Viernes, 15 de agosto de 2008 | Hoy
SON
9 a 1 ganan ellas.
Por Leonor Silvestri
Cuando a la exótica futbolista Natasha Kai le preguntaron por una baja de rendimiento que ponía en duda su desempeño en Beijing, con total naturalidad se despachó: “Fue un momento muy difícil porque me estaba separando de mi novia”. Con esa confidencia se subía al podio de las “asumidas”.
Paradójicamente, el mundo del deporte, que despierta varios de los epítetos más homofóbicos, está lleno de lesbianas, especialmente esas que más rabia causan: las masculinas. Pero no solamente, como lo atestigua la preciosa presencia en Beijing de Gro Hammerseng, la jugadora noruega más importante de handball, de novia con otra compañera de equipo, Katja Nyberg. ¡Dos modelos!
Los obsesivos recuentos publicados en The Advocate y AfterEllen.com advierten que de los 10.708 atletas que participan en Beijing, se alcanzó el famoso número 10 (de atletas homosexuales) que oficialmente toda muestra etaria presenta. Un detalle: 10 personas y no 10%. ¿Dónde están los restante 1060 atletas LGTTB? No importa, la lista de los atletas fuera del closet arroja una agradable excepción: las mujeres llevan la delantera, nueve chicas y un chico (sus nombres para buscar cuando compiten: Judith Arndt, Linda Bresonik e Imke Duplitzer, de Alemania; Gro y Katja; Natasha Kai, Lauren Lappin y Vicky Galindo, de EE.UU.; “Vickan” Svensson, de Suecia; y de Australia Rennae Stubbs y Mathew Mitcham, en saltos ornamentales, que pidió una beca al Programa de Apoyo a la Familia del Atleta de J&J para poder costear la estadía de su novio). ¿Y Argentina? Parece que no calificó.
No hay muchas variantes respecto de los últimos dos juegos olímpicos. En Atenas, hubo 11 –más dos medallistas que salieron a decirlo después de recibir el premio, la basquetbolista Sheryl Swoopes y la gimnasta Ji Wallace–, mientras que en Sydney hubo 7.
A la hora de explicar las razones para no salir del locker del gimnasio, los analistas explican que algunos aún son muy jóvenes como para decir “esto soy” o están muy ocupadxs en convertirse en medallistas y verán qué hacer con su sexualidad (hétero u homo) más luego. Otros, como los gimnastas, piensan que declararse abiertamente fomenta el estereotipo de la gimnasia como deporte “afeminado y liviano”, aunque sea una de las más exigentes y cruentas disciplinas del arco iris olímpico. Pero la constante es el siempre presente temor a las reacciones nefastas y sus consecuencias.
Para respuestas contundentes, la de la tenista australiana Rennae Stubbs, que por 4ª vez participa en dobles y viaja con su pareja desde hace 2 años, Lisa Raymond, ex jugadora profesional de softball. Stubbs le comentó al diario The Age: “¿No sería todo mejor si cada persona gay admitiera serlo? No me escondo más. Cuatro de cada 10 de esos que admirás en el deporte son gays y tu hijo puede seguir admirándolos”.
Más allá de estos casos puntuales que vale la pena festejar y que sin duda colaboran para nuevas salidas del armario, falta recorrer un largo camino. Cuando Pierre de Coubertin refundó las olimpíadas modernas, las mujeres debieron quedar afuera durante los primeros años –y eso que en Grecia Antigua, las chicas sí competían–. Hoy, las deportistas tienen que portar un certificado de feminidad expedido por el Comité Olímpico Internacional que asegure su sexo y que obstaculiza la participación de deportistas trans e intersex.
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