Viernes, 24 de agosto de 2012 | Hoy
La vejez ha sorprendido en el closet a muchas personas que ni soñaron con los cambios de los últimos años. Para bien y para mal, el destape y el sinceramiento vuelve a ponerlos en una disyuntiva: ser o no ser, aparentar o avalanzarse. Cómo ha cambiado la imagen estigmatizante del “viejo puto” o de la “vieja solterona” y cuáles son las ventajas de serlo ahora. Un experto americano en gerontología nos visita y da sus estadísticas, mientras nuestros propios expertos cuenta sus verdades.
Por Federico Sierra
“¿Dónde están los homosexuales viejos? ¿Adónde están los gays y lesbianas de mi edad? ¿Se evaporan, se diluyen, o se dan vuelta y dejan de ser gays?, se preguntaba Norma Castillo en el marco de un encuentro sobre envejecimiento glbttti que se realizó en el Biblioteca Nacional . A los 64 años –esos mismos a los que cantaban como quien le canta a un futuro muy lejano Los Beatles (Cuando me haga viejo y se me caiga el pelo/Dentro de muchos años/¿Seguirás enviándome una tarjeta el Día de los Enamorados?)–, las preguntas sobre cuán solos y cuán pelados estaremos en la vejez tienen en las personas lgbtt otros interrogantes más. Sobre todo para aquellos que habiendo vivido su juventud en tiempos de clandestinidad no han formado familias tipo, ni cuentan con ese “sistema de ahorro previo” o ilusión de cuidado amoroso en la vejez. Las preguntas de Norma y su esposa Ramona “Cachita” Arévalo encuentran como una de las respuestas posibles la existencia de Puerta Abierta, que apenas surgió tuvo su convocatoria (www.puertaabierta.com.ar), es el primer centro de jubilados lgtb de América latina. Pasaron desde su creación cerca de dos mil personas entre sus talleres y actividades y, además de haber capacitado cientos de terapeutas que trabajan con mayores en la tercera edad, en Puerta Abierta se preparan por estos días para capacitar al personal del PAMI. Aunque no es una residencia geriátrica donde puedan vivir, más de cien personas mayores participan en sus actividades para la tercera edad. Muchos de ellos, todavía dentro del closet, encuentran el único lugar donde ser ellos mismos. Y hacer amigos, que luego pueden transformarse en amores, retomar esa vida sexual más plácida y no por eso menos vida ni menos sexual, que sólo puede darse en la tercera edad. Algunos fueron por más: varias parejas formadas en Puerta Abierta terminaron firmando libretas de matrimonio ante un registro civil. Un lugar muy propicio para conocerse dentro de una comunidad donde todos los estigmas de la vejez parecen caer de modo más pesado sobre sus miembros mayores.
Pero esa pregunta que se hacía Norma también tiene su respuesta desde la sociología loca. En su libro Los últimos homosexuales, Ernesto Meccia hace referencia en un juego de palabras al célebre coming out: el proceso del coming in como una de las estrategias desplegadas por los homosexuales mayores. Un repliegue generado por la llegada de la vejez, modo de transitar, desde lejos, los enormes cambios de la vida gay en Argentina en los últimos años. A la vergüenza de la vejez dentro del mundo gay se le suma la extinción de ese mundo hipercodificado que era la homosexualidad en décadas anteriores: la disolución del “ambiente” como lugar de resguardo. “Llegar a esos lugares y ver que los conocidos y desconocidos de siempre seguían andando por allí la daba una sensación de inseguridad en medio de la opresión que hoy no puede reeditar porque no queda nada o, mejor dicho, parecería que no queda nadie.” Así, los replegados se van retirando de la vida gay pero también de toda vida pública: sin encontrar un lugar en la manada, su sociabilidad se disuelve en el aire hasta desaparecer.
