Viernes, 15 de marzo de 2013 | Hoy
ENTREVISTA
La legisladora del FpV María Rachid explica en qué cambia las cosas que exista un Día de la Visibilidad Lésbica. El proyecto presentado por La Fulana y la Federación Argentina LGBT será discutido en los próximos meses.
Por Dolores Curia
—Poner el eje en el punto de la visibilidad, es decir, que nosotras mostremos nuestra existencia tanto dentro de la familia, en los trabajos, en la calle, fue lo que nos pareció más útil políticamente hablando. En los últimos años avanzamos mucho legislativamente, pero está pendiente la batalla cultural. Eso se consigue mostrando que somos parte de la sociedad. Sólo mostrándonos podemos deconstruir los prejuicios que son la base de la discriminación.
—Me siento cómoda con todas las palabras que me nombren como lesbiana. Todas las palabras identitarias sirven como herramienta política pero dependen de cuál sea el mensaje que quiero emitir. No creo en las identidades como esencias. Yo no soy esencialmente mujer, ni esencialmente lesbiana. Uso distintas identidades (mujer, lesbiana, torta, tortillera) como herramienta para decir algo desde un lugar en particular. Más que con el ámbito, la elección de la palabra tiene que ver, para mí, con el mensaje y su objetivo. Obvio que hay palabras más y menos formales apropiadas para ciertos ámbitos, pero en el ámbito de la política, e incluso acá en la Legislatura, emitir un mensaje identificándome como torta no me incomoda. Es decir, si necesito decir algo disruptivo contra algún mensaje hegemónico en el que quieran incluirnos incluso como lesbianas, decir “tortillera” me sirve para quebrar con esas pautas culturales donde nos quieren incluir sin hacer modificaciones profundas. Pero si con el mensaje quiero deconstruir prejuicios, compartir información con la población general, ciertas palabras pueden generar resistencia y no van a ser eficaces para el mensaje, entonces me quedo con “lesbiana”.
—Cuando las compañeras de La Fulana propusieron el 7 de marzo se debatió esto y nos pareció positivo. La lucha por la visibilidad de las lesbianas tiene mucho que ver con la lucha de las mujeres. Este ser mujer de la lesbiana no es un ser esencialista sino identitario. Las lesbianas compartimos con el resto de las mujeres muchas opresiones.
—Lo que más nos interesa es hacerlo visible en la escuela. Ya existe un cuadernillo para docentes y familias que hizo el Ministerio de Educación que trata todos los temas de diversidad sexual de manera muy positiva. Se envió a todas las provincias. Lamentablemente algunos gobernadores se negaron a distribuirlos, pero a través de las organizaciones pudimos, en esas provincias, hacerlos llegar a las escuelas. Tanto en el Congreso como en la Legislatura presentamos también un proyecto contra el acoso escolar. Proponemos además incorporar al calendario escolar un día para la visibilidad trans. El sector de niñxs y adolescentes lgbt es hoy uno de los más vulnerables ante la discriminación y la violencia. Con estas medidas, apuntamos a que la escuela los proteja en vez de reforzar el hostigamiento.
—Tiene mucho que ver con el entrecruzamiento con la presión de género. Desde chiquitas, nosotras somos educadas para la vida privada, para no hablar de ciertos temas, para no exponernos en la mayoría de los ámbitos, para tener más miedo, para ocultarnos. Esa es la educación sexista que hemos tenido las lesbianas en tanto mujeres. A esa educación tenés que sumarle el miedo de perder la tenencia de tu hijo, perder la relación con tu mamá o tu papá o perder tu trabajo, etc. Ese terror no es paranoico, sino que se siente a partir de comentarios que se escuchan por todos lados y porque aún sigue pasando. Pero ser lesbiana no incumbe solamente a lo que pasa dentro de tu cuarto o tu casa, ser lesbiana tiene que ver con tu vida en general, y cuando una oculta este aspecto está ocultando muchas cosas de su vida. Si ocultás tu sexualidad, no podés decir con quién te fuiste de vacaciones, no podés decir por quién estás triste si te separaste, no podés profundizar tus vínculos de amistad. Es decir, si salís del closet, te podés encontrar con violencia, pero estar dentro del closet ya es una situación de violencia en sí misma.
—La realidad cambió radicalmente en los últimos años. Esto se ve en los relatos de las mujeres que se acercan a los grupos de reflexión, la vida cotidiana hoy es muy distinta. Cambió la percepción de ellas mismas en relación con sus derechos, la percepción de su familia y sus vínculos. Muchas cosas cambiaron radicalmente a partir de la sanción del matrimonio igualitario y, también de la ley de género; a partir de que tenemos una Presidenta que levanta como bandera los derechos lgbt. Todo eso transforma la cultura de un país y la percepción que una tiene de sí misma, la percepción que tu familia tiene de vos, de tus parejas. Eso no significa que haya desaparecido la discriminación en el ámbito de la familia, la escuela y el trabajo. Por eso las mujeres lesbianas y bisexuales todavía necesitamos ámbitos donde encontrarnos para compartir nuestras historias, para escuchar otros relatos de personas que pasaron por situaciones parecidas. Incluso en la ciudad de Buenos Aires hay personas que cuando empiezan a asumirse como lesbianas, antes de hablarlo con sus familias y sus amigas, necesitan hablarlo con pares.
—Eso tiene que ver con un proceso personal pero enmarcado en todos los avances que hubo en el país en estos temas. Recuerdo hechos claves como la derogación de los edictos policiales; la incorporación del artículo 11 de la Constitución de la Ciudad, que fue la primera enunciación contra la discriminación por orientación sexual; después, la unión civil; cuando Néstor Kirchner decretó el plan nacional contra la discriminación, etc. El pasaje entre uno y otro período es muy claro. Nosotras siempre comparamos lo que decimos en los grupos las adultas mayores como yo y las chicas jóvenes. Las grandes hablan de cómo les cuesta contarle a todo el mundo, todavía tienen marcas y temores que arrastran desde la dictadura, de momentos duros en los primeros años de la democracia. Las más jóvenes, por el contrario, cuentan cómo a ellas les parece inimaginable vivir dentro del closet, que necesitan hablarlo con sus compañeros, en sus casas. En esa diferencia generacional se ven las dos caras: el antes y después de este proceso. Cuando yo me asumí como lesbiana lo primero que pensé fue que iba a tener que vivir una doble vida para siempre. Y, ya me ves: ahora lo digo en los medios de comunicación.
—Sí. Desde hace tres años y unos meses ya. Vamos a ver si nos casamos este año para iniciar los trámites para ser madres.
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