REGALOS NAVIDEñOS
Las Kumbia Queers, más queer que nunca, presentan su nuevo disco Pecados tropicales. Las chicas cantan al amor de aquellas mujeres que les han robado el corazón, recurriendo a letras clásicas y también con combinaciones zarpadas y delirantes.
› Por Paula Jiménez España
“Valeria, cómo me gusta que te hagas la seria. Valeria, te hacés la mala, pero estás re buena”, canta Juana Chang en el tema cuyo nombre cualquiera adivinaría: “Valeria”. Pero esta predictibilidad del nombre, de las rimas en las letras, de los argumentos de las canciones de las Kumbia Queers, hacen, paradójicamente, a su originalidad y a su encanto. Este quinteto de cinco pares no le tiene miedo a nada: cantan y bailan lo que quieren, como quieren, se ríen de todo, pueden ser cursis y libidinosas y no esquivar ni por un instante al nac & pop que las engendró, pero pasándolo, eso sí, por el orgulloso tamiz de lo lésbico: “Una motochorra se robó mi corazón/ atravesaba la ciudad a toda velocidad/ con el pelo suelto y los anteojos puestos/ vivir la vida de cara al viento yo quiero eso”. Claro que este leve detalle del cambio de género, de motochorro a motochorra, abre una perspectiva desde la cual se puede ver a una mujer —doblemente pecadoras somos nosotras cuando delinquimos— capaz de arrebatar, igual que lo haría un hombre, una cartera o el corazón de otra mujer: “Esa chica en moto arrebata lo que toca/ no pensé clavarme, pero ella me volvió loca/ la gente se pregunta por qué siendo una ladrona/ me gusta y me cautiva y empezamos una historia”. Desde la cumbia sureña o centroamericana a la remembranza punk que se actualiza en Pecados tropicales, su último disco, y también en los anteriores Kumbia nena! y La gran estafa del tropi punk, todos los ritmos que el grupo toca arden en un registro pletórico de furor, capaz de hacer bailar a los muertos. Es el caso de la canción popular venezolana “Caballo viejo”, que fue compuesta por Simón Díaz hace más de treinta años y que ha pasado por infinidad de versiones que van de la dulzonería de Armando Manzanero al flamenquismo de exportación de Gipsy King y que en Pecados tropicales cobra un tono súper pasional cuando la voz quebrada de Ali Gadorki hace rabiar su estribillo: “Cuando el amor llega así, llega así de esta manera”. Y sí, ¿cómo iba a llegar el amor al que ellas le cantan si no es a los gritos y con la batería de Inés Laurencena al palo? “Uno no se da ni cuenta —entona la mexicana Ali mientras redoblan los platillos—, la cauca reverdece, la marihuana florece/ y las sogas revientan.” No sólo las sogas. Con “Caballo viejo” revienta todo. Esta no es la única canción versionada del disco, otras son “Tiro al blanco”, la instrumental de Afrosound, “Metamorfosis adolescente”, de Ricky Espinosa, y “Patricia”, de Enrique Delgado. En el tema en inglés “In the Mood for Love”, el grupo comparte autoría con Scream Club y en cuatro de las canciones hay artistas invitados, entre ellos, la poeta y performance Daniela Andújar, que introduce su voz predicadora en “Pare de sufrir”, título que toma prestado el famoso slogan evangelista para aplicarlo una vez más a las cosas del amor (o más bien a su falta): “Será el sereno o el karma/ pero tú has embrujado mi alma/ hice todo porque me dijeras sí/ hice todo pero nada conseguí/ esperaba que estuvieras aquí/ pero qué le voy a hacer, las cosas son así.../ voy a parar de sufrir”.
El arte de tapa y el diseño, de Luciano Mazzei, reúne una serie de stencils (anclas, tigres, palmeras, la foto de las chicas estampada) con la gráfica de los afiches callejeros estándar que suelen promocionar a los grupos de cumbia. Porque ellas también lo son, son un grupo de cumbia, de lo mejor. Cumbiancheras y raras, por supuesto, y también, por ende, pecadoras.
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