¿Qué te sucedería si un día descubrís que sos asquerosamente feo? Como en un capítulo de La dimensión desconocida, al protagonista de El feo le hacen darse cuenta de que su fealdad es tan inadmisible que nadie puede sostenerle la mirada.
› Por Leandro Ibáñez
Ya decía Kant que el arte bello era sólo aquel que generaba en el observador una sensación de placer y goce. Da Vinci estandarizó durante siglos la belleza humana mediante su Hombre de Vitruvio. Orden, magnitud y armonía eran las cualidades necesarias para los griegos amantes de bellos cuerpos. Y así durante siglos el mundo se dividió en bellos y feos, armónicos y desequilibrados. Las vanguardias del siglo XX ponen en crisis los modelos. Nuestro presente juega ambiguamente con la belleza y la fealdad. Está de moda acentuar los rasgos no armoniosos, siempre y cuando construyan una prevista bella fealdad. En El Feo, Fabián Díaz dirige el texto del alemán Marius von Mayenburg, en el que nuestro protagonista se entrega a carnicera intervención de un artista cirujano plástico a los fines de ser estéticamente lo esperable, o más. Todo sucede en un abstracto espacio escénico, donde todo es luz, pero nada es color, blancos, negros y grises lo bañan todo de septicidad y frivolidad. Cuatro actores que interpretan a muchos más con una elasticidad admirable y un uso de los recursos que apela constantemente a la imaginación del público. El dispositivo de grandes paneles lumínicos que recorren el escenario suma al concepto planteado de cuerpos contorneados en oscuras figuras. El Feo es un texto que expone de manera cómica y sencilla el poder de un rostro bello y un cuerpo joven, la masificación y el utilitarismo –comercial y vincular– de lo que hoy entendemos por belleza. La mirada del otro nos re-significa.
La belleza y la fealdad son fehacientemente relativas, sostiene Umberto Eco, maleables y construcciones históricas, sociales y absolutamente culturales ligadas a espacio y tiempo. El icononismo del cine y los mass media regulan en nuestros días los cánones de belleza mediante los cuales miramos a los demás y a nosotros mismos; las palabras pierden valor y la profundidad de las cosas es tan delgada como la piel que nos cubre.
En un mundo industrializado donde hasta la belleza se produce en una cinta de producción continua, la belleza vuelve invisible las almas; ante los rostros bellos nos encandilamos y nos perdemos. Reproducciones ilimitadas de Narcisos, que se confunden y se ahogan ante su propia imagen, pero que en esta era no es en el poético reflejo de las aguas claras.
En una cultura gay, o al menos en una parte estereotipada de la cultura gay, la división de aguas entre aquellos que hacen un culto a la belleza desmedida y los que no o, como dice Fabián Díaz, “una celebración absurda de la imagen”; la manera de segregarse como divinos o populares entre sus propios integrantes nos denigra a todos por igual. En este actual contexto, El Feo tiene mucho para decir.
Sábado a las 20.30, El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960
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