El fútbol se ha convertido en uno de los últimos bastiones de la homofobia. Un mundo dentro del mundo donde el respeto por las sexualidades disidentes se desconoce por completo. Ahora, ¿se puede cambiar el juego por la fuerza? Los gobiernos de Holanda, Alemania e Inglaterra deciden meterse en la cancha: por estos días se repartirá una serie de instrucciones a todos los clubes para facilitar la salida del closet.
› Por Gustavo Streger y Cristian González
La dificultad para siquiera reflexionar acerca de la situación de gays y lesbianas en el deporte es tan grande que todos los jugadores de fútbol, voley,
hockey, presidentes de clubes, periodistas mediáticos y dirigentes consultados para esta nota se negaron a dar su testimonio. Al escuchar el tema, cortaban diciendo que no tenían nada que opinar, y que por favor ni siquiera se mencionara su nombre. En cambio, el exabrupto no se hace esperar. Tuvo sus quince de fama el italiano Cassano, ex futbolista del Real Madrid, cuando declaró: “Espero que no haya maricones en la Selección”. John Amaechi, el primer jugador de la NBA que anunció su homosexualidad, recibió como primera pregunta en una entrevista en ESPN: “¿Tiene sida?”. Steve Hunter se mostró tolerante ante la idea de tener un compañero gay, aunque aclaró: “Siempre que no intente levantarme, juegue como un hombre y se comporte como una buena persona”. Un caso emblemático en Inglaterra es el de Justin Fashanu, uno de los primeros futbolistas de renombre que dijo ser homosexual. Fue el primer jugador negro por el que se pagó un millón de libras en la Premier League, cuando fue transferido a Nottingham Forest. Sin embargo, antes de cumplir los 30 salió del closet y su vida cambió en todo sentido. Dejó de ser tenido en cuenta por el entrenador y se tuvo que ir del club. El fútbol comenzó a darle la espalda y ya no importaron sus goles o su fama. En 1998 fue interrogado por la policía de EE.UU. luego de que un joven de 17 años lo acusara de agresión sexual. La policía cerró el caso por falta de pruebas, pero Fashanu se suicidó en mayo de ese año, alegando que para la sociedad “ya había sido considerado culpable”.
La salida del closet del boxeador puertorriqueño Orlando Cruz (“Creo que ahora podré dedicarme ciento por ciento a mi carrera en el boxeo. Tengo la mente clara y el alma limpia”) y el anuncio de un jugador de la Liga alemana, que el año pasado concedió un reportaje con la condición de mantener en reserva su identidad, consiguieron conmover a ciertas conciencias. El reportaje mostraba una sombra, un hombre que decía: “Tengo que ser un actor día tras día y negarme a mí mismo”, en la revista Fluter, editada por el Centro Alemán de Formación Política. “Si mi sexualidad se hiciera pública, ya no estaría seguro, pero no sé si podré soportar hasta el fin de mi carrera la presión creciente entre el modelo de jugador heterosexual y el posible descubrimiento.” Luego de esa entrevista donde el futbolista anónimo comentaba el temor al abucheo de la hinchada, la mismísima canciller Angela Merkel emitió un insólito mensaje de solidaridad en el marco de una ceremonia deportiva acompañada por Uli Hoeness, presidente del Bayern Munich: “Debemos enviar una señal, no deben tener miedo. Deben saber que viven en un país donde ya no hay que tener miedo, que la sociedad alemana era tolerante y que nadie debía sentir miedo a causa de su homosexualidad”. Pero la cosa no ha quedado allí. “El fútbol es todo. También gay”, se leyó en una pancarta en un estadio alemán el pasado fin de semana. La Federación Alemana de Fútbol tiene pensado enviar a todos los clubes de la Bundesliga un documento que se titulará: “Cómo hacer frente a la salida del armario en el fútbol”. El documento está siendo elaborado por un grupo de ocho expertos y enumera una serie de medidas que pueden ayudar a facilitar la vida de un jugador profesional que haya decidido salir, voluntariamente, del armario. En la Argentina, la AFA por el momento no planteó iniciativas similares y la situación mantiene un estricto statu quo.
“Si el 20 por ciento de la población es afín a una práctica y hay un micromundo en el que hay cero por ciento como el fútbol, es obvio que hay algo que se impone contra esa expresión”, describe Juan Manuel Herbella, ex futbolista, periodista y médico, que debutó en Vélez y jugó en Chicago, Colón, Quilmes, Inter de Porto Alegre (Brasil) y Maracaibo de Venezuela, entre otros.
