TEATRO
Encarnando a la jefa de familia, Maiamar Abrodos protagoniza una comedia grotesca y divertida, que tira por el piso esa maldita costumbre de encasillar a las actrices trans en interpretar papeles border o, incluso, hacer exclusivamente de trans.
› Por Leandro Ibáñez
En una humilde pieza de hotel –al mejor estilo conventillo porteño–, una madre soltera venida del interior con sus dos hijas, un abuelo que dejó su voz y su mente en aquella tierra que fue su único hogar y que supo trabajar hasta desgastarse los pies, y un marido obsceno y grasa, mano larga ante cualquier curva femenina, pero muy corta a la hora de traer un peso a la casa, enfrentan juntos los avatares de la economía familiar.
Aquí la que lleva las riendas es la madre, que, con la fuerza y el ímpetu de quien ha tenido que salir a trabajar desde su más tierna infancia, tira siempre para adelante, para que no falte lo esencial, para sembrar en sus hijas un futuro, en su padre un final feliz, y en su marido vaya a saber qué cosa. Ella se define por ellos, por los suyos, y desde hace tanto tiempo que hasta se olvidó quién es ella misma. En este tirar del arado para comer, y ante la llegada inminente del corso por delante de su pieza, una lamparita se prende y el viejo dicho para alquilar balcones se actualiza con pizza, empanadas y vino.
Inmersos en una escenografía ampliamente lograda, Maiamar Abrodos se carga encima el papel de esta mujer luchadora, con una plasticidad física y expresiva que sobresale. La exquisita manera en que recita el texto, con sus acentos e idiolectos, hace destacable a esta madraza venida del campo, que frecuenta ataques de nervios y gritos, pero la que también entiende el hogar como un espacio donde las risas, el baile y las alegrías de las cosas simples son bienvenidas.
El Corso es un cachetazo a todas aquellas obras de teatro, televisión y cine que convocaban y convocan a artistas trans únicamente para actuar en papeles de prostitutas, travestis, madamas, criminales, drogadictos o personajes perdidos en mundos oscuros y de confusión. Si los medios de comunicación continúan estigmatizando con un lenguaje soez, superfluo y denigrante a las identidades trans, El Corso les da vuelta y media eligiendo a Abrodos para un papel y un obra que ni siquiera roza lo queer. Jesús Gómez sabe dirigir al elenco y tomar lo mejor de cada uno de ellos, logrando que el producto final sea una orgánica familia con la que muchos espectadores se van a identificar.
El Corso. Domingos a las 21. El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.
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