Viernes, 1 de marzo de 2013 | Hoy
TEATRO
Ignacio De Santis y Sergio Calvo, que desde el año 2010 rinden implícito homenaje a Manuel Puig con la puesta de Impalpable, cuentan de dónde salieron sus personajes femeninos y cuánto les fue dictando Puig al oído.
Por Paula Jiménez España
Más allá del azúcar espolvoreado sobre la masa, el piso y la mesa, más allá de su polvo blanco desbordando las manos de las actrices, el título de la obra apunta a otra cosa imposible de ser palpada: la interioridad de tres personajes femeninos condenados a un destino arquetípico. Si cocinera, madre soltera, estrella de cine o lesbiana reprimida es indistinto: no importa qué son, qué creen que les ha tocado ser. Estas mujeres, que a duras penas asoman la cabeza de estos roles impuestos, mueven un conflicto pasional. Deseantes y vigorosas las tres, como dignos personajes de Manuel Puig, hacen circular su intensa libido por el escenario de El extranjero, el teatro del Abasto donde se acaba de reestrenar esta pieza dirigida por Ignacio De Santis y Sergio Calvo y que desde el año 2010 rinde implícito homenaje al autor de Cae la noche tropical y El beso de la mujer araña.
Sergio: No. Puig apareció después. Teníamos en principio a las dos chicas y a una tercera. Se generó una dinámica actoral de dos y una. Y en ese momento empecé a leer por recomendación de una amiga Cae la noche tropical. Hasta ahí no encontrábamos una historia, pero cuando apareció Puig se organizó todo. Dos mujeres en Cae la noche... hablando de una tercera: el chusmerío, chicas de un pueblo hablando de otras vidas (no de las propias, aunque siempre se note lo que les pasa íntimamente a partir de lo que dicen) y lo que encontramos en Puig fue ese color y la resolución de eso mismo que veníamos trabajando. Yo no viví en un pueblo, pero en esos personajes de Puig veía a mi vieja y se me vino algo muy cercano, más allá de que él hablara de Villegas; ahí hay algo universal, algo de los roles, de la opresión, de la postergación de los sueños.
Ignacio: Leyendo a Puig, a mí también se me vienen las mujeres con las que me crié. Cuando en mi infancia nos mudamos a Cañada de Gómez, vivíamos enfrente del campo y con Puig se me vino rápido el mundo que conocía. La obra está instalada en los años ’50, una época donde la mujer estaba más relegada y oprimida, con mucha dificultad para realizar sus sueños. Que además eran sueños hollywoodenses. La excepción en nuestra obra, Impalpable, es el personaje de Blanca, que rompe con eso, pero a condición de negar sus orígenes.
Sergio: Es obvio que esa época nos vino muy bien para contar algo que entonces era más evidente pero que todavía existe: el machismo, el lugar de la mujer replegada. Yo vengo de una familia muy conservadora: el hombre trae la plata a la casa; la mujer, que es ama de casa, no opina. Yo lo vi en mi familia como la construcción de ese matrimonio. Pero algo de eso todavía es actual.
Ignacio: Por ahí sigue pasando en algunos pueblos y en construcciones más cerradas, pero creo que hoy está más abierto todo. Yo pensaba por qué Villegas está tan ofendido con Puig y creo que es porque él expuso esa realidad. Es eso lo que tomamos. Por otra parte, Puig nos trae nuestros recuerdos de infancia.
Sergio: El qué dirán está presente en esa atmósfera de Puig y también en nuestra obra.
Sergio: A mí me costó mucho asumir que soy gay, y pienso que comparto con Puig la conciencia de esa mirada exterior censuradora, precisamente la memoria de una construcción subjetiva volcada hacia el afuera.
Ignacio: Me parece que lo que él hace es sacarle la careta al mundo femenino y masculino, y más puntualmente hablar de los secretos del femenino.
Sergio: Se me viene el mundo del chico que está entre polleras. Hoy justo hablaba sobre Puig con el chico con el que estoy, y él estaba asombrado de la descripción tan abundante de detalles que aparecen en El beso de la mujer araña. Esas descripciones tan detalladas, increíblemente bellas, en sus libros: tratamos de trabajar algo de eso como característica del melodrama. No sé cuánto está vinculado eso con lo gay. Yo de chico me vi todas las novelas y mi hermano también, pero él no es gay y se dedica a vender autos.