Al momento de establecer las variaciones que sufrió la situación de los jugadores gays, sostuvo: “Creo que no ha variado mucho la realidad existente y se da una combinación de factores que llevan a la situación, no hay uno solo. Es difícil para alguien que no lo vivió establecer qué es lo que más afecta. ¿Qué influye más, que putee un hincha o perder el salario de un club? No es lo mismo”. Herbella no acuerda con las campañas mediáticas que incentivan la salida, como la realizada en Holanda hace un mes, o la de Inglaterra cuando, hace unos años, el presidente de la federación inglesa auspició la iniciativa Opening Doors and Joining In (“Abriendo puertas e incluyendo”), que trataba de hacer frente a la obligada invisibilidad de los deportistas gays. “En todos lados dicen que los futbolistas salgan del closet; vos podés incentivar, pero si la persona no lo quiere hacer, o percibe que el entorno no está preparado, no lo va a hacer. Las condiciones no se crean diciéndole a la gente que salga.” Por su parte, el periodista deportivo Nicolás Fazio afirmó que “el mundo del fútbol es muy homofóbico, y la sociedad atrasa, hay muy pocas confesiones por temor a quedar afuera del sistema”. “En otros deportes se blanquea un poco más, el rugby por ejemplo. Hay muchos casos de jugadores que se sabe que son gays, pero no lo blanquean. Serían blanco fácil para nuestra sociedad y para las hinchadas... ni pensarlo. Hay técnicos y presidentes que no aceptan jugadores homosexuales. Passarella alguna vez hizo una referencia cuando dirigía a la Selección. No vivimos en una sociedad preparada para aceptar que un futbolista es gay”, sentencia Fazio.
Rodrigo Díaz tiene 20 años, es gay y lo dice, se entrenó durante meses en El Porvenir, un equipo de la Primera C. Tuvo la posibilidad de convertirse en el primer jugador abiertamente homosexual en la Argentina, pero se frustró su debut oficial. Más tarde pasó a Atlas, el club que tiene un reality en el canal Fox, pero tampoco funcionó. Su llegada generó revuelo mediático, además, porque es la actual pareja (luego de varias idas y vueltas) del conductor y empresario Ricardo Fort. A pesar de su frustrada llegada a las canchas, su testimonio tiene valor porque llegó a entrenarse en un equipo profesional y sirvió como globo de ensayo para futuros valientes. “Yo, en realidad, no toda la vida fui homosexual. Tuve novia casi hasta los 19 años. Después me pasó que sentí otra cosa y soy un tipo que nunca escondió. Quizás en 15 años me guste una mujer, no sé. La primera pelota que me tiraron fue cuando tenía 3 años y siempre me gustó el fútbol. A los 6 empecé una escuelita y estuve 7 años en inferiores, donde aprendí realmente cómo se juega, ahí me hice como jugador. Después se me dio la oportunidad de irme a Huracán de Tres Arroyos, donde aprendí la experiencia de jugadores grandes, estuve en la reserva, en Primera División y también jugué en Huracán Ciclista”, comienza Díaz, como si existiera la obligación de mostrar credenciales para arrancar la charla deportiva.
—No sé si hay miedo, pero yo conozco muchos casos de gente que no lo dice. Los jugadores no lo quieren decir porque no beneficia a los clubes, sobre todo a los grandes.
—Estoy a la expectativa. Creo que del equipo mío no va a pasar nada, porque han ido varios barras a ver los entrenamientos y me saludaron con buena onda. Seguro el equipo contrario me va a insultar o algún cantito va a haber, pero hay que tomarlo con gracia. El fútbol es muy cruel, todo el mundo lo sabe.
—En el vestuario no va a pasar nada más que la charla técnica y la charla con los jugadores. Tengo los huevos bien puestos para que me vengan a cargar y tengo humor, pero si viene grosso, tendré que reaccionar de otra manera. Aunque no creo que pase.
Distintas deportistas consultadas para la nota afirmaron que si bien no hay muchos casos de lesbianas fuera del closet en la competición femenina, la situación se vive con más naturalidad. Una fuente de la Asociación Argentina de Tenis —que pidió reserva de su identidad— afirmó que “dentro de la comunidad del tenis, en particular con las chicas, no hay lugar a chismes, todas saben en qué andan y se vive abiertamente porque se creó un espacio desde la punta de la pirámide para abajo, donde se blanquean las relaciones”. Sin embargo, ninguna jugadora quiso hablar del tema dando su identidad.
Un relevamiento realizado durante los Juegos Olímpicos de este año en Londres por la página estadounidense OutSports, especializada en información deportiva sobre gays y lesbianas, contabilizó 21 personas abiertamente homosexuales entre los 10 mil competidores: es decir sólo el 0,21 por ciento del total. Sin embargo, este magro porcentaje resulta mayor que los 10 que lo reconocían públicamente en Beijing 2008. Del total, 18 fueron atletas mujeres y sólo 3 hombres.
La sorpresa durante los JJ.OO. la dio la arquera Karen Hultzer, de 46 años, quien salió del closet en plena competencia: “Espero que esto le dé a la gente algo de coraje. Cuantos más seamos los que lo declaramos y hablamos de eso, más gente debería darse cuenta de que ser gay no es un problema y podemos progresar”, declaró.
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