas, pero era una verdadera ruina. Ahora lo reacondicionaron todo tratando de seguir un poco el estilo de la época). Fue un hotel de 1890, con fama de haber albergado nazis en la década del ’40. Hay fotos muy típicas del hotel en las que están todas las personalidades que pasaron, posando en la escalera de donde salió este pedazo de mármol: Rubén Darío, Albert Einstein, y otras personalidades del cine argentino. Me gusta pensar que en este pedazo de mármol pudo haber estado sentado Einstein.
Ese billete, creo, ya no está en circulación. Debe tener 30 años o algo así. Me lo regalaron enmarcado. Me gusta mucho la idea del billete de dos dólares enmarcado porque significa una rareza, y sobre todo la idea de la adoración a un billete como si fuera una pintura, obra de arte para colgar en una pared o una imagen religiosa para ser venerada en un altar. Yo lo tengo así, como quien tiene a la Virgen de Luján.
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