Foto y producción Sebastián Freire

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1. Mazo de cartas de tarot

Estas cartas me las regaló una tarotista en el año 2000. Ella me tiró las cartas antes de que me fuera a vivir a otro país. Me acuerdo de que fue una experiencia muy fuerte por todo lo que me dijo que me pasaría durante ese año. Y me pasó todo tal cual. Así que me agarré mucho a estas cartas como cábala. El mazo me acompaña a todos lados. Esta mujer me las dio porque ella pensaba que yo tenía la sensibilidad para tirarlas. Pero cuando las tiré no me gustó nada lo que vi, así que preferí no hacerlo más.

2. Placa reconocimiento de mis alumnos de teatro del año 2009

En esos años yo tenía mi escuela de teatro. Tenía quince alumnos con dificultades económicas para pagar la cuota. Y uno de ellos tenía un amigo que era uno de los hijos de Mariela Muñoz. El tenía este grupo de amigos que querían hacer teatro, pero que no podían pagar la cuota. Así que yo le dije que vinieron todos igual. Lo que hicimos fue que todos los meses juntábamos el dinero necesario para pagar de alquiler del espacio de trabajo, y listo. Y la muestra de fin de año la hicimos a beneficio del comedor que tenía Mariela Muñoz. La verdad, que esta experiencia me llenó mucho más que si hubiera estado cobrando un sueldo.

3. Piedras

Colecciono piedras desde la infancia. Me acompañan desde hace muchos años. Cada una de ellas tiene su historia. Hay del Machu Picchu, del Calafate, de Misiones, de los arrecifes. Todos sabemos la energía que tienen las piedras. Las tengo ubicadas en un lugar específico en la casa (aunque ahora las puse acá para la foto). Ninguna fue comprada. Siempre las junté yo mismo o me las trajeron. Debo tener más de cien. También tengo muchas puestas en la ventana. Algunas me han acompañado durante todas las mudanzas de casa y de país.

4. Aceites

Los utilizo para el trabajo. Con la ayuda del calor de las manos, los aceites van penetrando en la piel, llevando a la persona a la relajación y al equilibrio energético. Ya hace 10 años que trabajo de esto. Soy técnico en masaje californiano. Estudié en Oasis, que tiene la sede en California. Creo que, más allá de ser una técnica de trabajo, es un arte curativo. Me da mucho placer trabajar de esto porque siento que la gente se pone bien. Es una técnica tan profunda que maneja mucho las emociones. Muchas veces se manifiesta por medio de una risa o del llanto, sin que el paciente lo note o luego lo recuerde.