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Tantos Angelitos (Ediciones del Dragón), de Juan Cortázar, encara de un modo polémico la clásica figura del cura abusador y el niño seducido.
› Por Liliana Viola
La novela empieza con una pregunta. No, mejor dicho, un interrogatorio que no cesa. El escritor peruano Juan Cortázar ha elegido poner a una abogada desde la primera frase, como para regular todo desborde, para que mientras alguien hable de amor, de deseo y de sexo, otro replique en términos de legalidad. “¿Cuándo conoció usted al padre Gregory Balmes?” Así se inicia la serie de inquisición a la víctima sometida por sus salvadores a una artillería de supuestos y pericias vacilantes entre el formulario y el morbo.
Un sacerdote abusador. Un adolescente seducido y abandonado. Un novio que al enterarse de lo ocurrido hace ya algunos años decide remover los recuerdos/pruebas y hacer justicia. Los tres, sin saberlo y sin sentirlo, forman un trío. Van desde el ayer sórdido y mudo hasta el presente saturado de recursos e híper provisto de herramientas para la reivindicación. La Justicia se escurre entre ellos a medida que los relatos y las intenciones, todos a destiempo, todas ignorantes del deseo que mueve al otro, marchan en círculo y arman el cuerpo de esta breve novela.
Después de todo ha sido la confesión culposa y no el Kamasutra lo que ha articulado el relato de la sexualidad en Occidente. La excitación no viene de las figuras ni de los maestros, sino de la propia voz rondando los detalles, culpándose por ellos, exhibiendo la falta. En esta breve y pedagógica novela se replica sin pausa esta advertencia de Foucault: al relato casi extasiado de los mejores momentos de la víctima le siguen preguntas que avivan el fuego o que lo conducen a otros territorios.
El discurso de los derechos sexuales, con su lista de abusos, aberraciones y faltas, aporta, a modo de un contra Ars Amandi, un modo moderno de acercarse a la sexualidad. Y Tantos Angelitos recurre a la erótica de la confesión para dejar en evidencia la ambigüedad, los modos de relatar la misma escena. ¿Hasta qué punto el relato del joven iniciado por el padre Greg, su maestro, 30 años mayor que él, está teñido de despecho? ¿Hasta qué punto sus recuerdos podrían situarse en el registro de una historia de amor? El castigo, puesto aquí en el cuerpo de dos abogados implacables pero a su vez incapaces de oír más allá de lo que manda el reglamento, también aparece cuestionado, como otra forma de intrusión.
El autor se ocupa de dejar clara su propia posición reprobatoria al padre abusador, pero se permite incluir circunstancias, contexto. La traición mayor del cura es no enamorarse de ninguno de sus cachorros, nunca jamás. Un mal superior, como un dios, parece rondar a todos estos hombres. Novela de tesis, breve y directo a encender la polémica, Tantos Angelitos intenta echar una pregunta en el avispero.
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