Viernes, 19 de julio de 2013 | Hoy
LIBROS II
En Soy lo que quieras llamarme, ganadora del premio internacional de novela Letra Sur 2012, dos jóvenes travestis criminales irán tras la belleza hasta las últimas consecuencias.
Por Matías Máximo
Rubí tiene 17 años y un cuerpo recién diseñado con inyecciones de silicona 2000: pechos, nalgas y pómulos, todo nuevo, moldeados por las manos hábiles y clandestinas de Biuti, una escultora posmoderna que empareja las formas con dosis compresas de caliente-frío y un corpiño especial para que los pechos no se unan y formen una teta única (como le pasó a San Batato Barea).
La búsqueda en Soy lo que quieras llamarme es la belleza, no el género, según su autor Gabriel Dalla Torre, que no tuvo que investigar la jerga trans para escribirla: “Se trata del campo de mi vida, por eso no hay glosario, porque muchas de esas palabras dependen, más allá de las palabras mismas, del estilo con que se dicen. La mejor forma de saber que es ‘closs’ o ‘clossear’ es verlo suceder, porque no es la función de la literatura la información; la reinvención del lenguaje que hay en la novela tiene que ver con vivir en un estado de imaginación permanente”.
Leonella, otra chica de 17 que estrena cuerpo en las calles de Mendoza a la par de Rubí, será su cómplice en un trip delictivo que tiene más que ver con la picaresca que con el crimen, aunque la trama policial tiña las páginas que van en un permanente mix de lo ilegal con los antiguos tratados frenológicos, donde es la fisonomía la que determina la personalidad. En esa Iliana estética, ¿hay un ideal? Para Dalla Torre “existe un prototipo de belleza canónica que se impone desde la imagen y los medios (ya nunca más desde el arte), al menos durante el último siglo. Y hay un ideal de belleza en cuanto exista la creencia en el amor. Creo que la contemplación de la verdadera belleza es algo un poco perturbador y que nada bueno puede salir de eso”.
Como iluminando un icono pop, Dalla Torre hace que Rubí sea fanática de Corín Tellado, la escritora española que escribió 4012 novelas rosas en 60 años con títulos tan (¿eróticos?¿sensacionalistas?¿bizarros?), tan telenovela de las 15 horas como Maté por ti, Aquella noche en el río y Verano revelador. “Corín era la Mostra Máxima, yo la leí mucho de chico con la esperanza de encontrar... no sé... algo sexual en sus historias, porque eso sugerían las tapas. Además cuando de chico supe que la señora había escrito más de 4000 novelas, la noción que yo tenía de escritor hasta ese momento se modificó profundamente, me pareció que ella era como una especie de heroína feminista incorrecta políticamente, perfecta para ser el objeto de admiración de alguien como Rubí, que ama sus historias sin ese ridículo amor paródico (al trash) que todo lo cubre ahora.”
Soy lo que quieras llamarme es una obra que no se apoya en un qué (unas travestis criminales mendocinas), sino en un cómo del lenguaje que fusiona el femenino y masculino para decir que “Pablo ha vivido pegada a la televisión”, ahí donde Pablo es la Pablo, en esa apuesta donde un sujeto responde a un predicado diferente y logra otra literatura: una de oraciones trans.
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