LUX VA A LA MARCHA ZOMBI
No se sabe si por zombi o por distraídx, este domingo nuestra cronistx peregrinó de Retiro al Obelisco junto a millares de muertos vivos como si se tratara de una Marcha del Orgullo. Resultado: un viaje al tren fantasma de las movilizaciones colectivas en los albores de la post post postmodernidad.
Advertencia a quien lea y además dé crédito al copete de esta nota: en mi carnet de niñx víctima vitalicix del bullying escolar, se destacan, y en este orden, los motes bien ganados de “gordo comilón”, “marimacho anoréxica”, “mariquita” y “monstra”. Pero ninguno tan persistente como el “Rajen que ahí viene lx zombi de Lux” pronunciado por maestrxs, profesorxs y padrxs año tras año. Siempre me consideraron medio descerebradx e, ideológicamente hablando, ni bien ni mal pensante, más bien un hueco con patas. “Y vos tenés suerte porque andabas por esos barrios finos, yo, que me crié en La Matanza –me interrumpió La Bizca mientras me echaba un chorro de sangre en el ojo hecha con mermelada de nísperos de su fondo– además de discriminarme por este lomazo que está a la vista y a la venta, me llamaron siempre ‘cabeza’ y, más de cerca, ‘cabeza quemada’, que es la acepción local de zombi acá entre las fieras.” La Bizca junto con unos quince mil muertos más entre vecinos, familia, ex novios y amigxs íntimxs del conurbano, pasaron por casa para convencerme de que había que ir o ir a la marcha. Niños y niñas sub 14 se habían despojado de sus hábitos rosas y celestes diseñados por la maldita heteronorma para cambiarlos por ojeras, lastimaduras, tijeras sangradas y tripas al viento. ¡Esto es cortar por lo sano! Me di manija en un saque de diversidad sexual y por problemas de ortografía entendí que la marcha son bi era de los bisexuales que una vez más se cortaban solos. Ligo doble, asumí, cuando vi acercarse a la media docena de empanadas zombis, la carne picada avivó mi sonado apetito sexual y así, en llamas, me entregué a una sesión masturbatoria a doce manos hasta que las chicas abrieron la boca: “Pateamos la calle toda la semana, qué más zombi que nosotras, acá venimos bañadas en sangre y sudor a esta Pacifestación para que vean que estamos muertas y rellenas las pelotas”. Me pareció ver en ese ímpetu de las empanadas un cierto tono reivindicativo opositor y temí estar de pronto por engaño participando de un cacerolazo camuflado con coágulos, chichones y vendas. O todo lo contrario: ¿No serían estas hordas heridas las famosas venas abiertas de América Latina? ¡Nada que ver! Cuando pedí un poco más de información y motivos personales a un par de personajes que andaban a los tumbas y tumbos no encontré más que aullidos y vacilación. “Venimos porque ya no hay corso a contramano, porque la tele, las pelis de terror y los videojuegos nos lavaron la cabeza y queremos devolverle a la sociedad algo de todo lo que nos dio”, dijo una Mujer Maravilla zombi mientras los quince mil amigos de La Bizca resucitaron a coro lo que se supone (Facebook lo dice) es el manifiesto zombi: “Despertarás un domingo. Sacarás el zombie que hay en vos. Buscarás los sesos de tu prójimo. Te multiplicarás. Caminarás y caminarás. No reconocerás a tu padre ni a tu madre. No hablarás. No andarás erguido. No dejarás de sangrar. No razonarás”. A mi juego me llamaron, me dije henchidx de un orgullo mortal, que en un instante de mente en blanco me llevó a cortarme las venas. ¡Locx! Dejalx que igual ya salió la ley de eutanasia, gritó un zombi que no logré identificar porque empecé a ver un polvo blanco. Luz blanca, me acotan los correctorxs. “Yo te trasfundo”, me dijo un Frankenstein de dos metros sacando una cánula que acepté sin chistar mientras leía el cartel que ordenaba “Done sangre”. ¿Acá se puede donar sin tener que llenar un formulario para que te discriminen por homosexual?, pregunté con el último hilo de voz. Nadie me contestó, nadie sabía del tema. Un tal Reynaldo arengaba a las masas de “zombas y zombos” a que lo votaran, a que no se dejaran avasallar por la manga de vivos que domina el planeta. ¡Viva la necrofilia! gritó alguien y yo, con fuerzas renovadas, pensé, acá gano seguro. Dicho y hecho, me fui de allí cuando nos pidieron que nos desconcentráramos (otra especialidad mía) y me llevé a unos cuantos al otro mundo, o sea, al mío.
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