Ignacio: Se trabajó el vínculo entre ellas como si fueran pareja. Pero se lo trabajó subliminalmente. Elegimos no contarlo de modo directo.
Sergio: Porque queremos que nada de lo que pase en la obra sea dicho de modo directo, que el público arme la historia. Además, hay algo que me parece propio de esa época: que el personaje de Estela ni siquiera podría permitirse que le pasara eso que le está pasando, que permanezca oculto hasta para ella misma.
Ignacio: Cuando uno ve esa relación entre ellas puede asignarle el camino que quiera. Se me vienen a la cabeza dos tías que tenía yo que siempre fueron solteras y nunca hubo alrededor de ellas ningún hombre. Nunca nadie sabe qué pasaba con ellas, pero estaban siempre juntas. Quizá no tuvieron ni siquiera la capacidad para reconocerse ese amor ante sí mismas.
Sergio: Conocimos a Patricia Barbiero, la cabeza de un movimiento a favor de Puig dentro del pueblo. Todos los años se organiza un homenaje y nos invitaron. Terminamos haciendo la obra en el cine donde Puig veía películas. Nos fue genial. Teníamos miedo, pero lo recibieron bien. La realidad es que no sé qué público nos fue a ver. Porque hablando con gente del pueblo te das cuenta de que ni locos irían a ver la obra. El primer comentario con el que nos encontramos fue: “No, Puig no vivía acá”.
Ignacio: Me quedó la idea de un pueblo narcisista, gente que cree que están hablando sólo de ella y la verdad es que él toma eso del ser humano, características que nos pertenecen a todos y que son las que a él le interesó mostrar.
Sergio: Manual es una palabra clave en Impalpable. Incluso a los ensayos llevábamos un libro que era el Manual de la buena esposa. Hay algo en la obra sobre lo que se debe hacer y cómo.
Ignacio: Frente a la casa que teníamos con mi familia en Cañada de Gómez había un campo y yo guardo la imagen de mi madre cocinando con la mirada puesta en ese campo. El sueño, para ella, estaba puesto afuera, nunca en la cocina.
Sergio: Mi vieja siempre decía “Yo quería ser una princesa” y se la pasaba todo el tiempo en su casa. Hay algo que, aunque no soy de pueblo, digo que me pertenece. El personaje de Nené en Boquitas pintadas, por ejemplo, para mí es mi vieja, preguntándose si hizo bien en llevar la vida que llevó.
Ignacio: En mi caso, nosotros nos mudamos al campo a mis siete años y para mí a mi madre le quedó el sueño acá. El sueño siempre en otro lado.
Sergio: Sí, fue pensado todo así. Desde afuera fue pensado como mirado a través de una cámara. Esto del cine vino después, cuando apareció la idea de la escenografía. Primero teníamos el collage de escenas, después las unimos para armar el relato y la idea fue que la puesta fuera como una película, pero al mismo tiempo en un set de filmación, donde los personajes están sumergidos en una ficción y no se dan cuenta...
Sergio: Se hace pasar por la tía de su hijo, sí. Oculta ser madre soltera, es de las solteras que “metieron la pata”. Queremos un teatro no descriptivo, donde el público sea activo y esté todo el tiempo construyendo su historia. Por eso también el tema de la maternidad de ese personaje queda sugerido. Hay muchos lugares que trabajamos profundamente. Como trabajamos la relación amorosa entre ellas dos, las trabajamos como si fueran una pareja. Esto es algo que a la gente le gusta mucho: ser ellos mismos quienes vivan la obra, que no todo sea contado. Nosotros, a la relación de amor entre ellas dos, la afirmamos en ciertos datos, en ciertos detalles. Por ejemplo en el momento en que Blanca le dice a Estela: “No me esperes”. Más allá del final posible de un amor, lo que intentamos mostrar a través de esta frase es la caída de una ilusión, esta cosa humana de estar pensando siempre en que alguien o algo nos va a venir a salvar, y que es algo que nos salva de tener que ir a buscarlo.
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