“Invisibles y más invisibilizados que sus pares jóvenes”, como los define el psicólogo y especialista Ricardo Iacub, profesor de la materia Psicología de la tercera edad y vejez, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. “Esta invisibilidad también se reproduce en los estudios académicos y en las políticas públicas. En la segunda asamblea mundial sobre envejecimiento, de referencia obligada para estudiosos y trabajadores del área de la gerontología, no existió una sola mención a la temática lgtb. Las propuestas de aquellos miembros, Canadá y Argentina, que pretendieron poner el tema en agenda fueron rechazadas de plano.” Así la Argentina, como tantos otros países, carece de estadísticas fehacientes sobre la materia. ¿Cuántos son, en realidad? ¿Cómo viven? ¿Con quién viven? ¿Qué necesidades atraviesan? Todo un mundo social sumergido en las sombras y a la espera de ser investigado. “Al orgullo de ser gay hay que sumar el orgullo de ser viejito. Se trata del grupo etario que más internalizó la homofobia y la generación que más sufrió la irrupción del HIV y la estigmatización de la enfermedad.”
Doble orgullo entonces ante ese “disvalor”: palabra-eufemismo que esconde el agravio, el desprecio y la violencia. También el abandono familiar y la muerte violenta en manos de taxi boys que de vez en cuando refleja la crónica policial. En ese contexto tan complicado en el que se debate sobre la “ghetización”, la creación de geriátricos orientados llegó a la comunidad lgtb. Tal como ya había sucedido en otros lugares del mundo con experiencias similares, como Holanda, Miami y San Francisco en EE.UU., donde los geriátricos lgtb surgieron como un destino posible entre tantos otros para los últimos años de vida. La psicóloga Graciela Balestra, coordinadora del centro Puerta Abierta, señala que “nuestro objetivo es quedarnos algún día sin trabajo. Trabajamos para que Puerta Abierta pierda razón de existir y que cualquier persona mayor de la comunidad lgtb pueda integrarse a cualquier centro de la tercera edad sin sentir discriminación y tener que volver al closet por ello”. Mientras tanto, solamente una minoría de travestis y transexuales apenas sobrepasan los 35 años. Simplemente no sobreviven. Mueren antes, víctimas de la violencia y las cirugías clandestinas. La militante Lohana Berkins, que ya los pasó y con grandeza, no le teme a esa “ghetización” que pueden traer los centros de jubilados lgtb. “No me parece mal. Hay que tener cuidado con las voces que dicen que no hagamos cosas por separado y nos integremos a las instituciones que ya hay. Cuidado con esto, porque a veces se confunden los términos de la igualdad. En muchos casos, esa igualación que se proclama termina igualando pero hacia la heterosexualidad. Es un ‘vengan, vengan, que está todo bien’, pero después cuando hay besos todos se ponen incómodos. Ya hemos visto este tipo de situaciones en otros ámbitos. ¡Que haya entonces geriátricos lgtb! ¿Por qué no? Que haya centros de jubilados gays si se sienten bien.”
En medio del desconocimiento, sociólogos y gerontólogos arriesgan dos teorías sobre el envejecimiento gay. La primera es la hipótesis conocida como de “envejecimiento precoz”, donde gays y lesbianas se autoperciben mayores de lo que en verdad son y los ciclos de la vida construidos social y culturalmente avanzan más rápido que en el resto. Estas teorías tuvieron su auge hace décadas y fueron analizadas por el antropólogo brasileño Julio de Assis Simoes, quien hizo foco en la homosexualidad masculina urbana. “Si la preferencia por la juventud y el rechazo por la vejez son recurrentes en la historia de la mirada de Occidente sobre el envejecimiento, parecen llegar a su punto más alto cuando se la considera en la llamada ‘cultura gay masculina’. En este escenario, aparentemente marcado por el hedonismo complaciente y la obsesión con atributos físicos, en donde todo parece girar en torno de un mercado sexual jerarquizado, no habría lugar para personas de más edad. A los más viejos sólo les quedaría pagar para disfrutar de compañía sexual fugaz y arriesgada.” Así, Assis Simoes señala que sólo queda “oscilar entre la imagen de ‘tía vieja’, desprovisto de atractivos y un poco gagá, y la del ‘viejo baboso’, capaz de abordar de súbito a cualquier joven incauto”, representando ambas una de las formas más salientes de la alteridad abyecta y excluida.
