Viernes, 15 de marzo de 2013 | Hoy
SOY POSITIVO
Por Pablo Pérez
Hace dos semanas, en la 20ª Conferencia Anual sobre los Retrovirus y las Infecciones Oportunistas, en Atlanta, se dio a conocer la supuesta cura de una beba seropositiva, nacida en EE.UU. Sería, después del Paciente de Berlín, el segundo caso de remisión total del virus. La noticia parece alentadora; sin embargo, resulta algo imprecisa porque en los medios donde tuvo difusión no se explica que la gran mayoría de los bebés, hijos de madres y padres seropositivos, con una adecuada atención preventiva, nacen sin virus.
Le pedí su opinión a M, una mujer que vive con el virus desde los 18 años y que hace 8, con su pareja de entonces, un hombre también seropositivo, tuvieron una hija que nació seronegativa. Durante el embarazo, M fue atendida en el Hospital Durand por la doctora Susana Hermosid, obstetra, que trabaja en equipo con la pediatra infectóloga Miriam Bruno. “La noticia es confusa —dice M—, porque da por hecho que el bebé se contagió en el vientre materno. Algo raro, salvo que haya habido una filtración en la placenta. El bebé tiene sangre propia, no tiene contacto con la sangre de la madre. El óvulo y el espermatozoide no tienen virus, es decir que el bebé nace desde células sanas. La doctora Hermosid hizo escuela en lo que es la cesárea hemostática, es decir, sin sangre, donde a vos te van cauterizando y toman las precauciones para que cuando el bebé salga no tenga ningún tipo de contacto con el virus. Es más: si la madre tiene muy buenas defensas y nada de carga viral, en muchos casos se hacen partos naturales.”
También hablé con A, que se atiende en Helios. Vive con el virus desde 1994 y empezó a tomar medicación en 1999. Tiene dos hijos, uno de seis años, cuyo padre era seronegativo, y un bebé de once meses, con su actual pareja, un hombre seropositivo. Los dos niños nacieron seronegativos, por cesárea común. Las precauciones que se tomaron fueron, primero, cambiarle uno de los medicamentos que tomaba, el Efavirenz, desaconsejado durante el embarazo. Luego, una hora antes y durante la cesárea, se le suministró AZT por suero.
Las demás medidas de prevención, en ambos casos, fueron las mismas: durante los tres primeros meses de gestación se les suspendió la medicación antirretroviral, “porque en los tres primeros meses hay que tener más cuidado en cuanto a que se está formando el bebé —aclara M—. A modo de prevención, tampoco se le da de mamar, porque a veces las mamas sangran, no necesariamente porque la leche esté infectada”. Desde que nace, al bebé se le da un tratamiento de AZT en jarabe por 45 días y se le hacen estudios genéticos para ver si tiene carga viral; al año y medio, el test Elisa; y al tercer año, un test final.
Cuando se enteraron de que eran seropositivas, tanto A como M, pensaron que nunca iban a poder ser madres. Son muchas las mujeres, y también los hombres, que por falta de información piensan que es así. La realidad es que, con las medidas de precaución necesarias, la mayoría de los hijos de personas que viven con VIH nacen sin virus.
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