Viernes, 19 de julio de 2013 | Hoy
Por Diego Trerotola
El poder de jugar es poder de ser. Desde hace décadas Susana Giménez puede jugar por televisión y en horario central. Este año, en su esperado regreso, su veta lúdica empezó con “Salven los millones”, pero como dicen que no la convence, ya lanzó la convocatoria para su próximo juego, que empezará en agosto. La novedad se llama Mi hombre puede y es un formato importado, originalmente titulado My Man Can. El trailer promocional que se puede ver online dice: “Si crees que tu pareja puede realizar pruebas insólitas y muy divertidas, si estás segura de que puede hacer cualquier cosa por vos, vení y participen juntos en el nuevo juego de Susana”. Para el juego (http://www.telefe.com/mihombrepuede/ ), cada participante de la pareja tiene que ser de un género distinto. Esta restricción del juego fue motivo de denuncia bufa en la cuenta no oficial de Twitter @SusanaShow, donde anunciaron el premio con la “aclaración: NO se permiten parejas homosexuales”. ¿Después de tres años de la aprobación del matrimonio igualitario se puede seguir pensando a la pareja desde esa restricción tan manifiesta?
Según se explicó en el blog oficial de Telefe (http://todoscontelefetv.blogs pot.com.ar/), el esquema del juego consiste en que “las mujeres de la pareja se sientan alrededor de una mesa de poker y apuestan sus fichas de acuerdo a si creen que sus maridos podrán o no superar distintas pruebas y ganarle al resto de los participantes”. Y ahí todo empeora, porque el juego parece ir en una dirección muy reaccionaria para entender los roles, volviendo a una expresión muy cavernícola del matrimonio heterosexual, donde cada uno asume roles de género muy polarizados. A primera vista hay una suerte de juego de inversión pero es sólo un espejismo. En primer lugar, la mujer está pensada como pasiva y el hombre es sujeto activo, es el que hace, ejecuta. Y los videos del juego en otros países que se pueden ver en Internet como ilustración del tipo de desafíos que los hombres de la pareja deben afrontar muestran acciones que ellos supuestamente no acostumbran hacer. Por ejemplo, tienen que caminar con tacos y eso es una suerte de parodia de ridiculización bastante clara de la feminización. Si algo podría mostrar a las claras esa tendencia a pensar de manera pétrea del género del programa, así ejemplifica la producción: “Las pruebas van desde hacer una cama en el menor tiempo posible, responder preguntas sobre cosmética o comer pimientos que cuelgan de una soga...” Es así nomás, éstos se consideran desafíos para los hombres porque no desempeñan tareas hogareñas, no se maquillan y no se comen el pimiento colgado de una soga. O nos enteraremos de que sí, que los maridos heterosexuales tienen mucho para ofrecer, o al menos tal vez comiencen a entrenarse en esas artes que no dominan y todos y todas compartamos más las prácticas y los saberes. Veremos qué pasa, y no nos quedará otra: para nosotros lo único posibles es ver Mi hombre puede desde nuestras casas, porque nuestras parejas no están invitadas a participar de este nuevo juego heterosexista.
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