La segunda tesis, menos desoladora, es la de “competencia en crisis”. Personas que han sufrido episodios de discriminación a lo largo de su vida se vuelven más hábiles en el manejo de crisis personales y están mejor dotadas en resistencia y determinación para enfrentar otras crisis en el curso de la vida. Fue el sociólogo norteamericano Michael Kimmel el primero en plantear que la crisis personal que desencadena el envejecimiento se vuelve menos traumática en la población lgtb. Ellos obtienen destrezas que les sirven para los últimos años de su vida, algo que está siendo confirmado y debatido en estudios de campo por psicólogos y sociólogos norteamericanos por estos días.
Aunque aún retrasada en el avance de derechos, Estados Unidos cuenta con una artillería de estadísticas sobre su comunidad lgtb. El psicólogo y gerontólogo Brian de Vries suspira con un poco de envidia ante el estado actual de la comunidad lgtb en Argentina y confiesa que “tenemos mucho que aprender de ustedes los argentinos”. Especialista en envejecimiento lgtb, vive e investiga en San Francisco desde 1995, aunque todavía arrastra al hablar algunas vocales cambiadas que delatan su origen canadiense. Fue también en Canadá donde De Vries pudo casarse con su marido mientras ambos aguardan que las leyes norteamericanas se modifiquen. “Existen al menos 8 o 9 millones de personas lgtb de más de 50 años en los Estados Unidos. No es un grupo pequeño, por eso queremos conocerlos y saber sus necesidades.”
–Las personas lgtb mayores de 50 años tienen menos propensión a estar en pareja que el resto de los norteamericanos, incluso en los estados en los que está permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo. Tienen una mayor propensión a estar en parejas informales, es decir que tiene parejas que no puede ser reconocidas legalmente por el gobierno. Aun así, el grupo de personas con parejas informales es una minoría, ya que la mayoría reportan estar solteros. Y eso es especialmente cierto para los hombres gays. Las mayoría de las mujeres lesbianas de más de cincuenta años también están solteras, aunque en menor medida, y suelen tener más hijos que los hombres gays. Sin embargo, hombres gays y mujeres lesbianas de más de cincuenta años suelen, comparativamente, tener más hijos que gays y lesbianas menores de 50. Eso es en parte porque han estado involucrados en parejas heterosexuales en algún momento de sus vidas, principalmente durante su juventud. En todos los grupos, la mayoría de la población lgtb reportó vivir sola.
–Son condiciones muy difíciles para la tercera edad en general. En los Estados Unidos, las personas en la tercera edad suelen recurrir en primer lugar a sus parejas o esposos, luego a sus hijos, luego a otros familiares y por último a los servicios públicos. En ese orden. En el caso de la población lgtb, los tres primeros ítem de esa lista es probable que no estén disponibles. Es por ello que es mucho más habitual que recurran a los servicios sociales para la tercera edad.
–Es más común que sufran alguna discapacidad. También hay algunos tipos de cáncer más frecuentes en hombres gays mayores, en el ano. Creemos que es en parte por la mayor incidencia del virus del HPV. Con respecto a las mujeres, advertimos una mayor tasa de cánceres en el sistema reproductor en comparación con la población heterosexual, eso puede ser debido a que la maternidad actúa muchas veces como protección contra ciertos cánceres. También advertimos una mayor tasa de problemas cardíacos. Relacionamos ese problema con mayor tasa de sobrepeso y tabaquismo en lesbianas. Y con respecto a la población transexual, bueno, en verdad sabemos muy poco. Pero sí que, comparando con la población general, muestran mayores tasas de problemas cardíacos y mayor tasa de incidencia de cuadros depresivos, e incluso suicidios. Pero esto recién está comenzando, son los primeros patrones que hemos encontrado, creemos que puede haber muchos más. Incluso de aspectos que no parecen estar relacionados.
El cuadro de situación que muestran las estadísticas de De Vries es bastante complicado. Sin embargo, el investigador suscribe con mucha simpatía a la teoría de la “competencia en crisis”. “Lo que no mata me fortalece”, repite el psicólogo. “Me han segregado, humillado, me han puesto apodos y sin embargo aquí estoy: estos ancianos muestran gran fuerza y una actitud hacia los problemas mucho mejor que los heterosexuales. En particular, los hombres gays mayores parecen tener una destreza mucho mayor que sus pares heterosexuales en cuanto a autonomía. Parecen estar mejor preparados para afrontar problemas por sí solos en la tercera edad. Algo que es un problema para hombres heterosexuales, que dependen mucho más de sus esposas y sus hijos como parte de un proceso que han aprendido a lo largo de su vida.
–Pienso que sí. Creo que hay una gran proporción de la población de la tercera edad que puede identificarse como lgtb. Aunque existen muchos que siguen dentro del closet, hay una proporción grande que vive hace mucho ya fuera del closet. Son los que han marcado el camino, los que han abierto el paso a las generaciones de gays que les siguieron, como mi generación. Siento que les debemos respeto y apoyo y debemos estar allí para ellos. Un estudio nacional en los Estados Unidos publicado el año pasado encontró que ellos han sufrido más episodios de violencia o agresión a lo largo de su vida que sus pares heterosexuales. Esa tasa es mayor aún en personas transexuales en la tercera edad.
–(Se queda pensando.) No sé si cuidados médicos especiales pero sí médicos mejor entrenados. En Estados Unidos los profesionales de la salud están muy mal entrenados en el tratamiento de personas transexuales. Hemos hecho estudios que confirman que cuando una persona transexual encuentra un médico que sepa tratarlx se apega a ese profesional y lo recomienda a otras personas transexuales. Además de la falta de capacitación, tenemos poca información realmente acerca de cómo es la experiencia de las personas transexuales durante la tercera edad.
–Se da una cuestión muy contradictoria: por un lado, en Estados Unidos hay cierta mirada sobre las personas mayores como asexuados. Por otra parte, a los ancianos lgtb se los identifica por su sexualidad.
–Creo que sí, hay un estudio de la Universidad de Chicago que nos da indicios al respecto, indican que su vida sexual es bastante más activa de lo que indican los prejuicios, e incluso más activa que la de los ancianos heterosexuales. Algunas investigaciones hablan del “Lesbian Bed Death”, eso habla de una frecuencia sexual mucho menor en parejas de lesbianas, aunque son estudios controvertidos y han sido muy criticados. Algo que sí sabemos es que la brecha de edad entre los miembros de la pareja es mayor en parejas de hombres gays que en lesbianas, e incluso en las parejas heterosexuales. Y también sabemos que entre las parejas lgtb hay más parejas interraciales que en las parejas heterosexuales.
En el modelo norteamericano, el mercado de bienes y servicios especializados y orientados a la comunidad lgtb se ha desarrollado mucho más rápido que la batería de leyes que éstos necesitan para equiparar sus derechos. Tal como en muchos espacios de sociabilización –bares, saunas, hoteles y playas– , también surgieron los geriátricos y centros de jubilados. Según De Vries, la explicación es muy clara y contundente: “La proliferación de geriátricos lgtb denota la homofobia de los geriátricos tradicionales. Hay estudios nacionales que analizan la experiencia de ancianos lgtb en geriátricos tradicionales o sistemas de cuidado similares. Cerca del 80 por ciento de estas personas lgtb dijeron que pueden ser víctimas de discriminación. La mitad de ellos temía ser agredida, otros dijeron que temían ser aislados o hechos a un lado por los encargados del lugar o los otros residentes. Muchos de ellos hablaron de “volver al closet” una vez que entraban a un geriátrico o a una casa de retiro para ancianos.
–Siento que los años me han liberado (se queda pensando). Cuanto más viejo, más libre me siento, menos atado a los lugares y mandatos con los que he crecido. Eso me alivia. Aunque me preocupa la decadencia física y quedar físicamente impedido, mi trabajo me ha hecho consciente de la vejez pero no angustiado por ello. Y tengo mucha fe en nuestra comunidad, en los vínculos y organizaciones que allí se gestan. Nuestra comunidad ha atravesado y luchado tan bien durante el surgimiento de la epidemia de HIV y luego en la lucha por derechos civiles que eso me llena de confianza en lo que está por venir.
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